Reconquistando a Cortés
El Centro de Exposiciones de Canal dedica una gran muestra al militar español y la aventura, dramática y épica, que acometió en América.
Hernán Cortés abandonó aquella España guerrera y pobre para alcanzar en otras tierras la riqueza y el prestigio que Castilla le negaba. Había crecido entre dos siglos, en el seno de una sociedad belicosa, acostumbrada a perder a sus hombres en costosas campañas militares o la conquista de costas lejanas. En su cabeza rondaba el mito de unas geografías fértiles, ricas en minas de oro, donde cualquiera podía hacer fortuna y crear su propio destino sin que importara su origen ni el peso de los apellidos. Una leyenda espuria que le condujo a cruzar un mar por el que muchas iban, pero pocos regresaban. Lo que obtuvo a cambio de ese valor no fue una casa, ni tampoco una hacienda, sino la leyenda que todavía hoy, para bien o para mal, rodea su nombre. La ambición de un hombre puede hundir un imperio. Y aquella civilización americana no cayó bajo la fuerza indiscutible de unas armas nuevas y extrañas. Cedió ante la determinación de un caudillo capaz de quemar las naves para que ningún de sus soldado contara con otra alternativa para continuar viviendo que desenvainar la espada y seguir hacia adelante. Sobre esos días de conquista, Cortés cimentó su fama cambiante, empreñada de polémicas y discusiones que todavía perduran. «Durante la conquista –asegura el hispanista Henry Kamen a este diario–, Cortés cambió de postura. Fue con la misión de ocupar de imponer su voluntad sobre los indígenas, pero se vio forzado a modificar su política debido a lo que encontró. Por eso, se vio en la tesitura de crear alianzas con los príncipes de otras culturas indias como única manera de someter el imperio Azteca. Con los años, Cortés reconoció la grandeza de este pueblo y llegó a admitirlo en las misivas que envió al emperador».
El Centro de Exposiciones Arte Canal inaugura una muestra centrada en esta figura capital de la conquista de América. A través de 400 piezas, algunas de ellas jamás expuestas con anterioridad, intenta trazarse el complejo retrato del militar. Arranca desde sus días en su tierra natal, aquella biografía dividida ente Salamanca y Valladolid, unas ciudades en las que adquirió conocimientos en derecho y administración, estudios que más tarde aplicaría en el continente que le aguardaba al otro lado del océano. El deseo de la ventura resultó una pulsión temprana en un carácter que se antojaba impulsivo, emprendedor desde su nacimiento. Para él, la toma de Granada quedaba detrás, así que decidió mirar hacia el horizonte y afrontar riesgos cruzando el Atlántico. «De hoy en cinco años (México) será la más noble y populosa ciudad que haya en lo poblado del mundo y de mejores edificios», escribió Cortés en una de las cartas que dirigió a Carlos V. No se equivocó.
A través de los textos autógrafos que nos han llegado, podemos deducir, la formación de Cortés, como apunta, precisamente, Kamen: «Hay que reconocer que sus cartas son obras maestras de expresión y argumentación. Muestra una persona con imaginación, de cultura, con capacidad para colaborar con todos».
El apartado dedicado al viaje marítimo que le llevó hasta allí, salpicado de dificultades, es uno de los más espectaculares de la exposición. Se ha reconstruido una estructura de madera semejante al casco de un barco de la época. Un conjunto de proyecciones, acompañadas de sonido, recrean el ambiente que debió padecer en esa travesía y, también, enseña la dureza que cualquier tripulante debía soportar en las expediciones que llevaban a América. De hecho, muchos de estos galeones terminarían su recorrido en el fondo del mar, como pecios marítimos –que se han convertido hoy en preciados tesoros debido a su cargamento de oro y plata. «No fue un héroe –explica Kamen–, porque el trabajo de la ocupación no lo realizó él solo. Sus propias tropas, que eran numerosas, más de ochocientos comtabientes, murieron en esta tarea. Y, también hay que precisar, que parte del mérito de su campaña también fue un logro de los indios. Con un ejército de casi 600.000 hombres que apoyaron a los españoles, Cortés no podía fallar. Podemos considerarlo un caudillo en el sentido de que tenía dones para la diplomacia con los que consiguió colaborar con otra gente que de otro modo habrían sido sus enemigos». La exposición no olvida el lado americano y dedica, al comienzo, un espacio a los primeros hombres que llegaron a América. Un preámbulo que sirve como prólogo a la reconstrucción de una pirámide escalonada azteca. La grandiosidad de los edificios de Tenochtitlán impresionaron a los españoles que conocieron la capital del imperio mesoamericano. Y esa sensación es la que, precisamente, intenta transmitirse en este espacio. Se han introducido varias piezas arqueológicas destinadas a explicar el esplendor de esta civilización. Se pueden contemplar así una escultura de la serpiente de Coyoacán, de la cultura Mexica, un basalto de la diosa del agua, Chalchiuhtlicue, un cuchillo de sacrificio de madera y sílex, el busto de un guerrero águila o un colgante de Xiuhtecuhtli labrado en oro, uno de los metales más preciados por las tropas españolas de entonces. Además de los muertos que produjeron las armas, hay que sumar las consecuencias de las enfermades que trajeron los europeos, que diezmó de una manera irremediable las poblaciones locales del centro de América. La suma de estos muertos han ayudado a aventar una nefasta leyenda sobre Cortés que aún permanece latente en nuestros días. «Él nunca ha tenido muy buena prensa, de hecho jamás le han levantado allí una escultura y, tampoco, en España. El intento de dominar y sostener su papel principal en la sociedad americana resultó muy complicado. Incluso, tuvo que huir y refugiarse en España, porque tenía graves problemas en el sur de México», aclara Kamen. El mismo historiador, de todas formas, subraya un aspecto fundamental de la semblanza de Cortés: «Siempre fue humilde. y reconoció que su obra, aunque heroica, se logró gracias a un conjunto de factores, entre los cuales, la colaboración de otras civilizaciones indígenas fue esencial». Uno de los objetivos de la exposición es, precisamente, reflejar el encuentro de distintas culturas que se produjo en ese periodo. Un encuentro que entre el Nuevo y el Viejo Mundo que comenzó bien, pero terminó dirimiéndose por el lado más trágico.