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Peter Perret: "He vivido ya más de lo que esperaba"

El que fuera líder de The Only Ones lanza «Humanworld», su segundo disco en solitario tras dos décadas en el limbo de las drogas y que presenta hoy en Madrid.

Foto: Steve Gullick
Foto: Steve Gullicklarazon

El que fuera líder de The Only Ones lanza «Humanworld», su segundo disco en solitario tras dos décadas en el limbo de las drogas y que presenta hoy en Madrid.

Fue un icono del punk londinense a finales de los años 70 aunque, en su breve carrera, Peter Perrett y The Only Ones dejaron un exitazo, «Another Girl, Another Planet», y a partir de 1982, cuando ya se habían disuelto, empezó el culto. Sin embargo, la carrera de Perrett no hizo más que dar tumbos hasta caer en el pozo de la apatía, negro como la heroína. Los fans seguían compartiendo material y algunas iniciativas de reunión fueron completamente desalentadoras. Hasta que, en 2014, los organizadores del pequeño festival gallego Felipop se ponen en contacto con Perrett por las redes sociales y le ofrecen un concierto que solo le podrán pagar con vacaciones y hospitalidad. El resultado fue «How The West Was Won» (Domino), un disco excelente, no menos que el que ahora presenta en Madrid, «Humanworld».

¿Es una continuación del anterior?

–En el sentido de que toma la energía que me ayudó a regresar, sí. Pero es más denso, más enfadado, más agresivo, si quieres.

–¿Qué temas le preocupan?

–Vivimos rodeados de ira, no nos comunicamos. Las redes sociales nos han hecho hablar por escrito e impersonalmente y eso está generando interferencias entre las personas, que solo conseguimos gritarnos unas a otras. Vivimos en un presente casi distópico, de ciencia ficción, que hace que todos estemos pendientes de nosotros mismos. Me subo en el autobús y soy la única persona ejerciendo de ser humano, todo el mundo mira el teléfono. Nos estamos volviendo robóticos.

–Por eso ha llamado el disco «Humanworld».

–Cada vez hay menos gente interactuando en la realidad y eso no me parece sano. Los que gobiernan nos quieren siempre al borde del encefalograma plano la mitad del tiempo, y, la otra mitad, al borde de la revuelta, pero virtual. Nos hemos rendido por completo de intentar ser humanos. Hasta preferimos publicar fotografías de mascotas, queremos más a los animales que a los demás seres humanos y eso es triste. Estamos perdiendo el contacto.

–¿Hay una relación entre eso y el extremismo político?

–Sin duda. Hasta las revueltas recientes, como la que hubo en Francia contra Macron, ni siquiera van a favor del bienestar social, sino de un colectivo determinado. Es la expresión de un hartazgo que después deja una enorme sensación de futilidad. Y la gente sigue pensando que tienen la culpa los inmigrantes y los extranjeros. Eso hace el populismo. Culpan a cualquiera que es diferente para canalizar el odio.

–¿Existe un debate político? ¿Sirve para algo?

–No, porque ya nada tiene significado. A veces pienso que es cierto y que todo es en vano. Hay un uno por ciento que lo controla todo y nosotros solo sentimos confusión porque a la abeja reina no le importamos una mierda y no va a ayudarnos. Es imposible lograr la justicia social y, además, ya no sabemos cómo. Es mejor ni siquiera pensar en ello, porque te genera una enorme frustración e incomodidad mental. Y, finalmente, el odio y la rabia te llevan al sufrimiento. Casi prefieres escaparte de la realidad y pensar en otra cosa. La música, creo, es una de esas maneras de expresar dicha unidad de todos y es la mejor forma de resistir. Pero a veces te parece que la democracia no es más que una broma. Es lo mejor que tenemos aunque es totalmente imperfecta.

–¿Cuál es el papel del rock & roll en el presente?

–Soy muy cínico al respecto. No creo que el rock pueda cambiar nada en absoluto, solo podemos mantener a la gente con cierta felicidad, pero el futuro parece tan doloroso que tener algo de alivio o de felicidad en el presente, ya sea con un álbum o con un concierto, es un buen ejercicio, ya en sí mismo vale la pena.

–Yo escucho su disco lleno de mensajes.

–La principal idea es recordar que el poder está en vosotros, está en ti. Creo que hace falta volver a expresar esa idea. No me he rendido totalmente, que conste. Antes había una esperanza en que se podía hacer frente al control del capital, había un Estado del bienestar. Pero en Inglaterra apenas tenemos ya un sistema nacional de salud. Y a nadie le importa. Si eres joven y no sabías cómo era antes, puedes creer en el cambio. Pero yo no. En un nivel más personal, veo gente muy hermosa en el mundo, eso me da fuerzas. Sin embargo, una vez más, las redes sociales son deprimentes y enfrentan. En América se odian y de eso no se habla mucho, pero la gente que votó por Trump y la que defiende a Obama se detestan. No es solo discrepancia política. Se matarían mutuamente. Y en la distancia puede sonar divertido, pero es imposible vivir en un país así.

–¿Cómo se siente como creador? ¿Tan pesimista?

–Me siento en buena forma porque nunca creí que volvería a ser músico. Desde 1996 no tenía ganas de nada, ni siquiera de tocar la guitarra. Y bueno, tampoco estaba muy sano para hacerlo. Eso duró hasta 2017, más de 20 años, ¿te imaginas? Estoy muy orgulloso de este disco y del anterior, me siento en un buen lugar. Y si sigo sano, seguiré haciendo discos, pero no puedes garantizar nada en la vida. De hecho, ya he vivido más de lo que esperaba vivir.

–¿Se arrepiente del tiempo perdido?

–Por supuesto que fue un desperdicio, pero no puedes cambiar el pasado, así que tampoco tiene sentido arrepentirse. No te puedes deprimir por el pasado. Sé por qué tomé ciertas decisiones en mi vida, pero hoy estoy feliz con mis hijos, mi familia y mi música. Estoy en un lugar feliz, no sé cuánto va a durar, pero estoy deseando llegar a Madrid, esa es mi única ambición ahora.