Mario Gas y sus 1.500 amigos
Con Bárbara Granados al piano, el director protagoniza un recital con los textos y canciones que le han marcado
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A 24 horas del estreno de hoy en el Teatro Español, Mario Gas se presenta con la voz rasgada. «Cosas de los ensayos sin micro», justifica sin preocuparse demasiado. Al final, está ante una fiesta y a estos sitios no conviene ir a sufrir. «Solo nos faltan unos vinos y unos canapés», apunta, a su vera, Bárbara Granados, responsable de la música y a los mandos del piano en este Amici miei. «Pero los teatros no nos dejan», lamentan al unísono. Lo que la pareja tiene entre manos no es más que la recuperación de textos, poemas y canciones que les han marcado, por uno u otro motivo, a lo largo de sus carreras. No hay más criterio que el «gusto»: «Es lo más importante de este mundo. Cuando uno hace algo, a no ser que se esté obligado, debe ser en función del gusto. Sin esto, el espectáculo no tendría sentido. El placer es entregar al espectador todo eso que nos ha tocado al leerlo o al escucharlo», explica Gas de un montaje sobre gustos, el suyo propio, pero también sobre dramas, melancolías, cuestiones líricas, políticas e ideológicas, enumera.
Retazos de obras que en su día entraron en la cabeza del director y que nunca más se fueron. Y si salieron en algún momento, han vuelto en otra ocasión para recordarle lo que significaron entonces. Porque Gas no tiene una lista en la que apunte sus básicos, «simplemente acumulo», dice del cemento de una función que no supone ni una banda sonora de su vida ni unas memorias. «Podrían ser cuatro horas y media hablando, recitando y cantando, pero si el público no está bien lo puedo dejar en 50 minutos», reta entre risas. Aun así, no se asusten, la idea es quedarse entre hora y media y dos horas. Depende. El guion es todo lo flexible que se quiera. «Unas veces se va por aquí, otras por allá», asegura Granados, que también se rebela ante el todopoderoso: «Otras soy yo la que me adelanto y marco el ritmo. La cuestión es pasarlo bien. ¡Estamos tan a gustito...!», canta.
Coincide el nombre del montaje, Amici miei, con el de la película de Mario Monicelli: «Tiene algo de aquel grupo de amigos que se siguen reuniendo años después para hacer pequeñas gamberradas. No deberíamos perder nunca ese espíritu de juego. Hay que llevarlo hasta las últimas consecuencias», afirma un Gas que asegura que su particular rebelión es «tomarse la vida con sentido del humor, no darse importancia y relativizar sobre las cosas que no importan. Porque no hay nada más disfrutón que estar con los amigos y pasarlo bien».
Gas y Granados van y vienen por recuerdos de su memoria de la mano de esos «amigos» junto a los que tantos ratos han pasado: Gil de Biedma, Bukowski, Sondheim, San Juan de la Cruz, Fernán Gómez, Armando Manzanero, Astor Piazzolla, Benjamín Prado, Arthur Rimbaud, Lope, Szymborska, Vinyoli, Cristina Fernández Cubas, Valle-Inclán, Joan Salvat-Papasseit, José Agustín Goytisolo... Un ramillete de colegas que «son más de cien, pero que cada día son más. Puede que lleguemos hasta los mil quinientos. No se sabe», comenta de un recital sin límites. «Se podría alargar hasta las 24 horas para entrar en el Guinness. Material hay y amigos poetas, dramaturgos y músicos también. Y siento si hay más hombres que mujeres, pero soy lo que soy y creo que tengo acreditado un gran respeto por la igualdad. Ha salido así».
Se rebela Mario Gas ante el buenismo. Todo el mundo está en contra, pero nadie lo cambia, refunfuña: «Es la gran incógnita... Nos creíamos que el siglo XXI era el de la modernidad y el de la paz y solo hace falta mirar al mundo que tenemos alrededor para ver que estamos llenos de guerras, no solo en Ucrania. Es como si no quisiéramos entendernos. Parece que solo interesa el poder y joder a la gente. Debemos mirarnos con amor, crítica y distancia, todo al mismo tiempo», cierra.
- Dónde: Teatro Español (Sala Margarita Xirgu), Madrid. Cuándo: hasta el 1 de mayo. Cuánto: 18 euros.