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teatro

'La gramática': Un arma peligrosa llamada lenguaje

Ernesto Caballero dirige a María Adánez y José Troncoso en una comedia "con pinceladas de parábola distópica" que nos alerta sobre el empobrecimiento, intelectual y vital, que supone el mal uso de nuestro idioma

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“Por encima de todo, es un homenaje a nuestro patrimonio lingüístico, con toda su riqueza y capacidad de explicar el mundo”. Así define su autor y director, Ernesto Caballero, ‘La gramática’. Protagonizada por María Adánez y José Troncoso, la obra cuenta la historia de una trabajadora de la limpieza en la Real Academia Española que, a raíz de un accidente, se convierte de manera sorprendente en una erudita del lenguaje. Sin embargo, ese dominio de la gramática recién adquirido provocará en la vida de esta mujer algunos problemas. Para intentar que todo vuelva ser como antes, se pondrá en manos de un conocido neurocientífico (Troncoso) que la someterá a un novedoso tratamiento de desprogramación lingüística. “Si en ‘Pigmalión’ hay una especie de progresión hacia lo cultivado, aquí ocurre lo contrario -apunta el autor-. Aquí vemos cómo la protagonista sufre exclusión laboral, familiar, etc. por estar atrapada en un lenguaje elevado y correcto que no la define socialmente; por eso quiere deshacerse de las habilidades que ha adquirido”.

Como podrá deducirse del argumento, la función tiene una evidente intención satírica, que la emparenta, en cierto modo, con ‘La autora de las Meninas’, una pieza asimismo escrita y dirigida por Caballero que Carmen Machi protagonizó hace un lustro y que ironizaba sobre el sentido y sobre el valor del arte contemporáneo. 

“El impulso que me llevó a escribir ‘La gramática’ fue la preocupación por ciertas políticas populistas que están jibarizando la capacidad expresiva de los ciudadanos y por la estrechez de pensamiento que trae consigo ese reduccionismo del lenguaje -explica Caballero-. Me temo que hay un interés perverso por parte de los poderes en limitar las herramientas intelectuales que el ser humano necesita para analizar la realidad y hacerse preguntas sobre ella; un interés en que la población, en definitiva, no desarrolle la imaginación, que es la facultad que tenemos para pensar posibilidades alternativas al mundo que tenemos”. 

No obstante, a partir de ese impulso inicial, la obra fue adquiriendo nuevos significados, según cuenta su autor: “Me di cuenta de que la exclusión y el sufrimiento del personaje que había creado también venían dados por su exceso de celo, es decir, por la rigidez a la hora de usar el lenguaje, lo cual convierte este en una especie de corsé. En este sentido, ella quiere recuperar también la espontaneidad, la libertad para expresarse; y es ahí donde la obra empieza a abordar otro asunto, que es el de la recuperación del habla popular, el habla de la calle, en su aspecto más luminoso y enriquecedor de la lengua. Yo no escribo ninguna obra para sermonear a nadie, pero, en cierto modo, sí hay también una especie de alerta acerca de que la rigidez en todos los ámbitos constriñe al individuo e impide su desarrollo más vital y más libre”.

La manipulación política en el uso del lenguaje, el empobrecimiento intelectual que conlleva el mal uso -o el uso esquemático- de un idioma y el escaso interés del hombre moderno por “ilustrarse” y perfeccionarse son temas que están presentes en esta comedia; pero, por encima de todos, Ernesto Caballero señala uno de naturaleza más filosófica: “Creo que la gran pregunta que planea a lo largo de toda la obra es si realmente somos lo que hablamos o no somos lo que hablamos; si el lenguaje puede o no puede abrirnos, limitarnos y caracterizarnos. El personaje principal quiere volver a ser lo que era; pero lo que era antes… ¿es lo que hablaba, o es otra cosa?”.

  • Dónde: Nave 10 (Matadero), Madrid. Cuándo: hasta el 22 de diciembre. Cuánto: desde 15,75 euros.