Russian Red: «El karaoke es lo más liberador»
La artista regresa tres años después con un disco de versiones, una nueva vida como organizadora de eventos y el objetivo de apostar por su carrera de actriz.
La artista regresa tres años después con un disco de versiones, una nueva vida como organizadora de eventos y el objetivo de apostar por su carrera de actriz.
Ella lo explica como un acto natural. «Las cosas que salen así son las importantes», dice Lourdes Hernández (Madrid, 1984) sobre su nuevo disco, «Karaoke», un álbum de versiones que casi parece un capricho. La artista ha cambiado de vida y se mira a sí misma como buscando a otra persona. Presenta sus nuevas canciones en el Teatro del Arte, el próximo 3 de junio, atención, en doble sesión, como en los viejos tiempos. Las de las 20:00 horas ya están agotadas, pero quedan a la venta para las 22:30.
–¿Por qué las versiones?
–Cuando me mudé a Los Ángeles iba mucho al karaoke y empecé a darle vueltas a un concepto. Siempre me han gustado las versiones, porque como no tengo formación musical, empecé a practicar con la guitarra para tocar mis temas favoritos, no imaginaba escribir los míos. Por eso, este disco conecta con el inicio de todo. De alguna manera se cierra un círculo.
–¿Esa capacidad de escribir le interesa menos?
–Creo que se puede decir mucho a través de las emociones que no tienes. Esta idea conecta con los proyectos de actriz que estoy haciendo y que me han llevado a descubrir que, cuando interpretas, la experiencia es de otra persona pero también tuya. Y son procesos paralelos que me interesaban.
–El disco tiene una estética algo irónica.
–Sí, ha sido un proceso divertido. No era irónico de intención, sino que ha ido surgiendo.
–Lo ha autoeditado.
–He preferido hacerlo así. No voy a ir de gira y no haré la vida de músico de compañía, porque mi vida ya no se mueve en torno a la música.
–No es su prioridad, su sustento.
–Exacto. Juega un papel importante, no lo puedo negar.
–¿Prefiere la actuación en cine?
–Me apetece muchísimo. Un buen amigo hizo un corto y lo protagonicé. Aprendí una barbaridad y me convirtió en mejor persona, porque me condujo a vivir un personaje sin juzgarlo. Eso me abrió mucho, fue una experiencia que me llevó a una aceptación muy espiritual.
–Pues es una carrera bastante más competitiva...
–No pretendo para nada hacer carrera, sino proyectos que me permitan crecer personalmente. Ese fue el impulso, expandirme por dentro y dejar de creer que sólo era una cosa. Esa dicotomía de la identidad conecta muy bien con el disco. Un karaoke es lo más liberador: eres tú mismo adoptando la historia de otro.
–Pero también lleva una vida profesional distinta.
–Sí, un espacio de eventos. Mi marido y yo compramos una iglesia antigua y la renovamos para organizar conciertos, exposiciones, cenas... y ver por dónde nos llevaba. Tras el primer concierto nos reservaron tres bodas. Y se volvió destino de gente que quería casarse. Así que tenemos un negocio.
–¿No se ve dentro de diez años como músico?
–Dentro de diez años me encantaría poder seguir teniendo proyectos artísticos, pero el negocio es una satisfacción que no había imaginado. Me da equilibrio. Es que no solo somos una cosa. Para llegar a sitios creativos emocionales altos no solo puedes estar en eso. Sino estar en contacto con la realidad, la calle, a mí me ha funcionado.
–¿Cómo serán los conciertos de Madrid?
–De corte teatral. Quiero traer elementos de escenografía, vestuario, y un hilo conductor que explique experiencias personales y texturas emocionales.