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Elvira Lindo: «En mi mente sigue el miedo de los cuentos»

La escritora Elvira Lindo presenta su nuevo trabajo, «En la boca del lobo», una fábula de ficción para adultos
La escritora Elvira Lindo
La escritora Elvira Lindo Joan Mateu ParraShooting
  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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En su anterior libro, «A corazón abierto», Elvira Lindo nos llevaba a la realidad, la de su familia. Pero en su nuevo trabajo, como me dice antes de empezar esta entrevista, la escritora me confirma que en «En la boca del lobo», publicado por Seix Barral, todo es ficción. Pero es una ficción propia de esos cuentos que nos leían de niños, aunque es un cuento para adultos, protagonizado por una niña que se llama Julia y que con su madre llega a La Sabina, una aldea lejana rodeada de bosque. Allí, la autora consigue crear un mundo en el que la no ficción y la fábula se dan la mano.
«En la boca del lobo» es una historia rural en una escritora que hasta la fecha nos tenía especialmente acostumbrados a los paisajes urbanos. Como ella misma reflexiona, «es como ocurría en “En corazón abierto” porque al cambiar de espacio cambias de tono. Me sirvió para ver lo interesante que era una historia en la que el ambiente fuera distinto. Es salir de las calles, de las esquinas, de la topografía urbana e irte a un lugar que, aunque labrado por la mano del hombre, es el territorio del bosque. Así que te vas también a una literatura más simbólica, más fabuladora. Para mí era muy importante el entorno. De pronto tienes que cambiar tu lenguaje porque no es lo mismo que cuando hablas en la ciudad. Aquí ha habido un esfuerzo por cambiar el lenguaje, por hacerlo muy limpio, no tirar de costumbrismo urbano. Tenía que inventar. Quería que la naturaleza siempre estuviera presente. Me interesaba que con pocas pinceladas el lector estuviera envuelto en ese bosque. Hablo de pinceladas y he buscado que fueran muy simbólicas. Que tanto el reino vegetal como animal estuvieran presentes y fueran igual que el humano».
«En la boca del lobo» subraya en sus páginas ese miedo a que persigue a los más desamparados, aquellos a los que puede ocurrirles algo, y lo hace en una atmósfera que puede recordar a la que encontramos en una película que juega tanto con los miedos como con la infancia, como es el caso de «La noche del cazador», de Charles Laughton. A este respecto, Elvira Lindo apunta que «en un primer momento, iba a poner como subtítulo “cuento para adultos”. No lo puse por consejo de mi editora Elena Ramírez. Tenía la idea de escribir un cuento clásico. Cuando era niña me contaban historias que no tenían piedad. Así que he crecido con el vicio insano del miedo. Hay algo de ese miedo, el de las historias que te cuentan de niño y que te dejan tocado, que permanece. Me refiero a todo lo que está basado en los cuentos en los que secuestran a niños, en los que el lobo es como un hombre. En mi mente siguen estando esos miedos, el del desamparo de los niños de todos esos cuentos».
Julieta es una niña de ciudad que se encuentra en un paraje donde la naturaleza tiene una fuerza intensa. En la protagonista encontramos esa mirada de Elvira Lindo a la infancia, un protagonismo al que ha dedicado bastantes páginas, siempre sin concesiones gratuitas. «Todos hemos tenido un pueblo. Cuando éramos pequeños teníamos una libertad de movimientos tremenda. A la niña no le pasa nada. Lo que trae, lo tiene dentro. Los niños tienen ese espíritu más complejo del que quería explorar. Hay que tener la psicología para saber acercarse a ellos. Cosas reservadas para la mente adulta, la tienen los niños. Si eres sensible lo puedes entender. Esto no está basado en lo que la niña dice, sino en lo que piensa y dice», añade la escritora.
Y, por otro lado, pese a lo muy delicado del terreno en el que se desarrolla «En la boca del lobo», el lector no se topará con lo que sería más fácil e inevitable. Los detalles son cuidados por Elvira Lindo hasta el mínimo detalle porque, como ellas misma apunta, «me propuse omitir lo sórdido, pero eso está en la mente del lector. Era un compromiso con ese estilo literario. Lo sórdido ya está. Hay claves suficientes. ¿Qué habría añadido si lo contara de manera cruda? Me interesa la mirada inocente, las que no están preparadas para la maldad, confianza en el ser humano. Es una inocencia que puede ser vulnerada por cualquiera. Todos vamos adquiriendo pericias. ¿Y si es alguien que no está protegido? Cuando es así, te inquieta».
Mientras trabajaba en el libro, Lindo volvió a uno de los escenarios de su infancia, la aldea de Sesga. Allí se encontró con una mujer, «que resultó haber estado interna en casa de mis padres durante dos años» que guardaba una foto de la escritora con sus hermanos. «A veces pasan cosas mágicas. En ese momento, al ver esa imagen, sentí como una señal, que estaba en el lugar correcto».
Hace unas semanas, Elvira Lindo presentó en el Festival de Málaga «Alguien que cuide de mí», la película que ha codirigido con Daniela Fegerman. Resulta inevitable preguntarle por la diferencia entre situarse detrás de la cámara y enfrentarse al folio en blanco. «Con un libro es una relación íntima, pones tu corazón allí. La película es una experiencia muy colectiva. En el festival daremos la cara unos cuantos. Ahora, tras esa experiencia, hay una injusticia que es imposible de eliminar porque una película es el resultado del trabajo de mucha gente. Dan la cara las personas conocidas, al frente de la cosa, pero para mi lo más gratificante ha sido la experiencia, el tratar todos los días con todos los oficios: de la actriz a quien se ocupa de vestuario. Eso me cautivaba. Crear un mundo de la nada a partir de tantos oficios, pero eso es otra forma de contar historias. No se parece a estar a solas en la habitación escribiendo. Y haber hecho amigos porque convives con gente y algunos se quedan contigo».

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