Flamenco

Olga Pericet desata "La Leona" que lleva dentro

La bailarina cordobesa desembarca en Madrid con una pieza "sensual y exótica", dice, que rinde tributo a la mitología del flamenco

Olga Pericet estrenó la pieza en la última Bienal de Sevilla
Olga Pericet estrenó la pieza en la última Bienal de SevillaPaco Villalta

Hace cinco años que Olga Pericet (Córdoba, 1975) recibía el Nacional de Danza (2018) por «su versatilidad escénica y su valiosa capacidad de transmisión», y la bailarina no se baja de la burra; continúa con esa «capacidad de aunar las distintas disciplinas de la danza española, actualizándolas en un lenguaje interpretativo con sello propio», que justificaba entonces el fallo del Ministerio de Cultura. Lo último que tiene entre manos lo presentó en la Bienal de Sevilla del año pasado, La Leona, la primera parte de un díptico que le lleva a los orígenes del flamenco y con la que llega ahora a Madrid, a Conde Duque (del 9 al 11 de febrero).

Se trata de una pieza que surge de la propia curiosidad de Pericet, de cuando una conferencia de Norberto Torres –especialista en flamenco y en la historia de la guitarra– le metió en la cabeza la semilla de lo que hoy es un espectáculo que ha terminado de dar forma Carlota Ferrer –colaboradora habitual de la bailaora y quien también acaba de estrenar en la capital Los nadadores diurnos, en Matadero–: «Me dijo que improvisara, que sacara el instinto», cuenta la andaluza de «una directora que mete mucha música y cuerpo en sus funciones». «Y tenía toda la razón –continúa–. Muchas veces no nos escuchamos ni a nosotros mismos. La sociedad, en general, no acude a esos primeros instintos, los más naturales, que a mí me han conducido a buscar la simplicidad de los materiales nobles; en definitiva, a hacer flamenco».

La obra retrocede hasta 1852, a Almería, al rugido grave de la primera guitarra española

Desde esa pureza, Pericet ha querido retroceder en el tiempo más de siglo y medio, hasta 1852, hasta Almería, hasta el taller de un viejo lutier, hasta Antonio de Torres, «padre de todos los flamencos», sentencia. En aquella exposición de Norberto Torres, la coreógrafa se topó con un rugido muy particular, el del primer prototipo de guitarra española, «La Leona», que la llamaron: «Su sonido era muy grave y sus tonalidades fueron las primeras del flamenco. Lo que empezó como un experimento terminó convirtiendo a Antonio en un genio que dio inicio a buena parte de la cultura que exportaríamos». Una prueba que comenzó con «La Fea» –un arquetipo todavía anterior–, entre cartones y con tripas de animales en el lugar de las cuerdas y que ha evolucionado durante décadas para llegar al cuerpo, al filtro, de Olga Pericet. Dos leonas –aquella guitarra preflamenca, «destemplada», y el animal– se dan cita en la bailaora para levantar «un baile reivindicativo y contestatario» en el que se acude tanto a la parte femenina del instrumento como a la del hombre: «Esas curvas sensuales de la mujer, pero también está su mástil, ¿por qué no jugamos también con esa faceta masculina?», se pregunta la protagonista.

Respecto al lado felino, la bailaora se remite al «diálogo entre el animal que todos llevamos dentro y el instrumento. El animal es ese flamenco salvaje que me hace sacar el colmillo, el pelo y todos los simbolismos de un cuerpo que se mueve por la poética de la guitarra. Con lo animal llega todo lo ancestral y pagano. Además de imaginar cómo sería ese primer flamenco, engendro de muchas culturas». Lo dice una artista que, inspirada por el Desnudo con guitarra (1894) de Ramón Casas, se despoja de todo ante los suyos en una recreación «estética» en la que prima «el erotismo, lo exótico y lo bello».

  • Dónde: Conde Duque, Madrid. Cuándo: del 9 al 11 de febrero. Cuánto: 18 euros.