Teatro
El “Ay, mamá” que Lorca hubiese entonado
“Lorca, Vicenta” ahonda en una mujer olvidada, pero fundamental para el poeta: su madre
Cuando ya creíamos que de Lorca se había dicho, y hasta repetido, absolutamente todo en los escenarios, llega la compañía Apata Teatro –formada por el director Pepe Bornás y el dramaturgo Jesús Laiz– con un nuevo espectáculo que trata de ahondar en la biografía de una mujer un tanto olvidada, aunque esencial en la formación y en la trayectoria del poeta granadino: su madre. Figura útil, por otra parte, para entender el clima social previo a la Guerra Civil en la España más llana y alejada de la barahúnda política de la corte, Vicenta Lorca fue, desde luego, decisiva en el desarrollo de la sensibilidad artística de su hijo, como este mismo reconoció: “Mi madre, a quien yo adoro, es maestra. Dejó la escuela por las galas de labradora andaluza, pues ha ensañado a leer a cientos de campesinos y ha leído en alta voz por las noches para todos, y no ha desmayado un momento en este amoroso afán por la cultura. Ella me ha formado a mí poéticamente y yo le debo todo lo que soy y lo que seré”. Y así opina también el director de este Lorca, Vicenta: “Mientras su padre, más pragmático, intentaba que Federico estudiase y fuese alguien de provecho –dice Bornás–, la madre no tenía reparos en que su hijo volara libre y desarrollase su faceta más creativa”.
Fue casi el azar quien colocó a doña Vicenta en el punto de mira teatral de la compañía, cuando sus integrantes estudiaban el modo de llevar a escena una suerte de thriller histórico y político sobre las posibles causas del asesinato de Lorca, y sobre lo que pudo ocurrir en los dos o tres días anteriores a su muerte. “Le dábamos vueltas a ese tema; pero sabíamos lo controvertido que era, y no queríamos pasarnos de listos –recuerda Bornás–. En esa fase del proceso de investigación me hice con una compilación descatalogada de la correspondencia entre Lorca y su madre, y enseguida me atrajo aquella mujer, huérfana de padre desde su mismo nacimiento, que estudió en un colegio religioso para gente sin recursos, que se hizo maestra y que se empeñó en dar una educación progresista y liberal a sus hijos. Más que las cartas, lo que tenía interés dramático era ella en sí misma”.
La obra, escrita en colaboración con Laiz por dos dramaturgas de peso como son Yolanda Pallín e Itziar Pascual, propone un recorrido por los recuerdos de esta mujer, en forma de “flash-back”, a partir de sus últimos instantes de vida. Con la única compañía en el escenario de la pianista Cristina Presmanes, la actriz Cristina Marcos –ganadora de un Goya en 1994 por su trabajo en Todos los hombres sois iguales– se mete en la piel de Vicenta en una función, según Bornás, “con mucho juego dramático para que la historia fluya, se comprenda bien y pueda interesar incluso como divertimento”. En este sentido, hay en la propuesta algunos guiños al teatro de títeres que tanto gustaba a Lorca, y hay también algunos cameos de otros actores que aparecen proyectados audiovisualmente – Miguel Rellán, Elisa Matilla, Daniel Albaladejo...– para encarnar al autor de Bodas de sangre en distintos momentos de su periplo vital e interactuar con su protagónica madre.
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