Àlex Rigola, Hedda Gabler y un Ibsen para “voyeurs”
Àlex Rigola desnuda el texto de Henrik Ibsen en el Lliure y vuelve a recurrir a la caja de 6 x 8 metros en busca de una mayor “sensibilidad” y para “desdibujar la frontera entre el personaje y el actor”
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Àlex Rigola (Barcelona, 1969) le ha cogido el gusto a eso de encajonar a sus actores. Arrinconarlos entre un espacio desnudo y un público (el poco que permite el entorno) que está muy pero que muy cerca. Platea y escenario en un todo. Teatro de salón, íntimo, casi susurrado. Repite la técnica que ya empleó en Vania y en Who is me. Pasolini, aunque en este último montaje el cubículo era otro, todavía más pequeño. El director defiende que la caja −«mi territorio en esta etapa de mi carrera»− es «el lugar perfecto para proteger los silencios»; y que la emplea para «recuperar la cercanía que te puede ofrecer un actor cuando no tiene que pensar en las salas grandes y en proyectar la voz para que llegue a todos los sitios», cuando no hay micrófonos.
Es la posibilidad de ver hasta el más pequeño detalle del «acting», continúa, adaptando un texto clásico y dar al «voyeur» el placer de introducirse en las carnes del actor-personaje. Porque, con esta manera de funcionar, Rigola no quiere mentiras, «solo verdad escénica», sentencia. Ni siquiera aparecen los nombres originales del texto, sino los de sus intérpretes: «Te recuerda que eres tú el que está contando la historia y echas raíces desde la primera persona. ¿Para qué vamos a mentir al espectador? Ni entramos ni salimos de la caja. Sabemos que cuando un señor sale del escenario no se va a dormir o a cocinar, pese a que lo diga, y aquí hay un trabajo dramatúrgico que intenta ir a la verdad. Lo sobrante nos llevaría a una falsificación de la realidad. Exijo que lo que se comparta vaya más allá del personaje. Es la implicación directa del actor con su propio pensamiento y vida», apunta de su investigación sobre «nuevas dramaturgias». «El cine y lo audiovisual han encontrado su terreno», añade, «Igual que el teatro lo abarcaba todo hace cien años, hoy estamos en el momento de explotar la sensibilidad de algunos textos, que lo agradece mucho el público».
Sin perturbaciones externas
Comenta Rigola que la caja le da la seguridad de enseñar el espectáculo «siempre con la misma calidad». Así, sirve ahora el arca para levantar un Ibsen, Hedda Gabler (séptima vez que el título visita el Lliure, primera parada de una gira que le llevará por diferentes puntos de Cataluña y que visitará Madrid, el CDN, a finales de 2023), con la solidez de sentirse ajeno a cualquier perturbación exterior. Solo la madera, los intérpretes y un puñado de espectadores. Como el propio Henrik Ibsen, quien escribió que buscaba «representar seres humanos, emociones y destinos humanos sobre la base de las condiciones y los principios sociales del presente», el director catalán toma su obra para presentarla «totalmente desnuda», dice. Una propuesta «que deja todo el peso de la función en las actrices y actores [Nausicaa Bonnín, Miranda Gas, Pol López, Marc Rodríguez y Joan Solé], las propias tensiones dramáticas de la pieza y en esa confidencialidad que se encuentra en la proximidad con el espectador», que convivirá con los artistas en el interior de esos 6 x 8 metros sin techo. Rigola no quiere que las emociones estén preestablecidas, «salen las que salen, cada día pueden variar». «Es una nueva manera de actuar. Nos toca deconstruir todo lo aprendido durante veinte años», sentencia Bonnín.
Desubicación, deseos, amores y desamores, conflictos éticos y destrucción navegan por la pieza que, como señala Rigola, supone uno de los primeros textos de la dramaturgia moderna. Adaptado «libremente» por el director, Ibsen se traslada al presente para explorar las contradicciones del «gran» personaje femenino que es Hedda Gabler (Bonnín), considerada fría, mala y excéntrica y vista en este montaje como «fuerte y compleja»: «Hay algo de esta sociedad que no termina de estar en su sitio. Puede que estemos desubicados por encontrarnos en un cambio de periodo más importante de lo que pensamos y que todavía no podemos visualizar. Dentro de un siglo sabremos dónde estábamos y hacia dónde nos ha llevado. Antes, existía un espacio seguro en el que cumplir unas normas te permitía vivir sin tensiones; hoy en día, no tenemos ni idea del futuro, nadie te lo puede asegurar».
E, igual que «nosotros», el director entiende que Hedda y sus coetáneos también estaban «desubicados». «No es que sean malos por naturaleza o alcohólicos... No encuentran su sitio. ¿Por qué bebe la gente y por qué se droga más que nunca? Hay algo en nuestra sociedad que te lleva a buscar extremos porque con el día a día no se está a gusto. Hay miles de formas de evadirse de lo cotidiano y eso es un problema».
Por eso, para Rigola no importa si la protagonista es hija de un general del siglo XIX que lo ha tenido todo y que ahora busca su sitio o una ciudadana del hoy. «Funciona a la perfección del mismo modo», afirma de un personaje «que se parece a todos nosotros» y que va ligado a la toxicidad, «pero a la que viene externamente de una tercera persona, de toda la sociedad, y de la que también creamos nosotros mismos». Se criticó por ello, entre otras cosas, a Hedda Gabler, una mujer «fuera de época», se dijo; una mujer que tenía mucho en común con las personas de este tiempo: «A veces creo que solo sirvo (...) para aburrirme mortalmente», comentaba la muchacha en la pieza original. Aunque a Rigola le «asusta» más otra palabra, «tedio», puntualiza: «No es tanto el aburrimiento en sí, sino cómo se llega a esa situación. No es no tener qué hacer sino no tener que hacer. Un momento en el que el tiempo te aplasta. Por eso tenemos tantas adicciones, como las redes sociales, que es una forma de olvidarse del día a día».
- Dónde: Teatro Lliure (Gràcia), Barcelona. Cuándo: hasta el 29 de enero. Cuánto: entradas agotadas.