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Paul McCartney: dos noches en Madrid para la historia

El beatle llega mañana a la capital para ofrecer dos noches de memoria sobre una carrera inabarcable: la mayor de la música popular
Paul McCartney actúa en el Corona Capital music festival en Mexico, el pasado 17 de noviembre
Paul McCartney actúa en el Corona Capital music festival en Mexico, el pasado 17 de noviembreEduardo Verdugo

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Él es zurdo y su amigo era diestro. Compusieron y firmaron juntos la abrumadora mayoría de las obras maestras del mayor grupo que ha dado la música popular, los Beatles, porque entre ambos surgió algo que va más allá de las palabras, una alquimia que ha quedado para siempre envuelta en la bruma del misterio porque Paul McCartney, el único en condiciones de explicar exactamente qué sucedía y cómo cuando se sentaba en una habitación junto a John Lennon, se remite a aquello de los magos y sus trucos. Hablar de la maestría de uno es imposible sin mentar al otro, porque los márgenes de sus territorios nunca quedaron deslindados y, después de su separación, quedó claro que eran mejores hombro con hombro. Juegan todavía los fans a las adivinanzas, a ver la mano de Macca o el ojo de Lennon en tal o cual verso, en esta idea o ironía. Pero nadie puede estar seguro de nada, porque decenas de canciones a la dupla quedaron consignadas como tal. En su antología lírica («Letras», Libros Cúpla) publicada en 2021 y en castellano en 2023, de hecho, Macca comenta el origen de un buen número de temas que muchos pensaban atribuibles a Lennon y que el bueno de Paul interpreta todavía en directo, a los 82 años, en la gira que, después de varios continentes, le trae a España mañana y pasado. Será en el WiZink Center de Madrid, acaso la última llamada –aunque demasiadas veces se ha escrito esa frase en vano– para verle sobre un escenario.

«Yesterday», «Blackbird»...

Desde el levantamiento de las restricciones por la pandemia, McCartney recuperó la gira Got Back, con la que ha visitado estadios por todo el mundo, seleccionando al detalle las ubicaciones para sus conciertos. Grandes aforos para asistir a un cancionero infinito que recorre la trayectoria de este gigante, una obra que, como él mismo declara en su libro «Letras», es lo más cercano a su autobiografía que jamás escribirá. Y ese es el material de las tres horas de recital que ofrece en la presente gira: una doble autobiografía, tanto del bardo como de todos y cada uno de los espectadores, a quienes esas melodías acompañan desde hace décadas. «Cuando pusimos en marcha los Beatles, nos dimos cuenta de que de repente teníamos un público entusiasta, de modo que al principio escribíamos con este público –principalmente chicas jóvenes– en mente. (...) Podríamos haber escrito este tipo de tema para siempre, pero, a medida que fuimos madurando, entendimos que podíamos llevar la composición en otras direcciones, muchas veces hasta otro nivel, lo cual significaba escribir canciones para nosotros mismos», dice McCartney sobre el proceso junto a su amigo, y cómo pasaron de hacer «Love me Do» a «Penny Lane» y de ahí a «Sgt. Pepper», a medida que su mundo interior iba expandiéndose por diferentes vías de conocimiento. «Mi relación con John era muy ambivalente. A veces estaba llena de amor y admiración, pero otras veces no, especialmente en la época en la que los Beatles se separaron. No obstante, al principio, la relación era la de un joven de Liverpool que admiraba a otro joven un año y medio mayor que él», escribe Macca sobre su compañero. «A veces tenía que ponerme duro con las composiciones. Cuando John sugería una línea, en algunas ocasiones tenía que decirle: ‘‘No, eso ya se ha hecho’’. A veces, escogía una canción que él había escrito y le sugería que la moldease de otra manera. A su favor diré que aceptaba mi consejo, como también lo hacía yo cuando él me aseguraba: ‘‘Oh, no, no podemos hacer eso’’, y cambiábamos la línea. Y esto era lo increíble de nuestra colaboración: respetábamos las opiniones del otro de muchas formas especiales».

