Rosalía y la fascinación por los corazones «partíos»
Si algo demuestra la inesperada ruptura de la cantante es que el desamor no entiende de niveles de renta ni de grados de popularidad
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El desamor es tan implacable como la muerte. Cuando se presenta no perdona. Y no entiende de niveles de renta ni de grados de popularidad: ahí todos somos iguales, los pobres de solemnidad y los ricos extremos, que también lloran, vaya si lo hacen. A cántaros. La foto del momento, la que está dando la vuelta al mundo en 80 idiomas, tiene todo que ver con esto: es la de Rosalía y Rauw Alejandro, quienes después de tres años de relación han roto igual que ese vaso de cristal que se nos escurre entre los dedos y no hay manera de librarlo de la muerte.
Más allá de la inmensa popularidad de los novios, la noticia ha impactado por el hecho de que el pasado marzo habían anunciado su compromiso matrimonial. Pero no, finalmente no habrá bodorrio. Lo anunció esa biblia que es la revista «People» y ellos no lo han desmentido. Y qué huérfanos se quedan de padres esos tatuajes que ambos se habían hecho para inmortalizar su amor, en aquel momento de sol intenso en el que era imposible imaginar que el enlace que iba a remachar su pasión jamás llegaría a concretarse.
Qué locos tiempos estos, y qué injustos. Con sólo 30 años, Rosalía, esa criatura maravillosa, lo ha conseguido todo en su profesión: ventas millonarias, cientos de portadas y todos los grandes premios de la industria. Se habla de ella como de una revolucionaria, se la ha comparado con la incomparable Lola Flores, pero su amor vencido la sitúa de golpe en el bando de los perdedores. Porque en nuestra sociedad fieramente humana el corazón sigue siendo un asunto mayor, pura fascinación, y porque hay pocos placeres tan paladeables como el de ver caer a un coloso.
Hace sólo unos meses salió al mercado el disco «RR», un trabajo al alimón entre Rosalía y Rauw (de ahí el título) que incluye tres temas. El videoclip de «Beso» nos mostraba a las dos estrellas amándose locamente, como aquella canción de Las Grecas. Pero al verlo ahora, sabiendo que ya no son Romeo y Julieta sino dos seres humanos más, de rompible carne y hueso, las imágenes, a pesar de ser en color, despiden el inequívoco perfume sepia de las cosas que fueron y ya nunca serán.
He ahí los hechos. ¿Las causas? Voces bien informadas han deslizado que el muchacho no era del agrado de los padres de ella. Pero la versión que más peso está cobrando en las últimas horas tiene que ver con una infidelidad de él, e introduce, pues, a una tercera persona, una modelo colombiana, en lo que antes era un binomio indestructible. El puertorriqueño declaró que en sus canciones no hay denuncia social, que su «fuente de inspiración» son las mujeres. Quevedo (el poeta del Siglo de Oro, no el cantante de reguetón) lo expresó de otro modo: «Cuantas mujeres hay, son mi tarea». No tardaremos en conocer la verdad. Pero sí tenemos una certeza: que el desamor no entiende de niveles de renta ni de grados de popularidad, ay.