Cibeles Fashion Week

Guerra de donjuanes

Juanjo Oliva y Juan Duyos se batieron en duelo en la tercera jornada de la pasarela con una lección de costura

Varias modelos lucen creaciones del diseñador madrileño Juan Duyos
Varias modelos lucen creaciones del diseñador madrileño Juan Duyoslarazon

Un duelo con precedentes. Pero de los que apetece repetir. No hay lucha en el barro. Un ring de caché con la diosa Cibeles de jurado. Juan Duyos y Juanjo Oliva. Cara a cara. A cuerpo descubierto y sin más armas que su arte y su creatividad.

Un duelo con precedentes. Pero de los que apetece repetir. No hay lucha en el barro. Un ring de caché con la diosa Cibeles de jurado. Juan Duyos y Juanjo Oliva. Cara a cara. A cuerpo descubierto y sin más armas que su arte y su creatividad. El combate comenzó fuerte con un gancho de Duyos en forma de impacto musical: Chelo Pantoja y palmeros «made in» familia Morente que Oliva esquivó con Tomas Barfod y Zola Jesus Skies. Primer asalto. Duyos se sirvió de los recuerdos de su infancia, de la esencia española y la fiesta nacional, a lo que su rival respondió con la reivindicación del vestido como prenda clave en el armario de toda mujer: «La moda no es sólo para el escaparate, o al menos no debería ser así». En cada salida de las modelos la tensión aumentaba, ambos daban lo mejor de sí mismos mientras que en un lateral del cuadrilátero, el tercer Juan en discordia, Ion Fiz, miraba asombrado las técnicas de cada uno, ya que la suya quedó eclipasada por los grandes. Sus prendas, en las que predominaron los tonos grises, tenían fallos en el cosido, lo que generaba chepas en algunas de las camisas aunque los brocados y estampados estaban bien trabajados. Fue una colección con falta de cohesión, lo mismo te cruzabas con un exquisito mono gris ajustado que con anchos pantalones. Para coherencia, la de Duyos, que dejó sin palabras al réferi (juez en términos de boxeo) al mostrar sus tacones elaborados a base de asta de toro.

Siguiente asalto

Sonó la campana en ese momento para que Juanjo Oliva pudiera tomarse un respiro. Regresó con fuerza en el segundo asalto y con una apuesta infalible que le ha funcionado a la perfección en ocasiones anteriores: los zapatos con tacón chupete, que sus clientas le solicitan sin cesar. Tiempo muerto. Ambos aprovechan para defender sus posiciones. «Hemos trabajado mucho la organza en todas sus posibilidades: simples, dobles, con textura, sin ella; y para realizar los escotes palabra de honor nos hemos esforzado para conseguir unas formas y relieves especiales», confiesaba Oliva. «Cuando propuse reducir la napa hasta límites que nunca se habían llevado a la práctica los especialistas me dijeron que era muy peligroso, pero me empeñé y lo conseguí», argumenta Duyos. El resultado de su obsesión por disminuir el grosor de la napa fue exquisito: vestidos con un movimiento en el que se perdía la mirada y faldas con el mismo efecto.

Mientras los Juanes se tomaban un respiro, en el cuadrilátero Amaya Arzuaga, recién llegada de Lerma, contoneaba su cartel de «déjà vu». Su colección se basó en los armadillos y las grandes hojas. Gustó por su originalidad y su confección. Impolutas, pero recordaban a sus creaciones anteriores. A destacar uno de los miniabrigos con la forma de la concha de los dasipódidos. Genial. Además, la diseñadora, que ya tiene su colección para París a punto –el 4 de marzo es su turno–, decidió retomar el patronaje masculino, pero no para adaptarlo a la silueta femenina, sino para vestir a hombres. Después de varios años, Arzuaga presentó una colección para chicos con abundante cuero, pantalones por encima del tobillo y amplios neoprenos en la parte superior. Amaya siempre gusta.

Huída del reclamo

Tercer asalto. Oliva intentó noquear con pieles de zorro, hombreras remarcadas y, por supuesto, una confección cuidada hasta el extremo, que Duyos esquivó con sombreros cordobeses. Sí, han oído bien. Le sirvió de escudo para reducir la genialidad de Oliva y salió victorioso. Su versión evolucionada del clásico sombrero andaluz fue un éxito. Realizado con pelo de castor tratado que, a simple vista, no podía apreciarse, demostró que su trabajo escruta los detalles. Ambos, en su estrategia, evitaron el fotón al que recurren otros para salir en la Prensa, pero su reivindicación de trabajo bien hecho es lo que en definitiva cuenta. Otro ejemplo fueron los dos maxiabrigos de paño con tiras de lúrex de Duyos, que, una vez más, se decidió por los tejidos naturales. Cada uno a su manera echó mano de sus «coaches», en el caso de Oliva, de su pareja, Jeff Bargues, para accesorios y zapatos, mientras que Duyos recurrió a sus tías y su abuela: «Con esta colección he recordado cuánto aprendí con ellas y cómo husmeaba mientras cosían ropa a medida, aprendí mucho». Aunque entre ellos no hubo nocauts ni golpes bajos, quien sí se quedó noqueada ante tanta exigencia creadora fue Sara Coleman. Sentada frente al cuadrilátero, su colección se eclipsó. Apostó por pantalones que pasaban muy de cerca a los utilizados para hacer deporte y abusó de llamativas cremalleras. Los vestidos no sentaban bien a las modelos. Evidentemente no hace falta que sean entallados y resalten la silueta femenina, pero sí es obligatorio que no queden como sacos de patatas. Si no, que le pregunten a Oliva, que de eso sabe un rato. Y, puestos a ayudar, no hubiera estado mal que Duyos le echara un capote como los que él transformó en faldas y pantalones para cerrar el concepto de su colección. Una batalla entre caballeros que se saldó con empate técnico. El combate de Muhammad Ali y George Foreman no fue nada con lo que ayer se vio en Cibeles.