Selvático animal
Belén Aguilera: "Internet y el porno influyen a día de hoy en el contexto social del 'urbano'"
Medio millón de oyentes mensuales en Spotify y 230.000 seguidores en Instagram dan una idea clara del buen músculo de popularidad del que goza Belén Aguilera (Santa Coloma de Gramanet, Barcelona, 1995). La catalana se dio a conocer a través de las redes con versiones personalísimas de clásicos del pop, y de ahí dio el salto a un programa de televisión de máxima audiencia. Ahora forma parte de la nómina de artistas de una multinacional del disco. ¿Es decisivo hoy día, para un chaval que empieza en la música, el uso de una red social? «Es un gran escaparate, claro –afirma–. Yo no conocía a nadie que se dedicase al mundo de la música ni al del entretenimiento y el espectáculo, y lo único que tenía a mano eran las redes. Para mostrar lo que haces es perfecto, porque además es gratis, nadie te roba nada y nadie tiene poder sobre ti: eres tú quien tiene el poder absoluto de decisión, de qué es lo que compartes. Ahora el peso está más en manos del artista y no tanto en las de una empresa. Las redes –prosigue– le han dado poder al individuo y es el público quien decide lo que quiere, no es la discográfica la que impone lo que tiene que escucharse. A día de hoy uno es mucho más capaz de venderse y de poder llegar a algo por sí mismo sin “depender de”, pero el factor suerte siempre está ahí. En los años 80 y 90 era que te cogiesen la maqueta en una discográfica, y en los años 2020 que se viralice lo que haces».
«Mi sueño sería no enterarme absolutamente de nada de lo que pasa en las redes»
Ella tuvo un apagón voluntario, se desconectó por un tiempo de las redes. ¿Qué pasó? «Siento que muchas veces caemos en la adicción al teléfono y al “scrolling” –explica–, que nos empapamos mucho de eso. Nos influencian y nos lavan el cerebro de una manera que no somos realmente conscientes. Y yo, para el proceso creativo de este disco, necesitaba estar desintoxicada, sentir que todo había nacido desde la mayor autenticidad posible, y por eso tomé esa decisión. Ojalá pudiera vivir sin redes. Mi ideal sería poder ser una completa “outsider”, nunca más entrar en redes, vivir de que otras personas cuelguen de mí que voy a estar en equis conciertos “all around the world”, y yo ni siquiera entrar. Mi sueño sería no enterarme absolutamente de nada de lo que pasa en las redes. Amaría poder llegar a ese punto». ¿Cómo llevó lo de pasar de tener una vida anónima a que la gente le parase por la calle? «¿Sabes qué pasó? Que yo vengo de una ciudad-pueblo y, además, trabajaba en una discoteca de camarera y todo el mundo me conocía. Estaba atravesando una etapa muy muy mala a nivel personal, porque me habían pasado una serie de cosas, y no sabía si la gente me miraba y me paraba por eso o porque me estuviesen reconociendo por estar haciendo algo artístico. Fue bastante raro y confuso. De todas formas, desde que tengo 17 años me he sentido en el punto de mira; siempre he notado que se hablaba de mí».
«Desde que tengo 17 años me he sentido en el punto de mira; siempre he notado que se hablaba de mí»
A vueltas con la felicidad
Su nuevo disco se titula «Anela», siglas de «Aunque no exista la Arcadia», y en él reflexiona, por medio de historias fantásticas con un origen real, sobre la felicidad. ¿Y qué es para esta artista de 30 años la felicidad? «He tenido siempre un concepto erróneo de la felicidad –dice–, porque para mí era algo muy intenso, algo que relacionábamos más con el éxtasis que con lo que realmente es. Todo es subjetivo, pero siento que la felicidad es algo más alargado en el tiempo, que no es tan momentáneo como un estímulo. Está muy idealizada, cuando es algo que se mide por contrastes. Yo, ahora, estoy en una etapa de felicidad porque vengo de otra más turbulenta. La felicidad es ese momento en que el mar está en calma, es paz. Y este disco –continúa– me ha dado la oportunidad de crear una atmósfera y un lugar. En el anterior reflejaba más un estado como de estar perdida, ponía sobre la mesa unos sentimientos muy feos y muy crudos y con un vocabulario muy literal, y este es mucho más metafórico, abstracto, filosófico. Es un cuento, como una historieta, que refleja vivencias y emociones personales».
La voz de Belén es poderosísima y parece llevar las riendas de todas sus canciones. ¿Es consciente de tener un don? «He trabajado mucho mi voz –revela–. El don es la pasión que tengo hacia lo que hago, no soy una “genia” vocal. Tengo un trabajo detrás de mi voz muy loco. He estado toda la vida trabajándome de forma autodidacta. Pero para este disco cogí clases de lírico. Soy una persona que trabaja mucho en su música y en su voz. De pequeña quería hacer cosas que hacían grandes vocalistas y no me salían, entonces era como practico y practico y practico hasta que llegue ahí».
