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Crítica de 'Asesinato para dos': El musical como juego de actores ★★☆☆☆

Zenón Recalde, en la dirección escénica y la adaptación, y Gaby Goldman, como director musical, son los máximos responsables de un espectáculo

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Autoría: Kellen Blair y Joe Kinosian. Dirección escénica y adaptación: Zenón Recalde. Dirección musical: Gay Goldman. Elenco: Mikel Herzog Jr. y Dídac Flores. Pequeño Teatro Gran Vía, Madrid. Hasta el 27 de enero.

Precedido de un enorme e inesperado éxito en Estados Unidos, que se ha extendido después a numerosos países por todo el mundo, ha llegado a España este curioso musical de pequeño formato con el que dieron un importante salto profesional sus creadores, Kellen Blair y Joe Kinosian, y que conjuga el teatro detectivesco al más puro estilo Agatha Christie con el vodevil e incluso con la farsa en algunos aspectos.

Zenón Recalde, en la dirección escénica y la adaptación, y Gaby Goldman, como director musical, son los máximos responsables de un espectáculo cuyo argumento sigue el esquema básico del género de misterio parodiando todos sus tópicos: al oficial de policía de Nueva Inglaterra Marcus Moscowitz, que sueña con ser ascendido a detective, se le presenta la oportunidad de resolver el asesinato del famoso novelista Arthur Whitney, muerto por un disparo en su casa cuando celebraba su cumpleaños ante más de una decena de testigos que se convierten en sospechosos.

Lo más llamativo e interesante de la propuesta es que solo hay dos actores para interpretar todos esos personajes que aparecen: Mikel Herzog Jr. se mete en la piel del protagónico Moscowitz y Dídac Flores, con encomiable esfuerzo, va asumiendo sucesivamente, y a veces casi simultáneamente, los demás roles que tienen cabida en la trama. El trabajo de los dos, especialmente del segundo, es correcto desde el punto de vista teatral y digno del más sonoro aplauso en el terreno musical. Es aquí donde el espectáculo cobra más vuelo. Hay algunos números muy bien ideados donde Flores y Herzog comparten piano tocando a cuatro manos y cantan, con gracia y desparpajo, de acuerdo a la idiosincrasia de los personajes a los que estén dando vida en ese momento. De hecho, en este sentido puramente musical, la función peca más bien por defecto: podría haberse exprimido más la sintonía evidente que hay entre ambos intérpretes y podrían asimismo haberse pulido algunos estribillos, en la partitura y también en las letras adaptadas al castellano, para que golpeasen emocionalmente más al espectador y se recordasen mejor al salir de la sala. 

Todo lo contrario ocurre en lo estrictamente teatral: por un lado, la acción se atasca y se desvía con rupturas de la cuarta pared que nada aportan; por otro, las situaciones se estiran de manera estridente tratando de multiplicar sin mucho éxito su efecto cómico.

Lo mejor: El original tratamiento de las escenas más puramente musicales.
Lo peor: Demasiada estridencia y demasiado cliché del que no se termina de extraer el humor.