Crítica del Festival Atrium: Romanticismo bien destilado
Siete conciertos muy distintos han constituido su segunda edición, que se ha visto bien abastecida de público
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Obras de Schubert y Schumann. Elisabeth Leonskaja y Julius Drake, piano. Katja Maderer, soprano; Jonas Müller, barítono. Cuarteto Kandinsky. Festival Atrium Musicae 2024. Cáceres, Gran Teatro, 10 y 11 de febrero de 2024.
Ha salvado con éxito su nueva singladura el joven Festival Atrium de Cáceres creado por la Fundación Atrio de Cáceres y proyectado, gobernado e ideado por Antonio Moral. Siete conciertos muy distintos han constituido su segunda edición, que se ha visto bien abastecida de público. Toca aquí hablar de las dos sesiones de cámara protagonizadas en buena parte por la gran pianista georgiana Elisabeth Leonskaja (1945) que, pese a su edad, aún se manifiesta en buena forma defendiendo sus acostumbrados criterios musicales. Es artista de raza, expresiva y refinada. Posee una técnica de ataque muelle y variada y hace gala de un pedal exquisito, que establece enormes posibilidades de regulación dinámica y de fraseo. Es cierto que a veces marra en el apoyo y que oscurece ciertos pasajes contrapuntísticos; problemas que quedan generalmente borrados por la hondura y verdad con las que toca y canta.
Por eso no nos importó demasiado que su interpretación de la “Sonata D 537” de Schubert tuviera algún que otro punto débil en cuanto a digitación y algún que otro pasaje dubitativo. Lo importante es que hizo música y mostró las bellezas internas de la pieza. Luego, en compañía de Julius Drake, un gran pianista y no solo como acompañante, nos brindó una poética y lírica “Fantasía cuatro manos D 940”, en la que todo fueron bellezas; como las que atesora una obra tan magistral como esa.
Drake se encargó de dialogar desde el teclado con las jóvenes voces de la soprano Katja Maderer y el barítono Jonas Müller en una serie de lieder sobre poemas de Goethe, entre ellos, por supuesto, el inefable “Gretchen am Spinnrade” (Margarita en la rueca), “D118”, que ella desgranó con emoción y sinceridad con algún destemple que otro en los La naturales agudos. Pero posee un timbre fresco y luminoso que se escuchó en ocasiones a dúo con su compañero. Fraseó de manera muy convincente en los “Lieder de Mignon D 877” y “D 321”.
Más alicorto y primerizo nos pareció Müller, de voz más bien opaca, pequeña y sin relieve. Dijo correctamente, aunque de forma muy tímida y con escasa proyección sonora y expresiva. Ambos cantores se unieron en algún momento. Como en “Licht und Liebe D 352”, única pieza no apoyada en poema de Goethe, sino de Matthäus von Collin. El cierre fue muy hermoso con la mencionada y maravillosa “Fantasía”.
Tras el estupendo concierto matinal del día 11 con la “Variaciones Goldberg” de Bach, comentado en estas páginas por Justo Romero, por la tarde nos solazamos de nuevo, en esta ocasión con música de otro romántico: Robert Schumann. Concierto en el que se erigía de nuevo en protagonista Leonskaja, que nos pareció más entonada y despierta, más corajuda, que el día anterior. Abrió la sesión con una interpretación de rara expresividad, bien contrastada, de los “Estudios Sinfónicos op13”. Nos ofreció la versión original en 12 números, sin los cinco añadidos con posterioridad. Se extasió, y nos extasió, especialmente en el “Finale”, donde retuvo inteligentemente el tempo marcado (“Allegro brillante”).
Después de una muy amena y bien tocada interpretación del “Cuarteto op. 41 nº 1” a manos del juvenil Cuarteto Kandinsky, del que Leonskaja es abierta protectora, nos llegó, como rutilante cierre del Festival, el “Quinteto op. 44”, tocado con entusiasmo, rigor conceptual y apasionamiento por los jóvenes instrumentistas (rusa, chileno, italiano y español), acompañados -sustentados más bien- por el piano diligente, poético y matizado de la georgiana. Todo funcionó fluidamente, de manera muy natural. La imponente composición nos levantó del asiento.
Los temas nos envolvieron y nos encandilaron en virtud del ensamblaje y del fraseo de los muchachos. Nos atrajo en particular el balanceo y la dicción cálida del viola, un italiano muy expresivo. Pero la conjunción fue impecable. Ante los aplausos repitieron el “Scherzo, Molto vivace”. Excelente remate y anuncio de la próxima edición, que Moral parece tener ya diseñada. Larga vida al Festival.