"Saturno": mi abuelo es un pederasta | Festival de Málaga
El director Daniel Tornero firma un crudo documental sobre su abuelo, condenado por abusos a menores, y cómo afectaron los hechos a su familia
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En lo que ahora identificaríamos como el madrileño barrio de Carabanchel, pero hace poco más de dos siglos, Francisco de Goya se refugió en sus pinturas para intentar tragar en diferido la cicuta inevitable de su exilio. El pintor, que se mudó a la finca de la Quinta del Sordo en 1819 y no la abandonaría hasta 1824, forjó en su retiro forzoso una serie, la de las pinturas negras, que pasaría a la Historia del Arte por su depresivo retrato del mundo, uno vil y sangriento en el que las bestias campan a sus anchas y los padres, a bocados, devoran a sus hijos. En esa pulsión oscura del maestro, además de decepción y frustración, existía lo que muchos han querido leer desde el psicoanálisis, una especie de descenso a los infiernos de su psique, una desnudez extremadamente vulnerable y nunca antes vista en el medio.
En esa misma frecuencia, pero aún más descarnada si cabe, vibra una película como "Saturno", dirigida por Daniel Tornero y que participa en el Festival de Málaga dentro de la competición documental. Narrada en una fantasmagórica primera persona, la historia del filme nos acerca hasta la intimidad más sincera de la familia del propio realizador, golpeada por la noticia de que el abuelo de la casa ha sido acusado de abusos sexuales a dos menores. Justo ahí, y huyendo de ejercicios maniqueos o manipuladores, Tornero comienza una serie de entrevistas como detenidas en el tiempo y que le llevan a hablar con su hermano, sus primos, su abuela, su padre -que acaba convirtiéndose en protagonista involuntario del filme, por la sinceridad de sus palabras y sus reflexiones para con el trauma generacional- y, cuando ya no queda casi arena en el reloj judicial, con su abuelo, ahora en prisión tras ser ratificada una pena de alrededor de cinco años de cárcel por parte del Tribunal Supremo.
Pero, ¿cómo se enjaula a una película tan potencialmente insidiosa? ¿Cómo se termina un filme sobre un proceso mental tan doloroso? "Durante el rodaje hubo un momento revelador. Cuando estaba entrevistando a mi padre, él comienza a hablar de las diferencias entre el padre que él tuvo y el padre que él ha querido ser. Fue como un regalo, porque me permitió terminar la película, sentir que estábamos cerrando este capítulo" explica elocuente Tornero, a los pies del Teatro Cervantes de Málaga, y consciente del poder de las palabras en su impresionante documental. Y sigue: "Para mí era muy importante hacer una película sensible y cuidar a las personas que se están exponiendo delante de la cámara. Porque soy el director, pero también hay una relación personal, hay gente que tiene que seguir con su vida tras la película y tras los hechos", completa el director.
"Teníamos que respetar la intimidad de las víctimas. Yo me he centrado en la parte de mi familia, que es donde podía hurgar, donde podía narrar sobre el resquebrajamiento de la figura del padre".Daniel Tornero, director de "Saturno"
Cuidadosa de no elucubrar y de no re-victimizar a las menores, a las que apenas se hace alusión de manera consciente como para delimitar el foco de la película sobre la familia, "Saturno" sí se parte narrativamente en dos cuando el director decide confrontar(se) a la duda inherente: ¿Ha pensado alguien en algún momento en las víctimas reales, las abusadas? "Era una línea ética que teníamos muy clara, teníamos que respetar la intimidad de las víctimas. Yo me he centrado en la parte de mi familia, que es donde podía hurgar, donde podía narrar sobre el resquebrajamiento de la figura del padre, que es, creo, el verdadero tema de la película. Es una película sobre la paternidad, más que sobre el tema de los abusos", explica Tornero sobre uno de los momentos más arrebatadoramente reales del filme, cuando su padre se rompe a llorar hablando de la dolorosa contradicción que conlleva guardarle cariño a un monstruo.
Goyesca desde el primer minuto de metraje, dibujada a claroscuros y el marrón seco de la tierra cuarteada en el norte de Alicante, "Saturno" parte del impacto más escabroso para terminar en tratado sobre la masculinidad, su fragilidad y su porosidad más aberrante: "El proceso es muy doloroso, pero es muy bonito. Por un lado, vemos que los ecos, la sombra de mi abuelo impregna todo el desarrollo emocional de mi padre, como una sombra, pero también vemos cómo la propia película va teniendo un eco en los personajes. Es una retroalimentación mutua, a través de la cámara, del cine como ente creador de nuevas realidades", apunta meridiano.
"Todavía me hago la pregunta de qué siento al pensar en mi abuelo. Eso es lo que he intentado plantear en la película, la duda, pero quizá pueda responder algún día".Daniel Tornero, director de "Saturno"
En diálogo directo con películas recientes como "Ara la llum cau vertical" (Efthymia Zymvragaki, 2022), que daba voz a un condenado por violencia de género, "Saturno" opta por no desentenderse de su carga ética. Estamos escuchando a un pederasta, pero ese pederasta es el abuelo del director. Ninguna de las dos cosas se esconde ni trampea en ningún momento. "Hay que asumir que esa entrevista forma parte del riesgo de la película. Y eso hay que dejarlo claro. Hay que evitar el morbo, lo maniqueo y el amarillismo, refugiándonos en la complejidad emocional del proceso familiar. Mi propia relación con mi abuelo va variando de unos encuentros a otros", confiesa el realizador, que aquí le pone la cámara delante a un condenado que pasa por varias fases, de la negación a la justificación de lo injustificable, pasando por la desesperación y el nihilismo propio de alguien que sabe que ya está en los últimos años de su vida.
Llena de momentos espeluznantemente brillantes, y cruzada por una lectura generacional que podría ser retablo empático de cientos de familias de nuestro tiempo, hayan tenido o no un abuelo pederasta en la familia, "Saturno" es un portentoso ejercicio de honestidad, la misma con la que responde todo el rato Tornero: "Todavía me hago la pregunta de qué siento al pensar en mi abuelo. Eso es lo que he intentado plantear en la película, la duda, pero quizá pueda responder algún día. No lo sé. Quizá no, quizá no pueda ir más allá de la complejidad emocional que me sobreviene en todo momento al hablar de ello", se despide elocuente el realizador, que aquí se apoya en el excelso trabajo de Nila Nuñez y Meritxell Colell en montaje para que vea la luz un documental llamado a ser uno de los mejores del año en nuestro país.