Nacer en La Línea de la Concepción (Cádiz) en el ecuador de los 90 y sentirte atraído por el
rockabilly, un subgénero del rock and roll, es un exotismo incontestable. Pero es que Alba Blanco, artísticamente conocida como La Perra Blanco, no es una linense cualquiera. Hija de músicos –«mi padre siempre ha sido un poco punki y le ha gustado el rock and roll, y mi madre era pianista de música clásica»–, comenzó a tocar la guitarra eléctrica con 13 años y uno después, con más arrojo que talento, se subió por vez primera a un escenario.
Empezó tocando heavy metal y thrash metal influenciada por grupos y solistas como Pantera, Ted Nugent,
Metallica, pero su curiosidad la hizo retroceder en el tiempo: «Me gusta investigar –explica–, saber de dónde vienen las cosas, y como también me gustaban Jimi Hendrix y los Doors, me pregunté a quién escuchaban mis estrellas de rock favoritas. Entonces me puse a rebuscar y me topé con la música de los 50, el rock and roll, y de los 40, el jazz, el blues, todos esos géneros. Me gusta estudiar el contexto social en el que acontecen estos movimientos musicales. Porque cuando nace un movimiento artístico siempre va ligado a un movimiento político, a algo social, y creo que esa es un poco la magia de esta música, del góspel, la música negra, el country».
Al escucharla, entiendes enseguida que estás ante una mujer inteligente. ¿Qué pasó con los estudios? «Era buena estudiante –revela– hasta que empecé a tocar la guitarra. Ahí se fue todo a tomar por culo, jaja. No acabé la ESO. No sé si la guitarra me arregló la vida o me la jodió, eso está por ver. He pensado muchas veces en retomar los estudios, pero me dedico profesionalmente a la música desde hace tres años y me va bastante bien. Ahora no me planteo volver a estudiar porque tengo que volcarme en tocar y en componer, en esta vida que tengo ahora, bastante chula, muy particular y bohemia». No exagera nada: los conciertos de esta notable guitarrista, que además canta y compone, tienen la intensidad de un huracán, y sólo por verla en pleno trance merece la pena el desembolso de la entrada. Y el boca a boca –«¿conoces a La Perra Blanco? Es la caña, no te la pierdas»– la está convirtiendo en una de las artistas de la música que más expectación despiertan. Pero, ¿de dónde le vino su singular sobrenombre? «Lo de “perra” era una broma que teníamos un grupo de amigas, que todas nos decíamos “perra tal”, “perra cual”. Un día alguien dijo de cachondeo “la Perra Blanco” y yo, que estaba buscando un nombre artístico, pensé: “Anda, pues La Perra Blanco está guapo”. Así fue».
«Cuando nace un movimiento artístico siempre va ligado a uno político, a algo social»La Perra Blanco
El próximo 19 de enero, La Perra publicará su cuarto disco, el segundo de creación, «Gei it out», cantado íntegramente en inglés, como los anteriores, y con el que saldrá de gira: «Todo lo hago yo, tanto las letras como la instrumentación, y luego se lo paso a los chicos [Guillermo González, contrabajo, y Jesús López, batería] para que lo interpreten a su manera. He puesto todo mi corazón en este disco. He volcado en él todos mis miedos y una parte muy emocional de mí. Tiene un par de baladas que no había en los discos anteriores, y muestro así otra faceta de mí que, creo, es importante a nivel artístico. Porque no todo es diversión y “boogie-woogie”, sino que hay más cosas, bonitas y malas, como en la vida misma».
La temática del disco es fundamentalmente amorosa y tiene una fuerte carga autobiográfica: «Casi todo lo que hago está basado en vivencias propias, en cosas que me han ocurrido y que están en mi cabeza. La mayoría están relacionadas con el amor, con el aspecto romántico, y el sexo también está bastante presente. ¿El amor en mi vida? Yo diría que he roto el corazón más de una vez. Suelo creer que me lo han roto a mí, pero, en realidad, ha sido al revés, jaja. Voy de víctima y todavía no me he dado cuenta, jaja. Pero –añade– hay otros temas: la canción que le da título al disco, “Gei it out”, habla de la esclavitud del pensamiento, de cuando no puedes apagar la cabeza y estás todo el rato dándole vueltas a una idea y te jode el día. Pero no hay política, no he querido entrar ahí. Aunque siempre he sido bastante punki, bastante anárquica en mis conciertos, por mi carácter, no es eso lo que quiero transmitir. No es mi estilo como artista. Yo quiero hacer algo divertido, energético, y que la gente, cuando entre en uno de mis conciertos, se olvide de todos los problemas, del panorama social, de la política, y que disfruten». Carlos Tarque ha puesto su voz de oro en «Come back home», lo cual avala la calidad del disco, y ella sólo tiene palabras de agradecimiento y admiración: «Es un tío superagradable y superenérgico, y me encanta cómo ha hecho la canción: le ha dado un punto superchulo, muy guay. Tiene una voz impresionante, una pasada. Como yo no escucho nada de música en español, no le había prestado mucha atención y no me esperaba que cantase así, y menos una canción mía».
