Josep Vicent: «La música es una necesidad, como la educación o la sanidad»
El director de la ADDA Simfònica afronta con ambición el reto de dirigir una de las mejores plantillas del momento
El director de orquesta alicantino afronta con ambición el reto de dirigir una de las mejores plantillas del momento.
Cuando Josep Vicent (Altea, 1970) aceptó el reto de ser el director de la recién nacida orquesta ADDA Simfònica, hace escasos meses, no se imaginó que el éxito grupal llegaría tan temprano. La de la Diputación de Alicante ya es un referente en el mundo de las orquestas internacionales. Sus compromisos se cuentan por docenas. Sin ir más lejos, este domingo asumen la interpretación de del siempre complicado Shostakovich y su «Leningrado».
-¿Cómo han sido estos primeros meses de andadura?
-Estamos todos absolutamente impresionados por el proceso. Ha sido más potente de lo que esperábamos. Se ha construido un instrumento de una calidad excepcional. Esto demuestra que hay muchísima gente muy buena, españoles muy buenos, que tenían la necesidad de encontrar un trabajo de calidad. Somos una formación impresionante. Recibo muchos mensajes de enhorabuena. Cada vez que damos un concierto, generamos mucha empatía. Esto ha hecho que vaya todo muy rápido. La agenda de la orquesta está hasta arriba de compromisos. Estamos muy agradecidos.
-Como valenciano, ¿qué siente al dirigir una de las mejores orquestas de la Comunitat Valenciana, y de España?
-Es una orquesta de nivel mundial. De verdad lo digo, es una orquesta muy especial. Es un honor para mí. Te pones a trabajar el primer día y te das cuenta de que vamos, entre todos, a poder llegar a la esencia de la música. A la velocidad que trabajamos hoy en día, y con la presión que existe, lograr esto es muy complicado.
-Una temporada inicial enfocada a todos los públicos. ¿Es este, el no abrir el rango de edades, el gran error de la música orquestal durante las últimas décadas?
-Estoy de acuerdo. La música no tiene barreras de edades. Además, cometemos el error de que, para acercarte a un público de una edad determinada, tienes que adaptar tanto la cosa que acaba siendo otra. Al final acabas haciendo una función de teatro, que no está nada mal, pero no es la música clásica pura. Yo no me considero tan mayor aún, y sé que toda la gente de mi generación ama la música profundamente. Lo que no aman es la tontería de alrededor de la música. Todas esas normas que les impiden sentirse en casa cuando van a un auditorio. ADDA Simfònica tiene un espectro de edad entre los 26 y los 54 años, y esa energía se transmite a todos los públicos.
-¿Cómo es posible un número tan alto de conciertos en tan poco espacio de tiempo?
-La orquesta está trabajando mucho y a muy buen ritmo. La música y la cultura no es un pasatiempo, sino una necesidad, como la sanidad o la educación. El ser humano necesita de esta influencia una vez estén cubiertas las necesidades básicas. Esto requiere muchísima gente que trabaje en ello y muchos auditorios que funcionen a buen ritmo.
-Entiendo que reclama una mejor financiación hacia el mundo orquestal.
-Quiero que se mire de frente la capacidad de movilización que tiene la música. La sociedad tiene la oportunidad de acercarse a la belleza. Yo estoy ensayando y me pasa por la mente «¡qué privilegio!». Tenemos la obligación de poder ofrecer esta oportunidad a la gente. Para el presupuesto de un país, la inversión en cultura es mínima. Pero la oferta también ha de ser comprometida y de calidad, por supuesto.
-¿Qué supone tocar en el Auditorio de la Diputación de Alicante?
-La base de todo es la comunicación que se produce entre seres humanos a través de una onda física de sonido. Si la onda llega con la suficiente presión, color, potencia... Provoca en ti la sensación de que la música te está llegando y te esta tocando. La calidad arquitectónica del edificio es fundamental para ello. No hay dos auditorios iguales, pero hay algunos que tienen una pequeña estrella que los hace especiales. El ADDA la tiene. Si no tuviera ese alma para el sonido, nada de lo que estamos hablando se hubiera producido. Hacer las cosas bien tiene su efecto. Es el elemento iniciático de toda esta conversación.
-¿Qué destacaría de la programación más próxima?
-Hay un par de hitos especiales. El 14 de abril interpretaremos «Leningrado», que escribió Shostakovich para una ciudad totalmente destruida tras la guerra, en un teatro que no tenía techo, para una sociedad rota... Desde su estreno, se convirtió en un símbolo de la resistencia, de la fuerza del ser humano. El 9 de mayo, por otra parte, y con la colaboración de la Agencia Europea de Marcas y Patentes, que reside en Alicante, ponemos en pie «La Creación» de Haydn con la puesta en escena diseñada por «La Fura dels Baus». Dos citas indiscutibles. Además, el 24 de mayo haremos un programa titulado «Del himno para el hombre feliz», en colaboración con Steffano Bollani, un pianista impresionante que une a través de sus dedos el jazz con la música clásica. Haremos músicas de Gershwin y de Copland, entre otros. En verano habrá dos citas especiales: en julio celebraremos el centenario del nacimiento de Bernstein, con su «West Side Story», y el 75 aniversario de Michael Nyman. Estará él con nosotros, con sus indiscutibles músicas, patrimonio de todos.
-Por último, ¿qué consejo daría a los jóvenes directores que están comenzando en el siempre complicado mundo de la batuta?
-Hay grandes poderes que juegan e influyen en este mundo. Es difícil trabajar con una orquesta sinfónica: si tú quieres aprender a tocar el trombón, te compras un trombón; pero para ponerte delante de una orquesta a trabajar necesitas tener la suerte y la oportunidad. Debemos ir generándolas entre todos. A los jóvenes directores les diría que crean en ellos mismos, que no sean ningún otro. Yo construí mi carrera haciendo mis espacios desde el principio. Es un largo camino. Al principio te toca hasta hacer los pósters para anunciar el concierto. Hay un gran libro de dirección de orquesta que dice que la dirección de orquesta es el uno por cierto de la dirección de orquesta. Hay muchos aspectos alrededor que hay que llevar de la mano. Les animo a que disfruten de ese proceso de construcción. Que no paren de soñar.