Encantador y con talento

Lennon y McCartney publicaron juntos unas 190 canciones y firmaron al alimón incluso las que salieron de un sueño del bajista, como «Yesterday». Seguramente porque, si hubiera escrito la canción el zurdo a solas, podría haberse terminado llamando «Scrambled Eggs» («huevos revueltos»), que era el título original de una de las canciones más famosas de la historia y que, por cierto, pocas veces forma parte del repertorio de la presente gira. No faltan en este tour, eso no, otros monumentos de la canción, como la muy solicitada «Blackbird», que McCartney escribió, según asegura, con la memoria de los esclavos embarcando en el puerto de Liverpool (fue en esa ciudad donde se originó la primera comunidad caribeña en Reino Unido), algo que le vino a la cabeza cuando se enteró del asesinato de Luther King en 1968. La canción la escribió apenas unas semanas después del terrible suceso: «La imagen de las alas rotas y los ojos hundidos y el anhelo generalizado de libertad son gran parte de su relevancia», recuerda Macca. Sobre «Can’t Buy Me Love», otra de las canciones del repertorio, recuerda un fogonazo temprano. «Éramos dos y poníamos nuestros nombres el uno junto al otro». Lennon /McCartney querían ser como Leiber y Stoller, como Gilbert y Sullivan. Pensaban que una canción no podía «comprar amor», pero quizá les servía para pagar un coche. «Escribíamos una canción al día. Nos reuníamos en mi casa o en la de John. Las dos guitarras habituales, dos blocs de notas, dos lápices». Salvo que esta la escribieron en el piano del hotel George V de París en 1964.
En el reparto de cualidades de los miembros de los Beatles siempre se tiró del cliché. A Macca le correspondía ser el guapo, el encantador, el yerno perfecto, el ciudadano respetable capaz de aparcar la rebeldía y codearse con la aristocracia (de alguna manera, el Mick Jagger de los de Liverpool). Por esta deducción imperfecta, muchos –incluido el biógrafo de ambos, Phillip Norman– le atribuían menos talento que a Lennon, el poeta rebelde. También se le suponían menos vicios que a sus compañeros y, sin embargo, Macca era tan asiduo al LSD como el que más. Un viaje de ácido inspiró «Day Tripper» y, también, de una resaca de esa sustancia y una confusión nació: «Sgt. Pepper» «Estaba en el avión con nuestro ‘‘roadie’’ Mal Evans, y me pidió: ‘‘¿Me pasas la sal y la pimienta?’’. Yo no entendí bien lo que me decía, así que pregunté: ‘‘¿Qué? ¿Sergeant Pepper?’’ (...) Cuando regresé de Denver les sugerí a los chicos que adoptaríamos alter egos. La idea era que habíamos dejado de ser los Beatles, ahora éramos otra banda. Admito que había tomado algo de ácido en EE UU y esto era una especie de juego después de aquel viaje. Había dibujado el boceto para enseñarles a los chicos cómo podía ser el nuevo proyecto, y les encantó; realmente nos liberó. Nos otorgó una especie de anonimato, una nueva oportunidad», dice McCartney sobre la decisión que unánimemente habían tomado apenas unos meses antes: dejar de girar para siempre. Fue el ideólogo de un mundo imprevisible. Del inmenso talento de McCartney –arraigado en su admiración por Lewis Carrol y Shakespeare–, y con el añadido de los misterios de una amistad fantástica, surgieron las mejores canciones de la historia del pop. Canciones para la historia que esta leyenda viva viene a celebrar con nosotros en dos noches para la eternidad.

Una IA para encontrar al autor

Las discusiones, decíamos, siguen vigentes y algunas quedaron sin resolverse a la muerte de Lennon, cuando Macca y Yoko Ono tuvieron algunos conflictos sobre la autoría de ciertos temas. Ahora, un estudio de Harvard ha entrado a dirimir cuánta impronta hay de cada uno en «In My Life», uno de los temas clásicos del dúo («Rubber soul», 1965), tradicionalmente atribuido por completo a Lennon. Según este estudio de «estilometría» (es decir, de los patrones melódicos y armónicos característicos de cada uno) ha determinado que, aunque el estilo se ajusta al sello del guitarrista, partes destacadas de la canción, como el puente, tienen altas probabilidades de haber sido escritas por McCartney. Así que la inteligencia artificial concuerda con lo que el oído colectivo ha detectado siempre, pero seguramente pueda detectar detalles que se nos escapan: «Estamos tratando de encontrar cuál es la clave, la huella dactilar que revela el estilo de cada compositor», dicen los autores del estudio.