Alba/La Perra aún no ha cumplido 30 años. Le pregunto cuáles han sido la peor y la mejor experiencia de su vida: «La peor fue la muerte de mi madre. Yo era muy jovencita, tenía sólo 14 años. Y la más buena gira en torno a la música. Los momentos más intensos de mi vida los he vivido en un escenario y en la montaña, que me encanta. Soy adicta a la adrenalina. Me gustan los deportes de riesgo. Y en la vida en general me gusta vivir todo al límite. Para qué estamos aquí –concluye– si no vamos a experimentarlo todo al cien por cien». Vivir, vivir, vivir. Siempre.
TEMBLAD: LA PERRA YA ESTÁ AQUÍ
Javier Menéndez Flores
Te he dicho un millón de veces que puedes hacer lo que quieras conmigo, salvo pisar mis zapatos de gamuza azul. Pero ni me escuchas ni me haces caso. Eres un engreído y un chuleta y un sobrado, y por eso he decidido matarte con un riff que oirán los esquimales de Groenlandia y los aborígenes de Australia. Debiste pensártelo mejor, cariño, porque yo soy La Perra y no sólo ladro, sino que cuando agarro la presa ya no la suelto. Y mis manos no tiemblan jamás cuando envuelven el mástil. Y mis dedos conocen ese catecismo ancestral que activa las emociones y que puede elevarte en cuestión de segundos. Y mi corazón se contrae y se destensa al ritmo de esa música que te empuja a saltar y a gritar y a decir no (que no, que no y que no, que naranjas de la China). Quienes subestimen a La Perra Blanco, enteraos de una vez, pagarán las consecuencias con su sangre. Dicen que en La Línea, allá por los pies de España, el flamenco es el hilo musical y que el quejío está en el pan nuestro de cada día, en el cielo que nos vigila y hasta en el último centímetro del suelo que pisas. Pero yo oí cómo un tipo que no hablaba mi idioma le arrancaba lava a su guitarra eléctrica y a partir de ese día todo fue distinto y todo fue mejor.
Las profesiones pueden elegirte a ti; entrar en tu vida hasta entonces en la inopia e iluminarla con la potencia del padre del sol en pleno ataque de ira. Invadirte como lo harían un virus o un grupo armado. Secuestrarte. Te lo dice una sierva del rock, una esclava a mucha honra de los acordes más gruesos. Y tengo la autoridad suficiente como para afirmar que T-Bone Walker era tan jondo como Camarón de la Isla, aunque su arte tuviera barras y estrellas y en lugar de alimentarse a base de pescaíto frito y Barbadillo lo hiciera con hamburguesas, ensalada de col y Four Roses. ¿Quieres nombres? Te daré nombres: Bill Monroe, Merle Travis, Doc Watson, Carl Perkins, Wes Montgomery, John Fogerty, Joe Park. ¿Quieres canciones? Allá van: «Blue Moon of Kentucky», «Dark as a Dungeon», «Honey Don’t», «Everybody’s Trying to Be My baby», «Call It Stormy Monday (But Tuesday Is Just as Bad)», «Proud Mary», «Green River». En este párrafo, óyeme bien lo que te digo, está resumida la vida. Porque todos esos tipos y todas esas composiciones hablan del amor, el dolor, el deseo y la soledad como las cien mejores novelas de todos los tiempos. Y si las escuchas y no se te amotina en el acto la piel y se monta una fiesta total en tu cabeza, y no te trasladas a otros lugares y épocas, es que el fluido que discurre por tus venas no merece ser llamado sangre.
¿Me has visto ya «perrear» sobre un escenario? ¿No? ¿Y se puede saber a qué diablos estás esperando? Yo no vendo bolsas rellenas de aire ni motos ni escobas ni peines para calvos extremos. Lo mío es un rocanrol de altísima pureza que produce fiebre y la cura, ambas cosas. Porque todo lo que importa en esta vida tiene dos caras y dos polos, y puedes volar como una cometa tarada y algunas veces codearte con las águilas y otras engancharte en una rama y que no haya forma de zafarse de ese pérfido abrazo. Pero para alcanzar la gloria no queda otra que lanzarse al agua, y los riesgos son consustanciales a la empresa de tratar de llegar lo más alto posible. Y yo no me pienso detener por más enemigos y obstáculos que me salgan al paso.
Te lo he dicho dos millones de veces: no me llames Alba, ni se te ocurra. Soy La Perra, La Perra Blanco, y he dejado como dos espejos mis zapatos de gamuza azul, que por nada del mundo debes pisar. Vamos, baja y ábreme el portal. Porque ya he llegado (¿acaso no oyes el estruendo único de mi guitarra?). Porque ya estoy aquí.