Israel

Boadella emula a los Marx

«El Pimiento Verdi». A. Boadella, Voces: M.Rey-Joly, E. Sánchez, J.M. Zapata, A. Comas, L. Álvarez, J. Agelet. Piano: B. Mariño. Teatros del Canal. Madrid, 19-IV-2013.

La Razón
La RazónLa Razón

Hay espectáculos que pretenden simplemente hacer pasar un buen rato y lo muestran a las claras. Tal es este «El Pimiento Verdi», nombre de uno de esos restaurantes donde se amenizan comidas y cenas con arias y dúos de zarzuela u ópera, si no fuese por la perorata que a Boadella se le ocurre introducir en medio de bromas y jolgorios para hacer perder puntos a Wagner en su concurso contra Verdi, recordándonos sus ideas antisemitas. Puestos a denigrar a Wagner habría mucho más fondo al que recurrir, porque humanamente poco desperdicio tenía. «Si en Israel no se interpreta a Wagner no es por capricho», se expresa dejando caer la terrible acusación. Más intrascendente y más verdad resultan las críticas a las enormes longitudes de sus óperas, que todos nuestros culos han sufrido al igual que el de la soprano Leonor que encarna María Rey-Joly o la hilarante narración del argumento de «La Valquiria» que efectúa José Manuel Zapata en su papel de Roberto. Junto a ambos personajes verdianos, los wagnerianos Elvia Sánchez y Antoni Comas y las encomiables labores de Luis Álvarez como mesonero y Borja Mariño como camarero-pianista. Aunque haya voces conocidas e incluso por momentos se arranquen, que nadie espere escuchar un pieza completa, porque el espectáculo va de otra cosa y porque no se le puede pedir a un cantante que afine y matice en medio de tanto texto hablado, por cierto dicho como actores y no cantantes.

Reírse con los tópicos

Como era de esperar, triunfan las melodías «fáciles» de Verdi frente a las «pretenciosas» de Wagner, unas precursoras de los «Volare» de los festivales de San Remo y otras de un tipo de composición contemporánea que recrean con acierto los artistas. Hay mucho con que pasarlo bien en esta obra eminentemente teatral a costa de reírse con todos los tópicos verdianos y wagnerianos, si bien no pueden dejar de hacerse un par de comentarios: al espectáculo se alarga tanto como las óperas de Wagner, y todo esto lo trataron Groucho, Harpo y Chico de forma irrepetible en «Una noche en la ópera».