Memoria Histórica
El primer museo nacional de la Guerra Civil estará en Teruel
El Gobierno de Aragón asume un proyecto que pretende ser «referente en Europa». Con un coste de 6 millones de euros, está prevista una apertura completa para 2025
Durante el invierno de 1937-1938 se combatió en Teruel a temperaturas inferiores a -20 ºC. Los brigadistas internacionales lo llamaron «el Polo Norte». La magnitud de aquellos fríos fue destacada por los corresponsales llegados a la ciudad, como Herbert L. Matthews, reportero de «The New York Times», al que nada impresionó tanto como «el increíble mal tiempo en que se libró la batalla». Y va a ser precisamente en Teruel donde va a crearse un museo que recuerde no solo aquel asedio, sino la Guerra Civil en su conjunto. Un complejo oficial, con vocación nacional, que será pionero en España.
El museólogo Joan Santacana concibe el proyecto por encargo del Gobierno de Aragón, que está al habla con el Ejecutivo central para imprimir ese carácter de referente nacional. El lugar elegido es un solar al lado del hospital provincial, propiedad del Ejecutivo aragonés, donde ya se trabaja en una primera fase con un presupuesto de 2,1 millones de euros, aunque el coste final rondará los 6 millones. A principios de 2023 podría abrirse una parte de las instalaciones, que no estarán a punto hasta comienzos de 2025.
Aunque Santacana asume el plan, la idea original partió del militar e historiador Gabriel Cardona, que echaba en faltaba un museo de la Guerra Civil en España, «el único país que ha tenido un conflicto de esas características y no cuenta con ningún elemento que permita al ciudadano conocer a fondo qué fue», explica Santacana a LA RAZÓN. «En Francia tienen el memorial de Verdún; en Alemania el de Berchtesgaden; en Reino Unido, el Museo Imperial de la Guerra. Nosotros no hemos hecho nada», apunta el museólogo. Y a Cardona «se le ocurrió que fuera en Teruel, decisiva para el avance de Franco. Una vez tomada la ciudad, de Teruel al mar; partió el frente republicano en dos y a partir de ahí, la derrota estaba garantizada».
Su doble condición de arqueólogo y pedagogo permite a Joan Santacana plantear en 2005 las bases de la museografía didáctica en España. En 2006, la Diputación Provincial de Teruel le encomienda el proyecto, que entrega en 2008 sin saber «en qué espacio se iba a ubicar», por lo que hizo «algo innovador: empezar por la museografía y adaptar el edificio a las necesidades». Cardona muere en ese intervalo en un accidente de tráfico, y Santacana creía que el encargo «era uno de tantos», pero en 2018 la Consejería de Educación le comunica que quiere «resucitar el proyecto». Para el trazado arquitectónico, el profesor propuso a Toni Casamor, del estudio BCQ Arquitectura. Según su diseño, la visita se iniciará en una planta subterránea para exposiciones y un auditorio. El interior, con una textura pardo-grisácea, pretende evocar los cerros que rodean Teruel, con acceso a través de una rampa que revive las trincheras. Dentro habrá dos módulos, uno dedicado a la contienda, con audiovisuales y simuladores,y otro enfocado a la batalla de Teruel. En la planta baja está previsto un jardín –con material pesado– y en la superior un centro de documentación.
Joan Santacana, que colaboró en el museo de Historia de Cataluña –donde aplicó el esquema del Museo de Historia de Suecia en Estocolmo– y concibió el del Atlhetic de Bilbao, cree que «si lo que quieres es un museo capaz de emocionar, que no sea una colección de chatarra y llegue al corazón», hay que contar «con elementos que no sean discutibles, y eso debe ser avalado por una comisión de historiadores nacionales e internacionales, los más prestigiosos, que lo evalúen». Para coordinar esta misión propuso a Javier Paniagua, profesor de Pensamiento Político y Social, «libre para hacer un museo de ideas, de emociones, no de batallas, aunque las habrá».
Santacana quiere que sea «un museo moderno, un referente en España y en Europa, como lo fue en su día el museo del Holocausto de Jerusalén, copiado infinidad de veces, o el Museo de Historia de Berlín. Deberíamos ser capaces de hacer eso, museos que sean capaces de emocionar, de ilusionar».
