San Sebastián

Jazzaldia: The Pretenders, un himno a San Sebastián

La mítica banda ochentera llena la playa de la Zurriola en el día inaugural del 52 Heineken Jazzaldia

La banda The Pretenders encabezada por su cantante, Chrissie Hynde, durante su actuación en la playa de la Zurriola de San Sebastián, en el marco de la 52 edición del Festival de Jazz.
La banda The Pretenders encabezada por su cantante, Chrissie Hynde, durante su actuación en la playa de la Zurriola de San Sebastián, en el marco de la 52 edición del Festival de Jazz.larazon

Si, como dice Herbie Hancock, más que la adscripción a unos patrones musicales “el jazz trata acerca de estar en el momento presente”, dejándose llevar por el contexto, la magia del instante, los caminos de la improvisación, es justo entonces que el festival de este género con más solera de España, el Heineken Jazzaldia, lo inaugurara por todo lo alto una banda de rock.

¡Pero qué banda! La voz de The Pretenders, la incombustible Chrissie Hynde, cantando prácticamente a capella, piano piano, el clásico “Hymn to her” frente a la playa de la Zurriola de San Sebastián, con la Concha detrás, es puro “momento presente”, que diría Hancock. Con “Don’t Get me Wrong”, “I’ll Stand By You” o “Back to The Chain Gang” demostraron por qué los 80 siguen volviéndonos locos y por qué el Heinekein Jazzaldia es mucho más que un festival, es el estado de ánimo de toda una ciudad.

52 años lleva viviendo Donosti su romance con el jazz -más de 20 de ellos con la casa cervecera Heineken como patrocinador- y, en los últimos, su director, Miguel Martín, ha apostado por abrir el Heineken Jazzaldia a propuestas que rebasen el mero ámbito de este género musical y que impliquen a toda la ciudad. El concierto de The Pretenders, sin ir más lejos, con la Zurriola hasta la bandera de espectadores, se pudo disfrutar gratuitamente en el enorme Escenario Verde, donde se congregaron unas 37.000 almas.

Y de lo masivo a lo íntimo: el seductor saxo de Wayne Shorter para el público de “connoisseurs” del Kursaal. Puro tabaco negro, sofisticados aires de club en un auditorio (por una vez, qué pena) libre de humos. 83 años tiene Wayne Shorter y su carisma emana a veces de un simple gesto o de la conciencia compartida por todos de estar ante una leyenda. Él es uno de los grandes cabezas de cartel de un festival que puede presumir de atraer a estrellas de éste y otros géneros para, en el mejor escenario posible (¿quién puede no amar San Sebastián?), depararnos muchos, muchísimos, “momentos presentes”, que diría Hancock. Puro jazz incluso si se trata de rock. O viceversa.