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Parsifal, la ópera «rompedirectores»

Seymon Bychkov, que conoce a fondo la ópera wagneriana, dirigirá la orquesta en lo que será una verdadera carrera de fondo de cinco horas de duración para la que, asegura, hay que estar preparado mentalmente. Físicamente, también, claro.
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Cuatro horas y 15 minutos de ópera más cincuenta minutos de dos descansos. Redondeando, cinco horas es la duración del nuevo espectáculo que tomará el escenario del Teatro Real entre el 2 y el 30 de abril. Se trata de «Parsifal», la obra compuesta por Richard Wagner a partir del poema épico medieval de Wolfram von Eschenbach, un verdadero reto para el público (el que asista a la sesión de las 19:00 saldrá del recinto a media noche) y, sobre todo, para el director musical, que se expone a un esfuerzo físico con el que corre el riesgo de quedarse tan delgado como su batuta. Y es que en el caso de esta obra, el maestro, no es para menos, se convierte en el verdadero protagonista más allá de los cantantes, que podrán dosificar su esfuerzo entre bambalinas mientras el director continúa en la tarima. Sobre ella, ordenando a la Orquesta Titular del Teatro Real, estará Semyon Bychkov, quien afirmó que para enfrentarse a «Parsifal» se debe «vivir la vida como un maratón y no como un esprint». Por ello, hay que, añade, «estar listo físicamente, pero también mentalmente, ya que hay que estar concentrado. Es algo para lo que te preparas toda la vida, y después hay que preguntarse si a uno mismo le convence lo que ha hecho». A Bychkov el sacrificio le merece la pena e incluso, dice, «me quedo esperando un cuarto acto, un quinto, un sexto...». Ya lo dice el propio director, «la música de Wagner está siempre fluyendo, no tiene principio ni final».
- Rasgos inaceptables
El fanatismo de Bychkov por Wagner es absoluto, pero admite que en cierto sentido es una figura que le produce cierta contradicción y se cuestiona «cómo alguien capaz de componer una divinidad como ‘‘Parsifal’’ podía tener rasgos humanos tan inaceptables». Se refiere a su inclinación antisemita, que, además, provocó que los nazis tomaran la música de Wagner como referente. Pero para Bychkov esta característica «villana» de Wagner unida a su genialidad como artista producían que «pudiera identificarse tanto con los personajes buenos como con los malos». Estos últimos caracteres generaron una duda en el mentor de Bychkov, Peter Diamand, antiguo director del Festival de Edimburgo. Él preguntó a Bychkov: «¿Cómo es posible que los caracteres malvados de Wagner estén acompañados de una música tan bella?».
Confiesa Bychkov que «no pude responder hasta unos pocos años más tarde. Estábamos ensayando en Viena el dueto del segundo acto de ‘‘Lohengrin’’ entre Elsa y Ortrud, y entonces comprendí que Wagner sabía que el personaje de Ortrud era deleznable, pero también que el modo en el que alguien percibe a una persona no coincide en cómo ésta se ve a sí misma».
Si hablamos de Parsifal, a Bychkov le parece «un loco inocente que a través de la composaión alcanza la sabiduría y esto le permite salvar a la humanidad». Así, Wagner nos plantea un personaje que practica las lecciones que «ya planteó Jesucristo mucho antes que él», comenta el director, y que también exponen religiones como el budismo, de la cual «el compositor alemán era un apasionado, de hecho tenía en proyecto una obra sobre ello», declara Bychkov. Pero si a él le atrae algo de «Parsifal» es que, «las temáticas en las que incide son universales», y que se trata de «una creación muy contemporánea», en relación con la decadencia persistente en la sociedad occidental o, como califica el propio Bychkov, «ciclo violento y oscuro». Precisamente debido a esta lectura de la obra realizada por el maestro, el director artístico del Teatro Real, Joan Matabosch, cree que «provoca que sea incómodo presentarla hoy en día, pues nos hará reflexionar porque nos traslada a cosas que nos atañen».
Sin embargo, la acción dramática propuesta por el director de escena, Claus Guth, nos desplaza hacia casi un siglo antes a la actualidad, la década de los años 20, es decir, la época de entreguerras. Justo este fue el periodo en el que «Parsifal» comenzó a ser conocida por el gran público europeo, ya que hasta 1913 los derechos de la obra los poseía exclusivamente el Festival de Bayreuth. La obra se estrenó en 1882, un año antes de que falleciera el compositor, con lo que destaca todavía más la capacidad del alemán de adelantarse a los acontecimientos, de ser capaz de ver más allá, de vaticinar lo que treinta años después sucedería en una Europa que se desangraba a golpe de trinchera. Un año más tarde estalló la Primera Guerra Mundial, la cual dejó un enorme número de heridos que, al finalizar el conflicto, fueron a parar a los sanatorios. En uno de ellos transcurre la trama, idea que Guth tomó de «La montaña mágica» de Thomas Mann. Así, se ocupará el espacio del Real, pero para Bychkov lo realmente importante de interpretar con corrección en el trabajo de Wagner es el tiempo. Curiosamente, la duración de «Parsifal» se ha acortado hasta alcanzar las cinco horas. «Antes los cantantes hacían lo que podían –se deleitaban en los recitativos– y los directores se adaptaban a ellos», comenta Bychkov, y esto provocaba que la lectura de la partitura fuera bastante más lenta que la que ahora se propone.
- Campos de exterminio
De hecho, Wagner fue ya protagonista en el Teatro Real entre el 19 de febrero y el 5 de marzo a través de su composición «La prohibición de amar». Ahora «Parsifal», comenta Matabosch, «inaugura el eje temático que cerrará la presente temporada y que pivota sobre el lema «Crear para vivir», y que seguirá con «Brundibár» de Hans Krása, una ópera que se pudo ver en el campo de concentración de Terezin, «Moisés y Aron» de Arnold Schönberg y «El emperador de la Atlántida» de Viktor Ullmann, otra obra emblemática escrita por un prisionero que no pudo verla estrenada, pues murió en los campos de horror, además del ciclo de conciertos en la Fundación Albéniz «Bailando sobre el volcán» y las «Sesiones golfas» de Simon Keenlyside y Angela Denoke. En otro sentido, «Parsifal» también representa un punto y seguido en la política colaborativa que está practicando el Real con el objetivo de expandir la marca del teatro, y la ópera ha sido coproducida conjuntamente con la Ópera de Zúrich y el Gran Teatro del Liceo de Barcelona.