Paniagua, histórico socialista valenciano –militante del PSOE desde 1978, diputado en cuatro legislaturas–, fue llamado a una reunión preparatoria hace cuatro años en la que le propusieron coordinar esa comisión académica, «lo más amplia posible, para que haya consenso en el material expositivo», explica el propio Paniagua, «y si no lo hay, hacer constar las distintas versiones».
Autor de un volumen de la Guerra Civil publicado por Planeta, este profesor ha hecho también «obras para alumnos de Bachillerato». «Me gustaba el proyecto, había estado en la UNED, era catedrático, estaba jubilado, y acepté». Le llamaron dos veces más del archivo de Teruel para preguntar por los expertos, y propuso por escrito «a personas tanto de España como del extranjero, entre ellos Stanley G. Paine y Paul Preston», pero de momento no hay nada decidido.
Su experiencia museística está basada en el paso por un congreso en Estella sobre el carlismo, la visita al museo que hizo Mitterrand sobre la Revolución Francesa en Lille y el memorial del desembarco de Normandía. Además conoce «el museo de Obama en Gettysburg (Pensilvania) sobre la guerra civil norteamericana». El «problema» para Paniagua es que «es muy difícil hacer museos de guerras civiles, porque una cosa es el cambio tecnológico y social y otra la mentalidad». Y cita el caso de Estados Unidos, donde «aún hay manifestaciones y protestas, cuando han pasado más de 170 años». En España no es diferente. «Vivimos en un país donde los resortes de la Guerra Civil están absurdamente presentes». Aun así, preparó su plan y fue invitado a Zaragoza hace dos años, donde expuso sus ideas. «Después lo dejé olvidado», dice, hasta que vio en los presupuestos de Aragón 2.100.000 euros para la construcción del complejo, y acaba de entrevistarse con el consejero de Cultura aragonés. Paniagua pretende que sea un «museo general» que puedan visitar «desde estudiantes a cualquier interesado».
Sobre el material a mostrar apuesta por fotos «inéditas» de Robert Capa procedentes del maletín hallado en México, y está en contacto con el Museo del Ejército para contar con aviones de la época con los que crear ambiente, junto con uniformes de milicianos y de los ejércitos republicano y franquista.
Tanto Paniagua como Santacana son conscientes de las dificultades. «Las guerras civiles cicatrizan siempre mal, pero esta no ha cicatrizado, tenemos que poder enterrarla. Es complicado, pero hay que hacerlo», dice el museólogo.
El político conoce el terreno que aborda –«hay más de un millón de artículos y libros sobre la Guerra Civil. Es la materia del siglo 20 en España que más se ha publicado en todo el mundo»– y el riesgo que asume: «Me parece una manera de superar la conflictividad que vivimos sobre aquello». Pero es el primer interesado, porque «en mi familia se unieron las dos Españas». Recuerda Paniagua que la guerra le «pilló» a su padre en Córdoba, donde le movilizó el ejército franquista con 19 años. Resistió herido defendiendo una posición cuando todos sus compañeros habían muerto, hazaña que le valió la Medalla Militar Individual. El propio Paniagua se casó con la hija del líder del PSOE en Valencia al estallar la guerra,Agustín Soriano. Y Antonio de Gracia, el abuelo de su mujer, era gobernador civil de Granada en el 36, aunque murió su madre y tuvo que regresar a Valencia, lo que «con seguridad le salvó la vida». Estuvo condenado a muerte y se libró de nuevo porque gracias a unas monjas «le conmutaron la pena».
Asume que es una labor compleja. «Los alemanes saben que fueron derrotados. Aquí eso no existe. Se ha utilizado la Segunda República como un mito de la izquierda, sin contar con elementos dentro de ella que fueron muy duros», lamenta Paniagua. «Y con todo esto de la memoria histórica que ideó Zapatero, la tontería más grande que se ha hecho... La Guerra Civil se puede interpretar, pero hacerlo desde el Estado no lo han hecho ni los americanos ni los franceses». En su opinión, «esto es una cosa de historiadores, está bien que se desentierre a la gente que estaba en las cunetas, es algo normal porque la gente quiere tener a sus muertos donde tienen que estar, pero eso no tiene nada que ver con recomponer de nuevo una visión histórica sin el equilibrio suficiente, reconociendo las virtudes de unos y los defectos de otros, o viceversa». Ese será su desafío en Teruel.
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