Periodismo

Paula Poveda: LA RAZÓN pierde una gran periodista

Paula Poveda (Madrid, 1982), periodista

Paula Poveda
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Es el artículo que nunca hubiéramos querido escribir. No, al menos, hasta dentro de muchísimos años. Paula se ha ido, casi sin avisar, y La Razón se ha quedado sin su mejor sonrisa. También sin una formidable periodista. Hace 16 años, casi por casualidad, aterrizó en la sección de Madrid. Venía acompañando a una amiga a hacer la entrevista y acabó entrando ella también. Ya nunca dejaría esta casa: primero como becaria y después cubriendo como redactora la información de Infraestructuras, Transportes y del socialismo madrileño. En 2011 se convirtió en la jefa de sección más joven del periódico y se consagró a la intensidad de la crónica local, el que algunos consideran «el peldaño más bajo del periodismo, cuando es si acaso el más genuino», frase del maestro Joseph Mitchell que Paula llevaba por bandera.

Fueron quince años de trayectoria en Madrid a los que siguieron unos meses a la cabeza de la sección de Sociedad. Uno de sus últimos trabajos para este diario homenajeó a las pioneras en la política española, mujeres que, como ella, rompieron barreras. Doble licenciada en la Universidad San Pablo CEU, nació en 1982 en San Blas. Apasionada de su barrio, junto a la Quinta de los Molinos, hasta el punto de pedir ser una de las primeras en visitar la aneja Quinta de Torre Arias cuando pasó a ser propiedad del Ayuntamiento de Madrid. De aquí surgieron algunos de sus reportajes más brillantes, que muchos lectores recuerdan con cariño. Ágil a la hora de buscar las noticias con nuevos enfoques y de encontrar el titular adecuado; especialista en ver el lado cómico a cualquier situación y brillante creadora de motes y de otras pequeñas travesuras habituales en cualquier redacción. Al mismo tiempo, su carácter alumbró un nuevo término: los «povedazos», sus implacables y divertidas réplicas a quien se pusiera por delante. Ese ímpetu, trasladado al terreno periodístico, le hizo ganarse el respeto de los compañeros de otros medios y de la clase política, que ayer también la recordó, entre ellos Pablo Casado, el alcalde de Madrid o Ángel Gabilondo.

Ni siquiera durante estos últimos meses se apagaron sus inmensas ganas de vivir y de disfrutar de viajes, conciertos y cenas con su familia –sus padres Carmen y Máximo y su hermano Guille– y sus amigos. Tampoco su interés por las preocupaciones de los demás y por la actualidad, alertando a sus compañeros del lugar en el que debían rastrear una noticia hace apenas unos días.

Es muy difícil hablar de la vida de una persona tan joven y que se ha ido tan rápido. En la redacción, algunos recordaban ayer cómo les apuntaba las coletillas que siempre repetían en sus textos; otros, las escapadas que habían hecho juntos y las anécdotas en los viajes de trabajo; todos, su inagotable capacidad de trabajo, su generosidad y su sentido del humor. Tampoco olvidan su ejemplo la generación de periodistas que se formaron con ella como becarios. Deja en todos nosotros un vacío imposible de llenar, el de su sonrisa, que, sin embargo, es el mejor legado que nos quedará de ella.