Música

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Leon Bridges: señor, qué voz

Intérpretes: Leon Bridges, Austin Jenkins (guitarra), Justin Block (batería). Sala La Riviera, unos 1.000 espectadores. Sábado, 19 de septiembre.

Leon Bridges: señor, qué voz
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El cantante texano, que presentaba en Madrid «Comin Home», enamoró a un público entregado a un show de otro tiempo

Si alguien todavía albergaba dudas sobre la autenticidad de las intenciones de Leon Bridges, el sábado todo quedó claro. El combustible del músico texano no es pose ni fingimiento, sino una asombrosa encarnación del soul de los sesenta en un joven de 26 años que canta a caballo de un timbre y un tono de voz que no hay imitador de lo vintage que pueda soñar. Bridges sedujo y enterneció a partes iguales a una Sala Riviera de Madrid entregada a sus buenas maneras y la verdad de un talento natural que confirma las grandes expectativas generadas con su primer trabajo, «Coming Home», que anoche también presentó en Barcelona.

Bridges canta con la mano a la espalda, sin aspavientos más allá de un balanceo tímido. Criado en una pequeña comunidad texana, en Fort Worth, en los valores de la Iglesia y del respeto a su comunidad, Bridges se presentó inmaculado en el escenario, tal y como su madre le educó en solitario tras divorciarse de su padre. Su pulcritud y sus maneras antiguas son parte de su encanto: pantalón de raso, americana, corbata y corte de pelo aseado. Pero en un tiempo de permanente «revival» hay que separar el grano de la paja. Así, los pantalones de tiro alto se difuminan cuando Bridges empieza a cantar «Better man», «Brown Skin Girl» y «Flowers», cortes de su disco de debut, que sonaron consecutivos y conquistaron al millar de espectadores por la vía de unas tórridas frecuencias vocales. Bridges cantaba al amor perdido, rogaba comprensión por sus defectos y se ganaba una segunda oportunidad con esa chica mexicana (la de piel morena anterior) por aclamación. Y, sin embargo, todo el público le deseaba secretamente un infinito mal de amores para que siga escribiendo canciones como aquéllas por nuestro propio beneficio.

Junto a él se presentaron en escena cinco músicos blancos, entre ellos los artífices de parte del éxito de Bridges, Austin Jenkins (guitarra) y Joshua Block (batería), ambos miembros de White Denim, y que lanzaron la carrera del que hasta hace poco era camarero en un restaurante tex-mex. Jenkins y Block (que vestía sombrero blanco de cowboy en el escenario) llevan el rhythm & blues al trote o al galope según convenga, y el sábado tiraron por tierra el mito de la mala acústica de la sala madrileña. Fue una hora y media de hilo de seda musical. Bridges no perdió la compostura ni cuando interpretó «Twistin’ & Groovin’» y su americana permaneció abotonada tantas canciones como duró el concierto. Escucharle atacar los versos es sentir al heredero más legítimo de Amy Winehouse por la verdad y sobriedad del gesto, que no perdió tampoco cuando el público le vitoreaba en el segundo grupo de temas «Daisy Mae», «Coming Home» y «Let You Down». «Venimos de Texas y estamos felices de veros», anunció Bridges en el preludio de «Lisa Sawyer», que le escribió a su madre. «Sin embargo, no es su canción favorita», reconoció algo contrariado y sonriente. Bridges no se crió escuchando soul, sino hip-hop, y asistiendo a clases de baile. Y sin embargo, viéndole actuar, hay que frotarse los ojos ante el misterio de este joven maestro. La temperatura de su voz es un verdadero peligro. Puede que su estilo te desubique mas que el Eibar jugando en Primera División, pero igual que el equipo de fútbol, el texano es auténtico y honesto. Es Leon Bridges y no un museo musical andante, es un artista de este tiempo con tanto talento que ya suena a clásico. Fue su primera visita a España y dio la sensación de que era un día importante: la próxima vez que pase por Madrid no será fácil conseguir una entrada.