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Cine

"Sangre en los labios": músculo sáfico, esteroides queer

Rose Glass dirige a Kristen Stewart y Katy O’Brian en un thriller lésbico que cruza «Thelma y Louise» con algo digno de Cronenberg

Siempre superiores al español en aquello de la mercadotecnia, los sajones han convenido en llamar «roid rage» a los episodios violentos que, desde hace décadas, la ciencia ha relacionado con el consumo reiterado de esteroides y demás hormonas que propician la atrofia o el desarrollo muscular. Común entre culturistas, luchadores profesionales y jugadores de fútbol americano, este fenómeno se viste de largo para salir a jugar (y a divertirse) en la valiente y loca «Sangre en los labios», que dirige Rose Glass, responsable de la impresionante «Saint Maud» de 2019, y que protagonizan en perfecta armonía lésbica Kristen Stewart y la musculosa Katy O’Brian.

«Mi idea siempre fue contar la historia y deriva de una culturista en su camino al éxito, quizá convirtiéndose en algo monstruoso en él, pero no quería sentirme tan sola escribiendo como en mi anterior película», explica Glass a LA RAZÓN sobre un guion que ha firmado a cuatro manos junto a su compañera de universidad Weronika Tofilska. Y sigue: «Ella le aportó el elemento fantástico. Me obligó a llevar la película hacia un lugar mucho más sorprendente, divertido y, sobre todo, liberador», completa la directora.

Katy O'Brian como culturista en "Sangre en los labios"
Katy O'Brian como culturista en "Sangre en los labios"AVALON / FILMIN

Química explosiva

Si bien «Sangre en los labios», que levantó aplausos en la última Berlinale, funciona de maravilla al mezclar una historia alineable con «Thelma y Louise» (1991) y una pesadilla propia de David Cronenberg, gran parte de su éxito radica en su dúo protagonista. «Fantaseaba con tener a Kristen Stewart cuando todavía estábamos escribiendo el guion. Por suerte, ella vio ‘‘Saint Maud’’ en su momento, así que aceptó subirse al barco desde el primer borrador que le enviamos. Eso facilitó mucho las cosas, sobre todo, desde el punto de vista de la financiación», confiesa Glass, antes de explicar cómo encontró a los bíceps por los que respira realmente su filme y que tienen la cara de ángel de O’Brian: «Fue extremadamente difícil, porque no encontrábamos a nadie que diera la talla a nivel dramático. Necesitábamos una cierta vulnerabilidad, una soltura frente a la cámara que ninguna de las actrices nos había dado. Por suerte, una dos semanas antes del rodaje, uno de los productores puso un tuit al que respondió un fan de Katy, mencionándola. Fue una casualidad increíble, porque solo tuvieron una tarde para construir su química y lo hicieron probándose vestuario», añade.

Y es que, vista la química explosiva que ambas actrices desatan en la película, consciente de sí misma, excesiva y barroca, uno jamás diría que «Sangre en los labios» estuvo a punto de no rodarse, entre las complicaciones mencionadas y las que se derivaron de encontrar al gran villano en la huida hacia la libertad de las protagonistas: un imponente Ed Harris que es mitad mafioso mitad calavera del desierto, personaje casi caricaturesco, pero profundamente turbio. «Me invitó a su casa de Malibú antes de aceptar el papel. Yo creo que me estaba calibrando, midiendo como directora. Al fin y al cabo, Ed Harris no tiene ninguna necesidad de hacer una película así, tan libre y tan loca en la que básicamente hará de gilipollas. Pero por suerte le gustó lo que había leído y le convencí de algún modo. La película no funcionaría sin él. Ya no me imagino a nadie más», añade Glass.

"Sangre en los labios" es la segunda película de Glass tras "Saint Maud"
"Sangre en los labios" es la segunda película de Glass tras "Saint Maud"AVALON / FILMIN

Cuento sáfico y fábula de la insinceridad, «Sangre en los labios» utiliza el «roid rage» para compararlo con el «amour fou» en una mezcla insólita de géneros que acaba funcionando por puro músculo (sin pretensión cómica). Es ahí donde Glass brilla como autora, presentando lo romántico como vehículo y no como excusa. La película es lésbica, sí, pero como es atrevida y explícita: «Desde el principio, queríamos que la homosexualidad se cocinara dentro de la película, no como su tema central. Esa me parece la vía más obvia de representación ‘‘queer’’, porque es la manera en la que las personas ‘‘queer’’ perciben el amor, exactamente igual que las personas heterosexuales, no es el centro de su vida ni mucho menos lo más importante. Es tan importante que sean dos mujeres como que una sea hija de un mafioso y la otra, una trabajadora de ese mafioso», apunta Glass, entregada al manierismo más telenovelesco para acabar triunfando por destreza: «Sangre en los labios», que bien podría convertirse en un clásico instantáneo de culto por cómo retoza en venas hinchadas, cabezas reventadas y alguna que otra secuencia onírica, es la confirmación de una nueva voz a tener en cuenta en el cine de género global. Además, el acercamiento de la directora a la sexualidad fortuita, que se lleva a mitad de los ochenta por una cuestión más estética que narrativa, también cuestiona la hegemonía romántica de lo que tiene que ser el amor sobrevenido en la gran pantalla, elevando su «Sangre en los labios» desde un sofisticado homenaje a la serie B hasta un ensayo mucho más sesudo sobre el amor, la obsesión y todo lo que queda en medio.