Fue en 1998, hace ya un cuarto de siglo, cuando Antonio de la Cuesta, nacido en Burgos hace 53 años aunque criado en Barañáin (Navarra), inauguró su carrera en solitario con un nombre potente, de resonancias italianas y con un punto de guasa, Tonino Carotone, que surgió de su amor por la canción italiana y por su admiración al vocalista Renato Carosone. Se estrenó con sobresaliente cum laude gracias al tema «Me cago en el amor», incluido en el disco «Mondo difficile», y el cual acertó en el corazón de la caprichosa diana del gusto general. Sólo puede ca(r)gar contra el amor quien lo ha conocido bien, quien lo probó y se envenenó de sus mieles, por lo que, aparte de la ironía, del juego, uno se pregunta si existía una rabia sentida en esa canción: «Claro que sí, por supuesto. Una rabia sentida total», contesta, rotundo, el músico. «Como en toda blasfemia. El dolor siempre es superior a nosotros, como el placer, y en esa canción la blasfemia es darle la vuelta al sentido de la gravedad. Cagarte en algo superior es antinatural, partiendo del sentido de la gravedad. ¿Que el amor es una putada y es lo más maravilloso del mundo? Joder, como la vida, y se acaba pronto. Da mucho placer, pero también mucho sufrimiento. Es una putada morir, a no ser que estés jodido de verdad. He visto morir a personas cercanas con un cerebro de la hostia, intacto, mucho más que el de cualquier joven, y es muy triste».
Cuando este músico puso en marcha el personaje de Tonino Carotone, una suerte de antihéroe –«sí, en lo de antihéroe estoy completamente de acuerdo», concede–, no era ningún novato, todo lo contrario: fue uno de los integrantes de Kojón Prieto y los Huajolotes, un grupo pamplonés de mariachi/punk que, antes de desaparecer, editó tres discos –«¡Agárrense que llegan los reyes del Napar-Mex!», «… Síganle, compadres!» y «¡¡¡Salud, cabrones!!!»–, y que tuvo mucho tirón en el norte de España: «Hicimos historia y escuela en nuestra tierra, y siempre a la contra», afirma con orgullo, «cantando rancheras y mariachi fuera de la corriente musical de aquel momento. Fueron seis años. Y antes de eso trabajé de todo un poco: cartero, bombero y recogedor de vasos, que fue mi primer trabajo. Y en la obra, aunque poco». El cambio de aquella banda a Tonino fue drástico, como él mismo reconoce: «Nosotros éramos un grupo salvaje, más punki que todo, y la metamorfosis, el convertirme en otro tipo de cantante, fue difícil, sí. Aunque con los Huajolotes ya me atrevía a cantar canciones en italiano, con ese punto nostálgico y un poco loco, atrevido, a mi manera y sin prejuicios de ningún tipo». Pero ¿por qué esa presencia y ese discurso artístico italianos? Como en casi todo, la respuesta está en la infancia: «Era la época de la radio, y descubrí todo un mundo de cantantes y artistas italianos interesantísimos: Modugno, Baglioni, Cocciante, Cutugno… Ese romanticismo especial me abrió los ojos. Me producía un gran placer escuchar esas historias y de esa manera, que igual se echan un poco en falta ahora».
«La vida es maravillosa y se acaba pronto. Da mucho placer, pero también mucho sufrimiento»Tonino Carotone
Tonino tiene un público fidelísimo en Italia, donde es considerado un artista de culto: «Tengo mi punto indie, lleno salas, pero también teatros, y toco en festivales grandes. No me considero un artista comercial, porque no lo soy. Vengo del mundo independiente, pero tengo mi público, mi gente, que no falta, y eso es lo importante. He conectado bien, me han entendido incluso mejor que en España, y no te puedo explicar por qué». La cosa no se detiene ahí: Tonino es aún más famoso en Grecia que en Italia: «Sí, conecté con el público griego desde el primer momento, incluso más que con el italiano. Los griegos», explica, «tienen un sentimiento nacional y cultural muy fuerte, y se sienten muy orgullosos cuando ven interpretar a cantantes extranjeros canciones en su idioma. Tengo muchas canciones registradas en griego, he tocado en el estadio olímpico de Atenas con un montón de cantantes, con Adamo, con Christophe, en un concierto para 50.000 personas, memorable. Está ahí ese punto mediterráneo que hace que nos entendamos».
«En el tema de la corrección política, los italianos van un paso por detrás»Tonino Carotone
A propósito de esto, no deja de resultar curioso que estando tan cerca de Italia consumamos tan poca música de ese país. Lo hicimos en los setenta y en los ochenta, pero a partir de ahí el interés decreció y el último grupo que ha sonado aquí, Måneskin, ha sido por causa del Festival de Eurovisión. En cambio, estrellas de rock que llenan estadios, caso del roquero Vasco Rossi, no son conocidos en España. ¿La culpa es del lenguaje? Tonino no tiene una respuesta para eso: «No sabría decirte si es el lenguaje, no lo sé. Puede ser algo cultural o incluso político, pero no lo entiendo». No obstante, cita nombres de artistas españoles muy conocidos en Italia: «Bebe es muy famosa en Italia, y Amaral. A Sabina, en cambio, no se le conoce, porque su poesía no llega, y ahí sí es por el lenguaje, que es algo que también pasará aquí con Vasco Rossi». El único que pegó fuerte en Italia en los noventa fue Sergio Dalma, con un estilo enteramente italiano: «Sergio Dalma sí, claro. Llegué a hacer algún playback con él, y mi máximo respeto. Pero si alguien ha triunfado de una manera gloriosa en Italia, ese ha sido Julio Iglesias. Sigue vigente y siguen radiando canciones suyas en italiano que a mí», confiesa, «también me ponen los pelos de punta».