Kundry, una mujer que son muchas

Para Anja Kampe, curtida en los teatros de ópera más punteros del globo, el suyo es «un personaje bastante complicado, una compilación de diferentes tipos de mujer que siempre está siempre durmiendo esperando a que alguien la despierte», asegura y añade que no tiene paz dentro de ella porque «es una verdadera hechicera». Lo cantó hace cinco años en Barcelona y el año pasado en Berlín. Ahora asegura que es capaz de hallar en él nuevos matices tanto musicales como dramáticos. Nombrar a Wagner es mentar la dificultad a la hora de cantar y avisa de «hay que tener mucho cuidado a la hora de trabajar porque quizá uno está cantando y tú tienes que decir una línea suelta en mitad de su parlamento y no te puedes olvidar». El barítono Evgeny Nikitin (Klingsor) confiesa que «‘‘Parsifal’’ es una de mis piezas favoritas. Posee una música muy poderosa. Cuesta concentrarse porque la partitura es muy rica y se presta a múltiples interpretaciones».

A la tercera va la vencida

En 2001 el Teatro Real subió a escena después de 80 años «Parsifal», con el maestro García Navarro en el podio y Plácido Domingo (en la imagen inferior) como cabeza visible del reparto. El director de orquesta, con una delicada salud, ya comentó entonces el impresionante esfuerzo físico que implicaba la dirección de esta ópera wagneriana. El día del estreno cosechó más de quince minutos de aplausos. En 2013 la obra regresó al coliseo, esta vez en versión de concierto con instrumentos originales y fidelidad a las anotaciones de Wagner, con Thomas Hengelbrock a la batuta y con Angela Denoke, Matthias Goerne Simon O’Neill como voces principales.