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Gregory Corso, el cuarto «beat»

Se cumplen 15 años del fallecimiento del poeta, autor de “El feliz cumpleaños de la muerte”
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Se cumplen 15 años del fallecimiento del poeta, autor de «El feliz cumpleaños de la muerte»
Al acabar la Segunda Guerra Mundial despertaba un nuevo orden mundial bicéfalo formado por la Unión Soviética y los Estados Unidos. Ambos países representaban dos nuevas corrientes de pensamientos tan diferentes la una de la otra como paralelas. Se necesitaban mutuamente como enemigos para usar la protección ante una amenaza externa como excusa del crecimiento científico y bélico. Y así nació la Guerra Fría con su “carrera espacial” y con sus conquistas ideológicas y militares.
En este contexto histórico, en la década de los 50, germinó en Estados Unidos una contracultura de base literaria crítica con los beneficios del modelo capitalista del país frente al abandono de los derechos sociales, la generación “beat”. Eran amados por unos, sobre todo por los “greasers”, representados por Elvis Presley y James Dean, rebeldes que desobedecían la autoridad; y odiados por otros, aquellos que denominaban despectivamente al movimiento, “beatnik”; en relación a su escaso patriotismo acusándolos de soviéticos (la terminación “nik” está tomada del satélite ruso Sputnik). Fueron Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William S. Burroughs los que pasaron a la historia como su principales componentes y sus inspiradores, pero ellos mismos
consideraban que había una cuarta pata en la mesa “beat”, incluso Burroughs llegó a afirmar que “ciertamente era uno de los papás”, el poeta Gregory Corso, de quien se cumplen hoy 15 años de su fallecimiento.
Huérfano casi desde su nacimiento, su actitud delincuente hizo que pasara su adolescencia de un reformatorio a otro hasta que a los 16 años fue acusado por robo e ingresó durante dos años en la prisión de Dannemora, donde escribió sus primeros poemas. En 1950, a sus 19, conoció en Nueva York a Allen Ginsberg, quien encontró en Corso el talento de los grandes clásicos y el espíritu transgresor y rebelde de los “beat”, y hasta en una ocasión aseguró que “es un poeta muy superior a mí. Puro terciopelo...”. De esta manera, Corso comenzó a formar parte del grupo, conociendo a sus miembros y tomando el modo de vida nómada e ideales sociales propios del movimiento, y en 1955 publicó su primer poemario, “The vestal lady on brattle and other poems”.
Tres años más tarde lanzó “Gasolina”, en el que se destaparía como un existencialista de versos libres, al estilo de Walt Whitman. Pero si para éste las metáforas se encontraba en la naturaleza, en las “Hojas de hierba”, para Corso estaban en la urbanidad, en la creación humana, en la “Gasolina”.
Prueba de ello es su poema “Bomb”, en el que con ironía describe su amor a una bomba posicionándose a favor del desarme nuclear. El sentido del humor fue una de las marcas de estilo de Corso, como demuestra en el que quizá sea su poema más famoso “Marriage”, donde, con sarcasmo, concluye los beneficios de la vida individual frente a la matrimonial.
Sin embargo, las dos primeras obras de Corso estuvieron eclipsadas por la publicación de los tres libros de referencia de la generación “beat”: “Aullido” de Allen Ginsberg en 1956, “On the road” de Jack Kerouac en 1957 y “Naked lunch” de William S. Burroughs en 1959. Corso no se quedó atrás y en 1960 se editó su poemario que mejores críticas ha recibido y que posee un arraigado carácter nihilista y estética surrealista: “El feliz cumpleaños de la muerte”. En la década de los 60, los “beat” perdieron el protagonismo a favor de los nuevo movimientos sociales europeos y nortemaericanos, y la lírica de Corso se vio afectada por ello, publicando en diez años un poemario visual junto a Sinclair Beiles, Burroughs y Bion Gysin, “Minutes to go” (1960), una novela, “El exprés americano” (1961), y dos poemarios, “Hombre de larga vida” (1962) y “Todavía hay tiempo de correr de vuelta atravesando la vida y expiar todo lo que se ha hecho tristemente” (1965). En 1969 los “beat” recibirían la noticia del fallecimiento de su mayor representante, Jack Kerouac, debido a la cirrosis provocada por el abuso del alcohol y las drogas, característica de los autores de la generación que ha favorecido la mitificación de la misma. Al morir Kerouac también se firmaba el certificado de defunción del movimiento, de hecho, aunque Corso continuó publicando hasta 1989 y en los 90 colaborara en dos álbumes del músico Nicholas Tremulis, fue su libro lanzado en 1970, “Sentimientos elegíacos americanos”, único que logró verdadera trascendencia tras la muerte de Kerouac, a cuya memoria dedicó el primer poema de la obra.
En 1997 tuvo que soportar el definitivo desenlace de la generación “beat” con el fallecimiento, con cuatro meses de margen, de Allen Ginsberg y William S. Burroughs. Asi, quedaría como su único representante hasta su muerte el 17 de enero de 2001 a causa de un cáncer de próstata. Días más tarde se cumplió su voluntad de que sus cenizas fueran enterradas al lado de la tumba del poeta romántico Percy Bysshe Shelley en el cementerio protestante de Roma. En 2009 el cineasta Gustave Reininger estrenó un documental titulado “Corso, el último beat”, para honrar su trabajo y mostrar que fue uno de los poetas más representativos de su tiempo y uno de los que más bella lírica han poseído nunca.

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