Concierto para una Efeméride
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Me cuentan una curiosísima historia que no me resisto a trasladarles a ustedes, pensando que no todo tiene que ser cierto pero, también, que bien podría serlo. Como rezan muchos avisos antes de una película, «Todo parecido con la realidad es mera coincidencia». O no, cómo diría el desaparecido Mariano Rajoy. Y se lo voy a contar como si fuese el bachiano «Oratorio de Navidad». Érase un país que iba a celebrar una importantísima efeméride y para tales fastos, entre otras acciones, programó un concierto en su auditorio nacional con su orquesta más preciada. En la primera parte de ese acto se iba a medio estrenar una pieza de un aclamado compositor de muy avanzada edad y el concierto iba a ser dirigido por un hijo del mismo. En la segunda parte iría la sinfonía más popular de todo el repertorio sinfónico.
Mas he aquí que surgió la idea: que el acto debía ser retransmitido por la televisión oficial, con la que la organización se puso rauda en contacto. Y entonces surgió el primer percance: «Si ese simbólico concierto va a tener lugar, ha de ser la orquesta de la casa quien lo toque». «Bien», contestó la organización, pero la cosa se complicó aún más cuando también se añadió: «Y lo más lógico es que el director sea el titular de la propia orquesta». El compositor sentenció: «Si eso sucede, no se tocará mi partitura». Intervino entonces el titular de la orquesta de la televisión y lo hizo, según unos con inteligencia y según otros con cierto resabio, imaginando cuál sería la respuesta: «Que mi colega dirija en la primera parte la obra de su padre o la de quien sea y en la segunda yo la gran sinfonía. A fin de cuentas nos podemos divertir todos». Obviamente acertó en ella: «De eso ni hablar. O todo o nada». Así que hubo que sustituir estreno y batuta. Dicen las malas voces que fue el propio veterano compositor quien sugirió la persona a quien hacer un nuevo el encargo. El caso es que se efectuó éste, que vino a contar con importantes intervenciones de varios solistas de la orquesta. Cuando recibieron la partitura se asustaron y exclamaron: «Esto no hay quien lo toque. Alguien ha de arreglarlo. Que lo solucione nuestro titular». Y el titular respondió: «De acuerdo, pero con un encargo escrito de su autor». Y ella, la autora, fue supuestamente diciendo que el director se quería apropiar de su obra, con lo que éste acabó por desentenderse. Fueron entonces los propios solistas quienes se dijeron: «Pues hagámoslo nosotros». Y se cumplió su voluntad.
Al final se tocó la obra de encargo apañada por los solistas de la orquesta y la gran sinfonía. Todo ello dirigido por el director titular y todo ello fue retransmitido. Y al evento acudió la más alta nobleza y algunos plebeyos. Y alguno de los escotes fundieron las redes sociales. Y la efemérides fue celebrada y no hubo división de opiniones al acabar el acto, porque quienes no querían celebrarla no asistieron.