Teatro

Barcelona

La zapatera prodigiosa

La Razón
La RazónLa Razón

Uno no sabe ya en qué país vive. Enciende la televisión y ve por doquier que se habla de un partido nuevo como si hubiera hecho o fuese a hacer todo, cuando sus hechos reales casi se limitan a aprovechar el justo hartazgo popular, a callar sobre los temas de valores y dejar que los demás metan la pata. Pero no queda ahí la cosa, sino que abre uno los periódicos y encuentra como protagonista a una dependienta aficionada a la música, cuya hazaña para ocupar el espacio que se niega a la propia música es haber repartido octavillas en un teatro. Pero claro, la zapatera en cuestión ha conseguido algo similar a lo del citado partido: arrastrar al público. A un público desilusionado con un teatro que se ha dedicado en los últimos años a programar contra él.

La zapatera madrileña de 27 años es licenciada en Musicología, diplomada en Educación Musical y estudiante en un conservatorio de canto. Así de desaprovechados están nuestros jóvenes. Sabe hablar casi tan bien como Iglesias y no tiene reparos en afirmar que «como historiadora de la música que soy, me hacía mucha ilusión hacer historia de nuevo». Para epatar el bis de Nucci en «Rigoletto», al que no pudo asistir, compró por 20 euros una entrada de último minuto en la fila 9 del patio de butacas –el Real no se ve tan vacío gracias a ese 10 por ciento de su aforo reservado a tal destino– y repartió junto a su novio octavillas con el texto «Animemos a Javier Camarena para que haga bis esta noche. Gritemos todos juntos: ¡¡¡¡Biss!!!!». Y lo consiguió. Camarena soltó otros 9 do de pecho y a ella la reclamaron en mil entrevistas, excusándose de no poder atender a alguna porque tenía que viajar a Barcelona a escuchar a Lady Gaga. Nos enteramos de sus gustos, de su curriculum, de que sus padres se dedican a la fotografía, de que su hermano es videógrafo... Vamos, lanzada al estrellato. Sólo falta que la fiche Iglesias. Como ven, una historia que ni Lorca hubiera imaginado cuando escribió «La zapatera prodigiosa».

De toda esta historia peculiar, el hecho positivo es que Madrid puede contar con un ídolo, Javier Camarena, como en su día pudo haberlo sido Aquiles Machado si el Real hubiese sabido hacer las cosas. La ópera necesita entusiasmo, sangre y las voces son lo único que lo proporcionan. El tenor había sido fichado hace años por Matabosch para el Liceo, donde en diciembre cantará «Maria Stuarda», y se recurrió a él para rellenar una temporada que Mortier dejó en el alero. Entremedias acaeció el bis en la «Cenerentola» del Met sustituyendo a Flórez y le llegó la fama. Hasta Lissner pasó por Madrid a contratarle. Afortunadamente, estará en los carteles de Barcelona y Madrid en las próximas temporadas.