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Pilar Eyre: «A Alfonso XIII le gustaba que Carmen Ruiz Moragas fuera del pueblo»

Ha publicado «Carmen, la rebelde» (Planeta), una novela en la que narra la historia de una de las amantes del monarca, con la que tuvo una relación de ocho años

Pilar Eyre
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Ha publicado «Carmen, la rebelde» (Planeta), una novela en la que narra la historia de una de las amantes del monarca, con la que tuvo una relación de ocho años .

Pilar Eyre es una de las pocas escritoras que podría sacar una buena historia de cualquier parte. Es tanta la pasión que pone en sus renglones que a veces los personajes reales querrían parecerse más a los de sus novelas, después de que ella los corrija y los aumente a golpe de tecla. En el caso de «Carmen, la rebelde» (Planeta), amante de Alfonso XIII, nadie duda que fuera fascinante, pero tras mirarla con la lupa de Pilar Eyre sus peripecias cobran un interés inusitado y hasta quienes la rodean, incluido el rey de la época, parecen seres con los que a cualquiera le divertiría pasar un rato largo. Y eso que la escritora tardó tiempo en fijarse de verdad en ella: «Es cierto. En otros libros hablaba de las amantes del rey Alfonso XIII y Carmen estaba entre ellas. Hasta que un día me di cuenta de que con Carmen Ruiz Moragas el rey había mantenido una relación de ocho años, mientras que con las demás había pasado horas, días o, como mucho, meses. Con Carmen, además, había formado una semi familia, así que me puse a investigar qué tenía esa mujer y quién era en realidad y me encontré primero con una gran desconocida, cuya historia se nos había ocultado y tergiversado durante tantos años, y luego con una mujer interesantísima, muy moderna, con una vida como de película, con muchísimas aventuras vividas, y que fue de la monarquía a la república, de la izquierda a la derecha y de un hombre a otro, además de haber formado con Alfonso XIII una de las parejas más escandalosas de la época».

Mujer bellísima

El personaje resulta fascinante. Y no solo por su trayectoria personal, profesional y amorosa, sino por sus propias características. «Es que era una mujer altísima para la época en la que vivía, medía 1,75. Lo mismo, casualmente, que la reina Victoria Eugenia. Y era bellísima. Siempre llevaba un pañuelo que sacaba cuando alguien le decía que tenía una piel maravillosa para frotarse la cara y demostrar con él que la llevaba limpia y que lo que resplandecía era su belleza. Además era muy ingeniosa, inteligente... Se dio cuenta desde el principio de que al rey no le gustaban las presas fáciles ni las marquesas o las condesas. “Si yo quisiera marquesas o condesas las tendría a puñados”, le decía él. Porque al rey lo que le gustaba es que ella fuera del pueblo porque le gustaba golfearse con la gente común».

Tal vez por eso, según cuenta en el libro, Alfonso XIII no soportaba una falta de respeto de un grande de España, pero le divertían mucho las de una mujer del pueblo: «En ese caso le hacía gracia, sí. Es un poco lo que les pasa ahora a todos los monarcas». Como también les suele suceder –o por lo menos les ocurría–, que se encuentran con algún hijo ilegítimo en el camino. Aunque puede que Leandro de Borbón finalmente no lo fuera. «Yo pongo encima de la mesa una hipótesis para que cada cual extraiga su conclusión. Después de muchas laboriosas investigaciones llegué a la conclusión de que en 1928, que es cuando fue concebido Leandro, Carmen simultaneaba dos relaciones. El rey estaba gastando sus últimos cartuchos, como si dijéramos, y ella empezó a salir con Juan Chabás, un poeta de 27 años que estaba en la flor de la vida. Y yo expongo la duda de quién de los dos podría ser el padre».

Prueba de ADN

Hay más cosas de este asunto que desgrana Pilar en el libro: cuestiona el parecido de Leandro de Borbón con su padre e insiste en que no se quiso hacer la prueba de ADN y en que el rey tenía otras hijas ilegítimas a quienes sí visitaba, mientras que a él y a su hermana Teresa, que pasaban por ser hijos suyos, los dejó desguarnecidos y solo con una pen-
sión. «Por eso yo creo –dice– que puede ser que Alfonso XIII pensara que eran sus hijos o puede que no». La paternidad puede ser, según Pilar, dudosa, pero su historia de amor no lo es. Una pasión en la que cabía, incluso, una extraña devoción de Carmen hacia la reina Victoria Eugenia: «En los triángulos amorosos no es raro que la amante se obsesione con la mujer legítima, pero es que en este caso esa obsesión era incluso anterior a su amor con Alfonso XIII. Para ella tenían cosas en común, además de la altura: a las dos les encantaban los animales, por lo que odiaban los toros... De hecho, Carmen auspició el primer refugio de animales que hubo en Madrid, el de Carabanchel.

Pero luego la reina tenía ese aire de decencia, de majestad y esa tristeza tan elegante, que ella intentaba imitar incluso en la forma de sentarse y de vestir por pura admiración. De hecho, el libro empieza con el encuentro de las dos, que fue el único que curiosamente tuvieron. Carmen fue a verla al palco real y se compadeció de esa mujer humillada por su marido, odiada por los españoles, que solo tenía hijos enfermos y una alergia que le producía escozor en la cara, y esa misma noche le dio al rey una de sus cremas para que se la diera, sin decirle su procedencia». Eso de quedarse al marido y darle una crema a cambio, no sé yo si es exactamente generoso... «Al menos es un detalle de camaradería entre mujeres, que a mí me resultó muy interesante».