Teo Cardalda: «Tengo una crisis existencial, no me gusta el mundo actual que me rodea»
Con toda una vida dedicada a la música, reflexiona sobre la inmediatez y la era de los «likes»
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Teo Cardalda, con más de cuarenta años encima de un escenario, de Golpes Bajos a Cómplices, de Cómplices a su trabajo en solitario, con un proyecto con el que presentaba el año pasado su álbum «El viaje que nunca acaba», peculiar homenaje a los que le han acompañado en todo este tiempo y compendio de éxitos, influencias y preferencias, lleva toda una vida dedicada a la música. A una industria que ha cambiado demasiado. «Estoy en crisis existencialista», dice, medio en broma, medio en serio. «No me gusta el mundo actual que me rodea, no me gusta tampoco cómo ha cambiado la industria de la música. Me gusta a nivel producción cómo ha cambiado todo, me gusta lo minimalista, hay gente buenísima haciendo cosas fantásticas. Me gusta mucho utilizar pocos elementos, de repente un cajón y una voz, es maravilloso. Eso me gusta. Pero, por otro lado, echo de menos las letras, los textos. Ahora todo es superficial. Ha cambiado tanto la industria, la manera de verlo. Ha sido un cambio brutal».
Cree, además, el músico que ahora es más difícil forjarse una carrera en este oficio. «Creo que sí, que es más difícil. Debido sobre todo a la inmediatez de estos momentos. Cuando yo empezaba, con Golpes Bajos, y era un adolescente de Vigo deseoso de ir a Madrid y que soñaba con vivir algún día de esto, existía esa posibilidad. Antes podías pensar en algo que podía no funcionar pero que poco a poco, pasito a pasito, podía ir asentándose en el tiempo. Ahora eso ni se plantea, la inmediatez hace que la carrera larga sea casi imposible. Lo importante ahora es el impacto inmediato, más el número de seguidores que el audio. Y da igual que eso se consiga por un buen sonido o por hacer el indio. Ha cambiado todo muchísimo –prosigue– y creo que eso hace que ahora sea más difícil: pensábamos que las redes sociales nos iban a comunicar con todo el mundo y lo facilitaría todo, pero en realidad hace que sea más difícil asomar cabeza. Es engañoso, parece muy fácil pero te puedes meter una hostia de cuidado». Y si la industria ha cambiado no lo ha hecho menos la manera de consumir la música, la otra cara de esa moneda. Para Teo, de nuevo, la clave está en esa inmediatez del mundo actual: «Ya ni siquiera hay la paciencia de escucharte un trabajo de arriba a abajo, una y otra vez, disfrutarlo completamente, conocértelo. A mí me encantaba recibir los discos, que los conseguía en una tienda en Vigo en la que también vendían electrodomésticos. Ahora hay una facilidad de llegar a todo desde el móvil que hace que puedas escuchar una canción detrás de otra, de distintos artistas, todo al alcance de la mano. Eso hace que escuchar música hoy sea casi como ligar muchísimo, muchísimo, con muchas tías. Pero, claro, no acabas de profundizar con ninguna. Aunque fíjate que curioso: con Cómplices vamos a sacar este año un álbum nuevo y lo estamos sacando por singles, poco a poco, canción a canción. Y luego sacaremos el disco. Al final caemos todos en esa nueva manera de consumir la música. Nos vamos bajando los pantalones».
Importan más los seguidores que el audio, y da igual cómo se consiganTeo Cardalda
Lo que no cambia es la magia del momento de componer, la alquimia de la creación. «No hay parámetros concretos para saber lo que va a funcionar seguro y lo que no. Y eso es muy bonito, es mágico. Yo he hecho canciones que pensaba que iban a arrasar y no se han comido nada. Y otras, que incluso las he maltratado en el momento de componerlas, que es un momento de sufrimiento, de inseguridad, una droga fantástica, han conseguido llegar al público, a una aceptación que es maravillosa. Como “Es por ti”, que es nuestra niña tonta», ríe. «Es una canción que tiene mucha comunicación y que ha llegado a la gente, que fue grabada por un montón de artistas, versionada, tarareada. Pero para mí ‘‘Dama del Rio’’, por ejemplo, que he tardado mucho más en componer y le he puesto más mimo, sería la niña guapa». ¿Y «Calor de Invierno»? Una canción que ya en 2009 trataba el tema de la salud mental, tan de moda hoy, de la bipolaridad. «Fue muy gozoso escribirla. Es una canción que nos ha dado muchas satisfacciones, que fue caminando, caminando. Yo veía muy necesario ya en aquellos años hablar de eso. Me la pidió Carlos Mañas, un publicista extraordinario y que era el presidente de la asociación de bipolares en Vigo e intentaba expresar la necesidad de normalidad ante una situación como esa. Se reclamaba una desestigmatización de la bipolaridad. Pero eso ha formado parte de la sociedad envenenada que tenemos y que todavía existe. Hay un exceso de información y sensibilización, sí, pero se cae alguien en la calle y nadie le ayuda. Damos un ‘‘like’’ a la foto de un niño que está enfermo pero no auxiliamos al de al lado. A pesar de todo, creo que hay muchísima gente buena, medios que informan de temas sociales que nos interesan y deben interesar a todos».