«Hay un descontento social muy grande y siento que se está usando mucho la política para fomentar el odio»
¿Por qué cree esta artista, que se siente como en casa en las aguas del «dream pop», que la hegemonía de los sonidos latinos está durando tanto? ¿La explicación puede estar relacionada con lo directo de las letras, con los mensajes sexuales que lanzan, que son un gancho infalible para los jóvenes? «Sí, es como morboso, es un gancho, claro –asiente–. Supongo que hay un trasfondo social gigante. Seguramente la industria pornográfica esté completamente metida en este tipo de consecuencia. Estoy segura de que internet, el porno y el fácil acceso a todo esto influye a día de hoy en el contexto social del “urbano”, pero no sé desarrollarlo más, habría que preguntarle a un sociólogo». Esto nos lleva a hablar de la situación política actual, ante la cual se muestra preocupada: «Estoy más involucrada en políticas que apoyen y promuevan el bienestar social y fomenten lo público y los valores y derechos humanos. Pero hay un descontento social muy grande y siento que se está usando mucho la política para fomentar el odio. Hay muchas personas que no son tan distintas las unas de las otras y la política acaba separando mucho. Estamos en un muy mal momento, no tenemos buenos líderes, no hay nada que se esté resolviendo bien y hay mucho malestar general y, ya te digo, mucho odio, y eso me asusta. Porque las respuestas desde el enfado y desde el odio no son buenas. Nunca salió nada bonito del odio ni de la crispación. ¿Que sea necesario? Al final, la violencia y el enfado son una manera de defenderse y de protegerse, claro, pero solo van a destruir», concluye.
LA ARCADIA ESTÁ EN TI
Por Javier Menéndez Flores
Mataró tenía el cielo demasiado bajo para quien nació con hambre de alturas. Y así fue como la perseguidora de estímulos, la muchacha que sentía que no era de aquel lugar ni de ningún otro, que su patria era un viaje sin punto final y con tantas paradas como deseos y miedos la elevaban y hundían, entendió que si quería ensanchar las paredes de una vida que pedía sabores más intensos debía esforzarse mucho más que mucho. Y la música fue el motor que tiró de esa cabeza a la que los cuerdos, esos locos de la existencia sin sobresaltos, tildaban de atolondrada, y la que le hizo aspirar a sueños improbables pero no imposibles.
Cinco vasos de tubo bien cargados de hielo en una mano y el whisky, la ginebra, el vodka y el ron que corrían como la promesa vana de una felicidad que dura un segundo. Ponías copas por las noches, donde todos los hombres son pardos, y durante el día cantabas a los grandes y los hacías enteramente tuyos, nuestros, sin sospechar que aquel impulso era el comienzo de una travesía que suma siete años y cuatro discos que hablan de ti como una biografía exactísima. No estás dormida, no, y hasta el último de tus logros es real, pero a veces te tienes que pellizcar fuerte porque no te lo terminas de creer.
No siempre fuiste tuya, Belén, y entre monstruos (sus monstruos) y búnkeres te arrancaste trozos de piel y alma. Y aunque las cicatrices no se aprecien, ahí están para recordarte cada noche de dónde parte todo y de dónde vienes tú. Y con «Superpop» (en la nevera queda cerveza, «fuck off») la niña de ojos tristes se preguntaba, temerosa, quién iría a por ella cuando el foco se apagase. Y con «Metanoia» gritaste hacia dentro muy alto y exhibiste tu nutrido catálogo de tempestades como esa mujer lobo que a la mañana siguiente, con el cuerpo decorado con arañazos, no recuerda una sola estampa de la batalla nocturna.
El gran amor de tu vida, la música, ha dejado mil postales con los rostros inequívocos de Rocío Jurado, Céline Dion, Whitney Houston, Enya, Michael Jackson, Aerosmith. Y Bad Bunny, que anda allá arriba de la bola, en la cima del mundo, ejerció con su sangre salvaje un influjo sobre ti del que tardaste años en salir. Y confiesas que con Amore irías hasta el epílogo del mundo y que grabar una canción juntas sería un motivo para descorchar cien botellas de champán, o quizá mil, o venga, vamos a dejarlo en un millón. Pero cuando suena «La fiesta terminó» lo único que quieres es guarecerte en tu caparazón de chica herida para no sentir una lluvia que golpea con la contundencia de las piedras lanzadas por una turba iracunda.
Hoy el sol no te abandona ni siquiera cuando cae la noche y notas todo el rato la ligereza inefable de quien se ha sacudido varias toneladas de peso. Las nubes hoscas y los heraldos negros han quedado atrás, lejísimos, y el aire que respiras huele a mar y a bosque al cabo de la tormenta. Llámalo Utopía, la Edad de oro, Shangri-La o El país de Nunca Jamás, da igual. Lo que importa es que la verdadera Arcadia está en ti, la llevas dentro. Es una calma superlativa y una paz sin adornos, y nada tiene que ver con una superproducción de Hollywood ni con el rugido de unas cataratas.
Entre el «dream pop» y las bandas sonoras, Belén avanza como un rompehielos y sortea los eructos del trap y el reguetón. Se niega a bajar la guardia y estudia como si acabase de empezar en esto, pues ha aprendido que el esfuerzo rara vez se queda sin recompensa. Trece canciones nuevas son doce más una razones para la alegría. Nacemos para morir, no hay remedio contra eso, pero sí que es posible volver más grato el viaje con aquellas cosas que sabes que debes hacer porque de lo contrario no pegarás ojo. Ahora que estás bien, qué gusto abandonar la cama cada mañana.