Unión Europea

Sami Naïr: «La UE como potencia política es un fantasma»

Afirma que la Unión Europea es un gigante económico y un enano político, pero alaba a Merkel por su valiente política de acogida a los refugiados sirios.

Sami Naïr
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Afirma que la Unión Europea es un gigante económico y un enano político, pero alaba a Merkel por su valiente política de acogida a los refugiados sirios.

El politólogo Sami Naïr es una de las voces más autorizadas en materia migratoria. Este sociólogo y ex eurodiputado francés aboga por un cambio de política en la UE y critica el «vergonzoso» pacto con Turquía para no acoger a los sirios que huyen de la guerra. Acaba de publicar el libro «Refugiados. Frente a la catástrofe humanitaria, una solución real» (Editorial Crítica).

–¿Por qué de repente llega un millón de refugiados sirios a Europa en 2015 tras cuatro años de guerra en ese país?

–Los sirios estaban esperando una solución para su país. Pero llegó un momento en que la guerra se radicalizó de tal manera que se generalizaron los bombardeos sobre la población siria. La gente comenzó a huir. Turquía llevaba recibiendo desde cuatro años atrás a miles de sirios en su territorio hasta el punto de que los turcos no podían gestionar más refugiados, así que decidieron dejar salir a esas personas de su país rumbo a Europa.

–¿Entonces no hubo una motivación política detrás de la decisión del presidente turco?

–No. La situación era insoportable para Turquía. Así que abrieron las fronteras y después empezó a negociar con Europa. La UE le ofreció dinero a cambio de que se quedara con los refugiados en su país. Hizo lo mismo que otros gobiernos europeos, pedir ayuda económica. No creo que Turquía haya querido fastidiar a Europa enviando refugiados.

–La mejor manera de frenar la llegada de refugiados sirios es parar la guerra, algo que está en manos de Putin y Obama. ¿Por qué la UE no presiona a estas dos potencias?

–Totalmente de acuerdo. Pero Europa no existe. Me gustaría saber dónde está el poder político de Europa. La UE es un conjunto de 27 países y cada uno con intereses diferentes en política exterior. Alemania no quiere imponer nada a EE UU y Francia no puede imponer. Estamos en una situación de impotencia política. Y ésa es una de las razones de la crisis de Europa. Lo que Juncker llama «crisis existencial» es en realidad una crisis política. El modelo económico de estos últimos 30 años se está agotando.

–¿Necesitamos relanzar un nuevo modelo económico?

–Eso es, pero no se puede hacer sin un nuevo acuerdo político. Así podremos hablar de igual a igual con Estados Unidos. Europa como potencia política es un fantasma. Es un gigante económico y un enano político.

–Además de los refugiados, Europa tiene el problema de los inmigrantes económicos. ¿Cómo se ha gestionado desde la UE esta cuestión?

–El modelo Schengen no corresponde a la realidad macroeconómica y demográfica de Europa. Es un modelo hecho para gestionar la mano de obra dentro del mercado único europeo, sólo para los comunitarios. Sin embargo, la principal demanda migratoria en los años noventa y a comienzos de siglo no venía de los comunitarios, sino de los extracomunitarios. Schengen fue como si hubiéramos construido un muro para impedir a los no comunitarios entrar en el mercado de trabajo europeo. Ese sistema ha favorecido la inmigración ilegal y ha hecho que las mafias organicen la inmigración a Europa que venía de los países del sur y del este. Este sistema estalló con la crisis de los refugiados. La rigidez de la libertad de circulación entre el mercado europeo y su entorno ha convertido la inmigración en problema, y ahora todos lo reconocen, empezando por la señora Merkel y por Juncker, que dice que el sistema Schengen está muerto.

–¿Qué sistema propone usted?

–Siempre he defendido la idea de vincular la inmigración con la cooperación económica y la demanda de trabajo. Hay que poner en marcha una política de codesarrollo, es decir, permitir no la libertad de circulación total, sino la circulación organizada de los flujos migratorios para que puedan servir de vector de desarrollo a su propio país.

–España hizo algo así hace años, ¿verdad?

–Después de trabajar con Lionel Jospin en Francia, vine a España porque Mayor Oreja, el entonces ministro del Interior, quería conocer mi propuesta. Y España la llevó a cabo. Se empezó con los ecuatorianos. Cuando vino la crisis, una parte muy importante de los ecuatorianos volvieron a su país. Se hizo una política de ida y vuelta. La organización de la movilidad es la solución. Pero esa idea de movilidad organizada no existía en el convenio Schengen. Ahora, la UE sí que ha adoptado ese planteamiento.

–¿Las sociedades europeas y sus gobiernos tienen la misma visión sobre cómo enfrentar el problema de los refugiados?

–No. Hubo una demanda de solidaridad muy importante de todas las sociedades europeas, sobre todo en la Europa occidental. Después cambió porque los gobiernos no hicieron lo que tenían que hacer, no dieron el apoyo necesario a nivel legal para que las sociedades puedan organizar la solidaridad con los refugiados. Se necesitaron seis meses hasta que Bruselas tomara una decisión sobre los refugiados. Segundo, cuando Merkel abogó por la solidaridad se quedó sola. Ningún gobierno europeo la apoyó, salvo quizá Renzi en Italia. Lo que hicieron los gobiernos fue desanimar la solidaridad entre la gente. Merkel, a la que reprocho su política de austeridad, ha tenido un comportamiento irreprochable.

-¿A qué atribuye esa decisión valiente de Merkel con los refugiados? ¿Hay un factor humano?

-Lo atribuyo a dos factores. Merkel procede de una familia en la que la ética cuenta mucho. Es un problema moral para ella. El segundo elemento es que se trata de una mujer con convicción política, sabe que un millón de sirios significa en cuatro o cinco millones de personas que pueden apoyar en el futuro el desarrollo económico de Alemania. Ha entendido que el problema central de Alemania es el demográfico.

–¿El auge de la extrema derecha puede poner en riesgo esa acogida de refugiados?

–La extrema derecha usa el tema de los refugiados como combustible. La ultraderecha lo que quiere es la salida de Alemania de la UE. Quiere el fin de la solidaridad con el resto de los países europeos. Nacieron en 2011 y 2012 con ese discurso.

–¿Cree que cada vez más gente se sumará a las posiciones extremistas en Europa?

–El peligro estriba en que los ciudadanos europeos se dan cuenta de que el ciclo inaugurado con la política de austeridad no ha solucionado su problema. Hay una pérdida de referencias. La gente no sabe a dónde ir. Una parte va a la extrema derecha y otra va hacia la extrema izquierda, hacia los partidos antisistema.