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Soledad Lorenzo, una cuestión personal

El Reina Sofía dedica la segunda exposición sobre la colección de la galerista a los artistas que protagonizaron el lenguaje figurativo

«Personaje D» (1979), de Alfonso Fraile
«Personaje D» (1979), de Alfonso Frailelarazon

Soledad Lorenzo, galerista antes que coleccionista, como ella ha repetido en abundantes ocasiones, entró en colisión consigo misma, en una paradoja casi inevitable, el día que decidió exhibir artistas norteamericanos en su espacio sabiendo de antemano la dificultad intrínseca que suponía vender este conjunto de obras a los coleccionistas españoles que despuntaban en aquella España que acababa de recuperar el pulso democrático y abordaba los ochenta y los noventa con una mirada empañada de optimismo. A pesar de las dificultades inherentes que suponía entonces dar salida a ese puñado de autores, consagrados a nivel internacional y que cotizaban al alza, ella apostó por importarlos a nuestro país con un solo fin, rigiéndose por un principio que estaba muy claro para ella, pero que rebasaba con claridad los intereses económicos y revelaba ciertos aspectos ultraístas de su espíritu.

Esta preocupación por mostrar los trabajos y tendencias de algunos de los creadores más destacados de Estados Unidos a los españoles es una de las líneas de su carrera y de su contribución al paisaje artístico de España que asoman en la segunda exposición que el Museo Reina Sofía dedica a la colección que ella ha decidido dejar en esta institución en calidad de depósito con promesa de legado. Un conjunto de 392 piezas de 89 artistas, la mayor parte de ellos españoles, que empezaron a mostrarse al público en una primera exposición, «Punto de encuentro», que se centraba en un discurso preocupado por la geometría y la construcción.

Vuelta de tuerca

En esta ocasión, la muestra, que se ha llamado «cuestiones personales» y que reúne 48 piezas de 23 artistas, da una vuelta de tuerca y toma una línea argumental completamente distinta. «Ahora nos centramos en la recuperación o el retorno al lenguaje figurativo que plantearon algunos artistas de aquellos momentos, en todos los que participaron en la renovación, los cambios y la metamorfosis de la representación. Lo hacen desde una visión personal, como si fuera una apuesta propia», comenta Salvador Nadales, comisario de esta muestra junto a Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía.

Para ilustrar esta tendencia que abarcó las dos últimas décadas que clausuraron el siglo XX se ha escogido una selección de piezas pertenecientes a Luis Gordillo, Alfonso Fraile, Juan Ugalde, Jorge Galindo y Manuel Ocampo, entre otros innovadores. «Los temas que abarcamos aquí –insiste Nadales– están centrados en distintos aspectos, como el cuerpo escindido, el concepto de identidad... pero, sobre todo, lo que se ha pretendido en el museo no es solo reunir obras por autores, sino buscar un discurso coherente que aglutine todo este depósito».

Una de las promesas que acordó el Museo Reina Sofía y Soledad Lorenzo es que no se repitieran autores de la primera exposición y en la segunda, que hoy se abre al público y que está dividida en cinco secciones distintas. En su recorrido se podrán contemplar fotografías, vídeos, esculturas, pero, sobre todo, destaca el alto número de pinturas. «Lo que vemos ahora es que Soledad Lorenzo fue una artífice importante del panorama artístico español. A partir de los años 80 se vuelve a la figuración y, por eso, nosotros nos centramos en Luis gordillo y Alfonso Fraile, uno de los creadores más vinculados a ella, porque precisamente inauguró su galería con él, y que ahora reunimos en una sala para que se vean juntas sus obras».

Ellos reflexionaron sobre la pintura y la ven como resultado de un juego de interacciones, como el resultado de la influencia mutua de diferentes movimientos, como el informalismo, el arte pop y otras corrientes, solo que estos creadores optaron por unas preocupaciones más inusuales, relacionadas más con la psique y la identidad, junto a los conflictos derivados de ella. Sus proposiciones, sin embargo, contrastan con las de Manuel Ocampo o Juan Ugalde, que se adentraron por aristas alejadas de dichos parámetros y reconocieron en el humor y la ironía, un buen campo de batalla para expresar sus inquietudes y plantear sus inquietudes.

De hecho, uno de los ejes reconocibles de la exposición son los emparejamientos o los duelos entre estos innovadores. En un ambito distinto, precisamente, se juntan a Miquel Barceló, José Manuel Broto o José María Sicilia, una terna de nombres que resumían el éxito internacional de los pintores españoles. «Todas estas obras demuestran un modo personal y sólido de trabajar, que es el que ha caracterizado a Soledad Lorenzo. Todos los artistas que han pasado por su galería han tenido posteriormente una carrera sólida, y muchos de ellos eran muy jóvenes cuando exhibieron en ella. Esta colección es de una enorme calidad y eso demuestra el buen ojo que tenía y su versatilidad al probarse que soporta líneas discursivas totalmente distintas», sostiene Nadales.