El próximo 22 de septiembre arranca en Madrid una gira española para presentar su último disco, «Etiliko romantiko». ¿Por qué esas kas? Suenan a grito, a alguien que desafía al sistema. «Sí, va un poco por ahí», asiente, «y otro por el punto mediterráneo, griego. Etílico es una palabra griega, y romántico es latina, pero me parecía bien meter las dos kas. Etílico es una palabra que no es necesario explicar, y lo de romántico es por ese romanticismo rebelde, no el cursi, sino el de la época romántica. Un punto canalla, incluso revolucionario. Gente que se retaba en duelo y que se disparaba al corazón. Y ese romanticismo sigue, hay mucho romántico por ahí suelto. Yo mismo».
Por último, y respecto al asunto de la libertad de expresión y de los límites que debe fijarse un artista, ¿existe en Italia, hoy, la misma corrección política que en España? ¿Hay que tener mucho cuidado con aquello que se dice o se escribe? «No, mucho menos, mucho menos», responde de forma categórica. «Van un paso por detrás de nosotros. Es más fácil ser irreverente allí, sí. A ver. Lo de mirar el culo de las tías al pasar es matemático. Es algo casi obligado. Y en cuanto a la parte del creador, yo no me cohíbo cuando escribo. Igual uno va teniendo más cuidado y va aprendiendo, e intenta respetar más, pero cuando hago una canción es una expresión de lo que se me pasa por la cabeza, y ahí me autocensuro bastante poco. Creo que no es bueno, además. Tiene que haber un límite y un respeto, pero hay expresiones que salen solas y, sin necesidad de hacer apología, también tienes que ser leal a lo que tienes en la mente».
UN UOMO AUDACE IN UN MONDO DIFFICILE
Por Javier Menéndez Flores
Por más que la basílica de San Marcos fuese levantada en la ciudad del amor y los poetas, y que la abracen con demasiada frecuencia las aguas de la ira, las catedrales de Burgos y Pamplona no tienen por qué morderse el labio inferior y sentirse simples ermitas frente a ella. Pero aquel chaval con una nube por cabeza, que escuchaba en la radio a Domenico Modugno, Claudio Baglioni y Toto Cutugno mientras una culebra corría maratones en su estómago, imaginaba el paraíso con forma de góndola y estaba convencido de que amor se escribía con una «e» final.
Pasan los años como estrellas fugaces, bien lo sabe quien ya ha coronado los cuarenta, y ese niño, Antonio, es de pronto un veinteañero que, junto a unos tipos tan subversivos como él, canta historias asombrosas con sabor a tequila y pólvora: que si los bigotes de la muerte, que si killer love, que si la kumbia huajolota, que si ñiki ñiki. Pero es que cuando el escroto aprieta, y entonces lo hacía en exceso, hasta lo imposible parece viable. Y se non è vero, è ben trovato.
Aquel festival de carcajadas y transgresión parió tres discos imposibles de clasificar y después bajó la persiana para siempre. Tras su defunción, Antonio replegó sus alas de ángel negro, se encerró con el ánimo de construir todo un universo en una corteza humana y, cuando volvió a pisar el mundo de los vivos, ya era Tonino Carotone, al que para ser el Capitán Garfio sólo le falta lucir el apellido en una de sus manos.
Qué belleza la de aquellas canciones italianas de la infancia, mio Dio, cuánto drama, cuánta pasión, cuánta pérdida. Porque cuando el corazón derrapa, con el rabo mata humanos. Y el hombre que ya sería para siempre Tonino Carotone las sacó de su viejo baúl de recuerdos y sentimientos imborrables y las actualizó poniéndoles unas gotas de punk y otras de ironía de alta graduación, y así fue como su «Me cago en el amor» hizo saltar la banca y lo instaló en el mercado de los cantantes golfos que llegan para quedarse.
Los antihéroes no llevan capa y salen siempre en las fotos con los ojos cerrados, pero arrastran mucha más literatura que el guapo chico de la peli y enganchan por su falibilidad, pues en el mercado del drama la perfección cotiza bajísimo.
Pero Tonino no se conformó con la península ibérica y viajó a donde, pensaba, su personaje debía ser recibido con honores, l’talia, y no se equivocó. Solo que no quedó saciado y partió aún más lejos, a Grecia, donde lo abrazaron como si fuera el hijo desconocido de Demis Roussos y lo convirtieron en un paisano más.
Pese a su nombre y repertorio, cuando Tonino canta en Nápoles, Bolonia, Génova o Atenas le visita de pronto el fantasma de aquellas canciones que escuchaba en la penumbra de la cocina de su abuela, mientras la lluvia aporreaba el cristal como si quisiera ser invitada a un momento en el que no cabía nadie más. Y en su cabeza y en sus ingles explotan Nino Bravo y Serrat y Los Chichos y Peret, y el corazón, como a todo etílico romántico, le empieza a dar vueltas de campana.
Sólo quien ha sufrido el zarpazo crudelísimo del desamor puede componer «Me cago en el amor», aunque también es necesario contar con una buena jeta de fábrica. Pero es que la nostalgia es una nave espacial y un ladrillo en el zapato –«Addio, don Calloggero, don Tomassino, partiamo per l’America»–, pero Tonino nació con ella puesta y muere un poco cada noche, ma non troppo.
In bocca al lupo, amico, porque la vas a necesitar. Ya tú sabes que este mundo que habitamos è molto difficile. Qué-te-voy-a-contar.