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¿Por qué se creen las «fake news»?

Una exposición en Fundación Telefónica explica el secreto de su éxito y los peligros que representan para la sociedad
Una visitante delante del panel que explica los factores que hacen que creamos noticias falsas
Una visitante delante del panel que explica los factores que hacen que creamos noticias falsasFundación Telefónica

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Las elecciones presidenciales norteamericanas de 2016 pusieron de relieve la enorme diferencia que existía entre los candidatos que optaban a la Casa Blanca, Donald Trump y Hillary Clinton, y demostraban de manera diáfana lo cruciales que serían a partir de ese momento las noticias falsas y las campañas de desinformación para cumplir los objetivos políticos. Durante la disputa entre los representantes del partido demócrata y republicano, las «fake news» crecieron en un 365 por ciento. Algo insólito. Hasta el punto de que el célebre Diccionario de Oxford eligió a esta expresión como palabra del año en 2017.
«Hoy, las “fake news” son uno de los grandes problemas que tiene la democracia». La idea la han apuntalado ya varias instituciones y comisiones internacionales, pero la frase ahora la pronuncia Mario Tascón, comisario de la exposición «La fábrica de mentiras», que acoge la Fundación Telefónica, una muestra que explica con suma claridad por qué funcionan las «fake news» y por qué las personas tenemos cierta predisposición a creerlas con tanta facilidad, más allá de que ahora mismo haya irrumpido la inteligencia artificial. El recorrido arranca con una sala inicial, de funcionalidad casi semántica, que explica las diferencias entre descontextualización, propaganda, desinformación, «fake news» y «deep fakes».
La muestra subraya lo necesario que es la formación mediática para distinguir la mentira de la verdad
Después pasa entrañar cuáles son los distintos resortes cerebrales que nos inclinan a asumir como verdadera información lo que no lo es. Aquí aparecen conceptos como el «efecto arrastre», «efecto marco», «falso consenso», «confirmación», «autoridad», «anclaje» o «heurística de disponibilidad». Los datos van ilustrando la magnitud de estas dinámicas: el 90 por ciento de la población ha compartido «fake news», el 62 por ciento de ellas se extienden a través de las redes sociales y la mayoría de las personas lo hacen porque consideran que no son dañinas. La muestra ilustra esta historia de la mentira desde los emperadores romanos, que difundían lemas a través de las monedas, la Edad Media, con sus libelos de sangre, publicaciones dirigidas contra los judíos –el antisemitismo es una de las «fake news» de más larga duración– y la falsificación de fotografías.
«El propósito de las “fake news” es controlar y dominar a la sociedad»Mario Tascón
«El propósito de las “fake news” es controlar y dominar a la sociedad. Ayer y hoy. A través de ellas se busca una manera de mantener las creencias que le interesan a un individuo o a un colectivo y mantener las ideas, paradigmas y actitudes que más convienen. Pero el propósito siempre es controlar y dominar», comenta Mario Tascón. Él mismo señala que «los mecanismos de propagación están vinculados siempre a los medios de comunicación del momento. No se puede proceder de igual manera en Roma que en la época de internet, pero la relación común es que siempre están supeditadas a los principales medios de comunicación o los ecosistemas mediáticos, como se dice hoy».
Mario Tascón no duda en subrayar el enorme riesgo que suponen hoy en día y para señalarlo recurre a una antigua noción. «El significado de diablo es “el que lanza mentiras”. El diablo es por tanto el que crea discordia con las palabras. Eso es lo que era el diablo. En el fondo es un propagador de falsedades, el que las difunde. Fíjate si este problema viene de lejos. Esta etimología, en el fondo, sería el origen mitológico que tienen las “fake news” en nuestra cultura. El origen del diablo no es crear el mal, sino extender mentiras». Por eso, indica Tascón, es primordial la formación mediática de las personas. «Debemos aumentar nuestras capacidades digitales para que podamos distinguirlas». Para que se comprenda la magnitud del asunto se han incluido ejemplos significativos que calaron en la sociedad, como la noticia, que intencionadamente difundió la BBC, que confirmaba el hallazgo de unos pingüinos que volaban; el anuncio de que Flandes se separaba y que, por tanto, Bélgica desaparecía como país; o la impresión de una tirada de 80.000 ejemplares falsos de una edición del «The New York Times» que solo recogía en sus páginas supuestas noticias positivas.
March Bloch sostenía una reflexión que sigue vigente: «Las noticias falsas han levantado a las masas. Las noticias falsas, en todas sus formas, han llenado la vida de la humanidad. ¿Cómo nacen? ¿De qué elementos extraen su sustancia? ¿Cómo se propagan y crecen? Un error solo se propaga y se amplifica, solo cobra vida con una condición: encontrar en la sociedad en la que se expande un caldo de cultivo favorable. En él, de forma inconsciente, los hombres expresan sus prejuicios, sus odios, sus temores, todas sus emociones».
La exposición muestra lo crucial que resulta esto y recoge una colección de personajes que han visto cómo se usurpaba su imagen para extender mensajes falsos, como Trump, Kim Kardashian o Morgan Freeman. Algo cada vez es más sencillo debido a la irrupción de la inteligencia artificial. Al final del recorrido se enseñan algunos trucos y herramientas que tratan de aleccionar al visitante para que distinga las «fake news» y aprenda a discernir cuándo una imagen es real y cuándo se ha manipulado o retocado. Un asunto vital sobre todo ahora, cuando, como aseguraba un intelectual, la batalla del futuro en nuestros países no va a ser solo por la democracia, sino por la verdad y la defensa de la verdad.