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“Pasión según San Juan BMW 245”: Ligera, sustanciosa y amena

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(Ed. Bärenreiter). Intérpretes: Rachel Redmond, Jess Dandy, Reinoud van Mechelen y Anthony Gregory Renato Dolcini y Alex Rosen. Les Arts Florissants. Diector. William Christie. Auditorio Nacional, Sala Sinfónica. 21-III-2019. Concierto extraordinario Ibermúsica.
Más modesta, más concisa y económica, más breve que la «Pasión de San Mateo», la escrita por Bach sobre el Evangelio de San Juan es, sin embargo, en algunos aspectos, igual de valiosa y profunda, como defiende Luis Gago en sus bien hiladas notas al programa, aunque la trascendencia teatral, la estructura de gran fresco, la extensión de aquella posean mayor dimensión y grandiosidad. En esta oportunidad hemos escuchado una interpretación elegante y bien dibujada, de indudables valores barrocos, de gráciles acentos y adecuadas suturas, ágiles desarrollos y «fugati» bien desarrollados, pese a la rapidez de ciertos «tempi».
Christie ha sabido acentuar con pericia números básicos, como el primer coro, «Herr, unser Herrscher», afirmativo y rotundo, en el que la polifonía cuerdas-madera no se consiguió por completo. El poder de los 16 coralistas quedó enseguida de manifiesto en el segundo coro, «Jesum von Nazareth», cantado con justeza y fuerza. Aplaudimos también la plenitud del primer coral «O grosse Lieb», cerrado, sin embargo, muy dulcemente. Exclamaciones como «Kreuzige, kreuzige» («¡Crucifícalo, crucifícalo!») sonaron con arrojo y precisión. Bien resueltas las contestaciones del coro 27 b, «Lasset uns den nicht» («No la cortaremos») y muy plausiblemente expuesto, con velocidad y poder decrecientes, el gran coro antes del coral conclusivo: ese «Decansad, restos sagrados», que tuvo la suficiente unción. Orquesta –22 instrumentistas– muy buena, con estupendos oboes de amor, sensacional viola de gamba, Myriam Rignol, puntual positivo y un laudista magnífico, Thomas Dunford, que coloreó, podría decirse que casi sacrílegamente, tantos recitativos y que formó parte de un elocuente continuo. Los solistas, excepto el buen tenor evangelista, Van Mechelen, poseedor de la típica voz afalsetada de ligero, con un timbre que nos recordaba al del un tanto engolado y desaparecido cantante suizo Ernst Haefliger, formaban parte del coro, lo que da idea de la categoría de éste. El mejor sin duda el bajo californiano Alex Rosen, que cantaba el papel de Jesús. Voz con perfume, redonda y firme, aún en agraz. Mediocre, opaco y sin cuerpo el instrumento del bajo de arias, Dolcini. Fresca, ligera, sonora la de la soprano Redmond, pequeña y lírica la de la mezzo Dandy, que no obstante, con el apoyo de la viola de gamba, ofreció uno de los momentos mejores de la noche, el aria «Es ist vollbracht» («¡Se ha consumado!»). Un poco gangoso e inseguro el tenor de arias, Gregory. Éxito cerrado.

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