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Rozalén canta sus secretos de familia

La cantante narra, en un disco cargado de emoción, la búsqueda de su tío abuelo desaparecido, el amor imposible de sus padres y el drama de un hombre acusado erróneamente de pertenecer a ETA.

La cantautora ha firmado un álbum impregnado emoción y con un fuerte acento personal
La cantautora ha firmado un álbum impregnado emoción y con un fuerte acento personallarazon

La cantante narra, en un disco cargado de emoción, la búsqueda de su tío abuelo desaparecido, el amor imposible de sus padres y el drama de un hombre acusado erróneamente de pertenecer a ETA.

Hay un disco en España que menciona a Melitón Manzanas y no es de Los Chikos del Maíz. En ese álbum, que no es de Ismael Serrano, se canta la historia del amor imposible entre un sacerdote de pueblo que abandona el ministerio porque se enamora de una joven para escándalo de todos los vecinos. Son los padres de la cantante. En otro de los temas se recuerda a los desaparecidos en la Guerra Civil, a los muertos que esperan sepultura en una cuneta y no, no es que Ana Belén haya lanzado un single. Fuera de bromas, el disco de María Rozalén es una bomba emocional armada de secretos de familia, historias reales y tabúes domésticos que la albaceteña se ha atrevido a cantar pese a las reticencias familiares. «Los tenía un poco asustados porque son temas delicados e historias completamente reales, pero han visto que todo lo he hecho con respeto y con amor», explica la artista de «Cuando el río suena...» (Sony), un disco en primera persona.

El primero de los temas impactantes se llama «Justo», como el hermano de la abuela de Rozalén. «Ella, que es una persona muy religiosa lleva ese dolor dentro. Tener un desaparecido en la familia provoca esos sentimientos que nunca se terminan. Y además mi abuela me relaciona con él porque también cantaba. Yo empecé a escribir sobre la historia hace dos años hablando con mi abuela pero no me resultaba sencillo. Un día conocí al presidente de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica, Emilio Silva. Le dí los datos de mi tío abueloy el 1 de noviembre recibo un “wassap”. Justo está en una fosa en Arganda del Rey. Y después de 77 años le pudimos llevar una flor», explica Rozalén de una historia con la que no quiere entrar en polémicas políticas. «En ningún caso. Yo solo quiero que la gente se ponga en la piel de alguien que busca a su hermano durante tanto tiempo. Yo estudié psicología y hay unas fases del duelo que en el caso de mi abuela nunca se han completado. Pero ir allí y dejar esa flor le ha permitido curarse y ha sido muy emotivo en la familia», explica.

Una confusión

Y es que la abuela de Rozalén es la verdadera protagonista del disco. Otra canción cuenta una historia «que me está obligando a dar muchas explicaciones», dice resignada. En 1968, poco después del primer asesinato de ETA, llegó a Letur (Albacete) un detenido, vinculado con la banda terrorista. «La Guardia Civil lo desterró durante unos meses, porque en aquellos tiempos, por reunirte con alguien te acusaban de cosas muy graves. Pero no tenía nada que ver y a ese chico de 20 años lo mandan muy lejos para ver si alguien lo acogía. Por supuesto, nadie en el pueblo quería. Cuando los guardias civiles le llevan a la casa de mi abuela, ella tuvo una buena impresión y le preguntó. “¿Tú tienes madre?”. “Claro, señora”, le dijo él. Y se ve que mi abuela, que ya tenía seis hijos, pensó en cómo lo estaría pasando la madre del chico. Así que, en contra de la opinión de todo el pueblo, le acogió en casa. Le dio a todo el mundo una lección de amor sin prejuicios», dice Rozalén. La historia terminó tres meses después, cuando Miguel pudo regresar a su hogar en el País Vasco tras comprobarse que no tenía nada que ver con ETA. «Hace poco, en una firma de discos de San Sebastián se me acercó un señor de sesenta y pico años y me dijo: “Hola, María, me llamo Miguel y soy el hijo de tu abuela”. Fue algo tremendo. Me contó su versión de la represión y el destierro, cosas que tampoco se han contado. Pero él se quedó con lo bueno, igual que mi abuela», dice la artista.

Vaya vida ha tenido esa señora de Albacete, ¿verdad? «Es impresionante. Ella es súper religiosa y habla con una generosidad de todo... Me ha enseñado mucho». Rozalén también empezó cantando en el coro de la iglesia. «Sí, mi padre fue diez años sacerdote de vocación y simplemente se enamoró». Aquí está la tercera historia prometida, un relato con los dos pies en la realidad de España de finales de los 70, cuando algunos curas abandonaron. «Lo pasaron muy mal, porque en esos entornos opresivos pues a mi madre le llegaron a decir algunas cosas... Hubo gente que dejó de hablar a la familia. Eran otros tiempos pero a mis padres siempre les causó un poco de vergüenza. Pero de no ser por su amor, yo no existiría y pensé que ya era hora de que yo contase esto con orgullo. A mi padre no le hizo mucha gracia y ha resultado ser para bien. Algunos sacerdotes secularizados me lo han agradecido», explica Rozalén, que necesitó la ayuda del escritor Jorge Benítez Reyes para contar una historia que, de todas formas tampoco le contaron sus padres. «No, no es ficción, ha sido mi abuela la que me ha cascado cosas y otras que he pillado yo al vuelo», dice sonriente. Como se imaginan, hay más canciones en el álbum pero están completamente deslumbradas por las tres anteriores. «He dejado el alma en este disco», dice Rozalén.