Hablando de letras de canciones, de componer y de escribir, al músico se le escapa este momento de excesiva corrección política que estamos viviendo. «Me supera», dice. «Es una falta de normalidad que no llego a comprender. Nos están metiendo cosas gravísimas por la espalda mientras nos hacen fijarnos en cosas que son pequeñeces. Las letras de las canciones deberían poder decir lo que fuera, cualquier cosa, porque forman parte de un arte. No soy capaz ni de entender esa pretensión de cancelar, de limitar la creatividad. El concierto de Siniestro Total, por ejemplo, con aquellas letras que hoy serían imposibles de escribir, con el Wizink Center cantándolas a gritos, me emocionó. Eso demuestra que el público, en realidad, no está en esas».
Hay exceso de información, pero se cae alguien en la calle y nadie le ayudaTeo Cardalda
Desde la tranquilidad de Galicia, del campo, frente al mar al que ha vuelto por necesidad («la misma necesidad que tuve de irme a Madrid en un momento dado desde Vigo, que la teníamos Germán y yo, la tuve en ese momento de volver aquí. La pandemia fue la excusa») el músico sigue, con mesura, la conversación pública y la actualidad: «Tengo momentos en que querría enterarme de menos cosas. Hay un exceso de información, todo el mundo sabe, todo el mundo opina. Yo creo que eso es contraproducente para nuestro crecimiento diario. Pero, por supuesto, aquí estamos conectados con todo y al tanto de todo. No nos hemos aislado y seguimos yendo por Madrid. Pero creo que hay un problema de profundidad. Medio en broma, digo que necesitamos un apagón, pero lo digo porque sí creo que nos ayudaría a mirar para adentro, a reflexionar. Vendría fatal en ciertos aspectos y es inviable, claro. Imagina el desastre económico. Pero creo que el mundo necesita parar un poco. Han sido unos años tremendos: primero la pandemia, luego la inseguridad de Europa por la guerra de Ucrania. Y creo que Europa está en un momento decadente con toda esta proliferación de partidos populistas. Es desolador».
Javier Menéndez Flores
No le fue tan mal a aquel muchacho que miraba la ría como si se tratara del Mediterráneo de Serrat y construía castillos en el aire con la fría arena de alguna de las playas de las islas Cíes, en las que más de una vez se imaginó Robinson Crusoe. Qué difícil era ser moderno en un lugar con vocación de aldea, por mucha humanidad que se concentrase en él. Pero si te juntabas con los tipos adecuados, aquellos que sangraban por las mismas heridas que tú y a los que las clases de matemáticas también les producían un efecto narcotizante, hasta podías poner en pie una banda de pop.
Y un día, bendita Virgen de la Asunción, te escuchas por primera vez en la radio y notas que el corazón late a mayor velocidad que nunca, y asistes al milagro de verte como uno de esos héroes inmortales cuyo talento era tan largo como su melena y que transformaron tu vida sin que entonces, en los furiosos años del no a todo y de la necesidad de corregirle la escoliosis al mundo, fueras consciente de ello. Y resulta que los golpes bajos te pueden llevar al cielo. Porque en un momento en el que la frivolidad era la moneda corriente, pues veníamos de un larguísimo invierno y tocaba descomprimir, aquellas canciones tan a la contra, nutridas de pensamiento y desasosiego y sostenidas por melodías infalibles, son veneradas por igual en los bares y en los círculos de la «intelligentsia». Y en lo que va de una noche a la mañana siguiente, sin que sepas cómo diablos sucedió, te encuentras en lo alto de la bola, donde el sol abrasa pero besa con más arte que Meryl Streep.
Un día grabas una pieza de piano en una décima de segundo –ay, querido Antonio– y otro pones en marcha una exposición internacional con un tipo apodado El Zurdo, con quien había que derrochar mano izquierda. Y por más veces que te preguntaste por qué «Vivo» nació muerto, nunca diste con una respuesta que te satisficiera. Puede que la explicación esté en que el tiempo en el que los maniquíes se iban de fiesta ya pasó, como tantísimas otras cosas, y que ahora es la hora del TikTok y de «First Dates» y de «La isla de las tentaciones», en donde la manzana que activa la debacle cobra siempre por adelantado y en criptomonedas.
El ayer es un trasto viejo e inservible, en fin, y el futuro un experto en economía que asegura que vamos a morir todos, como en una de esas películas gringas de serie Z en las que un psicópata extermina a un grupo de adolescentes en celo. Son malos tiempos para la lírica; Bertolt Brecht lo sigue rumiando bajo la húmeda tierra berlinesa.
La música fue un sueño y hoy es compañera de mesa y cama, aunque también motivo de quebranto. Y a veces, en una cena con amigos, o auscultando el mar, o escuchando una canción de las que duelen, te explota en la cabeza la risa de Germán, o su mirada directa, o aquel día en que os pasó aquello de lo que ya sólo tú guardas memoria. Y sabes que si en ese instante te observaras en un espejo, tendrías cuarenta años menos y un retrato al óleo pudriéndose en el desván.
«Es por ti que soy un duende / cómplice del viento», inmortalizaste. Pero mentías, Teo: fue por ti, siempre fue por ti. La música te envenenó enteramente y te tendió un borrador que debías rematar. Y lo hiciste, no dudaste en lanzarte con lo puesto a esa aventura electrizante e insensata. Fue por ti, carallo, reconócelo. Es por ti mismo que sigues subido al risco, expuesto a las olas más bravas, en la batalla con bandera blanca del arte. Confiésalo de una vez, vamos. Sé valiente y dilo.