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Ryuichi Sakamoto, el pescador de sonidos

El músico, ganador de un Oscar por la banda sonora de «El último emperador», presenta «Coda», un documental sobre su carrera.

Ryuichi Sakamoto, el pescador de sonidos
Ryuichi Sakamoto, el pescador de sonidoslarazon

El músico, ganador de un Oscar por la banda sonora de «El último emperador», presenta «Coda», un documental sobre su carrera.

A Ryuichi Sakamoto le gusta rescatar sonidos. El de un piano que sobrevivió al tsunami de 2011, el del agua que respira debajo de los glaciares del Polo Norte, el de una taza de café deslizándose por un platillo. Lo vemos trabajar en «Coda», documental de Stephen Nomura que se presentó fuera de concurso en la Mostra, tras informarnos, con esa humildad tímida, tan japonesa, que ha tenido que frenar su ritmo de producción después de que le diagnosticaran un cáncer de garganta en 2014. Pionero de la música electrónica, excelso pianista, omnívoro musical y sublime compositor de bandas sonoras (Oscar por «El último emperador»), habla con un hilo de voz, delicado y luminoso.

–En «Coda», habla de Oshima y Bertolucci, pero no de Almodóvar, para el que compuso la banda sonora de «Tacones lejanos»...

–Siempre fue muy amable conmigo. Los directores tienden a ser dictadores, controladores y exigentes. Almodóvar no lo fue en absoluto. Solo me dio como consigna que me sumergiera en la cultura española, y creo que no lo hice lo suficiente. No fui capaz de captar la complejidad de una tradición tan rica y singular. Debería haberme esforzado más en entender qué significa ser español.

–Libros, discos, películas... Su apartamento neoyorquino parece un santuario dedicado a la cultura. ¿Cómo se ha nutrido de ella?

–La filosofía ha influido mucho en mi trabajo. Desde joven leía a Heidegger, a Nietszche, a Michel Foucault, a Gilles Deleuze... En cine, por supuesto, me marcó Godard. Vi «Pierrot el loco» a los dieciséis años, cuando estaba en el instituto, y me convenció de que había que ser radical políticamente. Soy un hijo del 68. Luego llegaron Truffaut, Fellini, Pasolini... Y, claro, Oshima. La primera vez que le vi fue liderando una manifestación de protesta, delante de la policía, armada hasta los dientes.

–Le ofreció su primer trabajo en el cine...

–Cuando treinta y dos años después apareció en mi oficina con el guión de «Feliz Navidad, mister Lawrence», no me lo podía creer. Qué pena que le diera tan mal resultado como actor.

–¿No le gusta verse en la pantalla?

–Cuando vi las primeras tomas, casi me desmayo. Creo que compuse la banda sonora para compensar lo nefasto que era como actor.

–Es una de las bandas sonoras más icónicas de los ochenta...

–Era una banda sonora para sintetizadores. En esa época, después de mi trabajo con la Yellow Magic Orchestra, era lo que más me interesaba, la música electrónica y la tecnología. Luego, cuando empecé a colaborar con Bertolucci en «El último emperador», y más tarde en «El cielo protector» y «El pequeño Buda», opté por una línea más convencional, más clásica, grabando con orquesta. Últimamente pienso que debería volver a los sintetizadores. Me sentiría más cómodo.

–En «Feliz Navidad, mister Lawrence» compartió cartel con David Bowie. ¿Cómo le afectó su muerte?

–Perdí el contacto con David. Vivíamos en Nueva York, en el centro, pero nunca nos veíamos. David era una persona muy especial, quería ocultar su aura de los demás. Había construido un muro para protegerse del exterior. El caso es que su penúltimo disco, «The Next Day», no me había gustado mucho, pero «Blackstar» me pareció extraordinario. En absoluto daba la impresión de que estaba compuesto por un hombre que sabía que se estaba muriendo. Al contrario, es un álbum positivo, que anuncia un cambio. Como artista, le veía como un alma gemela. Por eso me impactó mucho su muerte, tal vez porque también tenía cáncer, y, en aquella época, yo estaba superándolo. No creo en Dios, pero doy gracias a lo que sea por haberme dado una segunda oportunidad.

–¿Cómo ha influido la enfermedad en su música?

–Trabajo más desde dentro, me preocupo menos por lo que hacen los demás. Soy consciente de que me han regalado un tiempo que tengo que aprovechar para seguir creando.

–En el documental le vemos en una manifestación contra las centrales nucleares en Japón. ¿Cómo percibe la deriva política de su país viviendo en América?

–En Japón estamos experimentando una situación muy parecida a la de Estados Unidos, con la diferencia de que llevamos cinco años con un gobierno de derechas, y Trump solo lleva unos meses. El Gobierno quiere que volvamos al Japón de antes de la guerra. No creo que podamos estar peor, y eso me preocupa mucho.