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Festival de Almagro

Shakespeare, Berlanga y la chirigota

Las niñas de Cádiz vuelven a unir tradición clásica y gamberrada contemporánea en una obra cuya trama está inspirada en los grandes personajes de Shakespeare

Las niñas de Cádiz estarán dos días en la Casa Palacio de los Villarreal
Las niñas de Cádiz estarán dos días en la Casa Palacio de los Villarreal Festival de Almagro

Macbeth, Julio César, Ricardo III, Rey Lear, Hamlet... Todas estas obras, y algunas más que nada tienen que ver con Shakespeare, aunque sí con su época, están presentes de alguna manera en ‘La reina brava’, un nuevo montaje de Las niñas de Cádiz, después del éxito de ‘El viento es salvaje’ y ‘Las bingueras de Eurípides’, que ya ha agotado las entradas para este fin de semana en el Festival de Almagro.

Como es habitual en la compañía, Ana López Segovia firma el texto de una función que ella misma ha dirigido y en la que comparte escenario con Rocío Segovia y Alicia Rodríguez. “Lo que nos interesaba de Shakespeare, sobre todo, es ese pulso popular que también tiene, igual que lo tienen los autores de nuestro Siglo de Oro; ese contacto directo con el público -explica la directora-. Además, hemos tomando como referencia la manera de representar en el Globe Theatre. Cómo entra el público, cómo entran los actores interpretando directamente a ese público. Esa forma de concebir la representación también me interesaba mucho. Y conecta mucho con nuestro trabajo: la utilidad, la desnudez del espacio...; y poner todo el acento en la palabra y en la interpretación.

Por otra parte, los personajes de Shakespeare son mitos que se han convertido en universales y atemporales. Y eso se relaciona muy bien con Las niñas de Cádiz”.

Así, tratando de esencializar esos mitos y sus conflictos, y después de bucear mucho en la literatura del Bardo, fue cómo López Segovia urdió una trama sobre una malvada reina, en la corte del siglo XVI o XVII -aunque el público advertirá sin dificultad ciertos paralelismos con el presente-, que terminará siendo asesinada por su madre y por su hija. “Es una reina corrupta, insaciable, ambiciosa, que despierta el odio de sus súbditos y de su propia familia -desvela la autora del texto-. Su madre y su hija tratan de medrar en la corte: quieren un título nobiliario, ser funcionarias… La reina le promete un cargo a la hija, pero luego no cumple su promesa y aquello acaba... como el rosario de la aurora”.

Octosílabo y endecasílabo

Desvelar el desenlace no supone destripar la función, ya que todo el argumento se desarrolla como un "flashback" a partir, precisamente, del regicidio, que es el suceso que abre la obra. Esa estructura narrativa, que implica ‘contar’ hechos ya pasados, resultaba muy apropiada para que López Segovia, dejando a Shakespeare un poco de lado, echase mano también de nuestro romancero. Eso permitió que el verso octosílabo castellano irrumpiese en el texto, conviviendo con el endecasílabo isabelino.

“Hay algo de esa épica que tiene el romancero -confirma la dramaturga-. Ha sido un trabajo de escritura difícil, el más complejo que hemos acometido. Hicimos muchas lecturas, y sobre esas esas lecturas opinábamos todas: ‘aquí hace falta más sal’; ‘aquí un poquito más de carne’; ‘aquí más alegría’. Tuve que empezar a eliminar muchos endecasílabos, que son demasiado elevados, para hacer todo más nuestro, más llano, algo que nos facilitaba más el octosílabo. Ha sido un trabajo muy laborioso, pero... estoy muy orgullosa. Estudié mucho sobre la reina Urraca de León, por ejemplo, y sobre cómo se cuentan las historias de los reyes y de las reinas en el romancero viejo. Hay algo de esa narración popular nuestra, de esa épica. Tratada desde el humor, claro. Pero sí, sin duda hay una forma épica de plantear la historia, como si fuéramos a contar una cosa muy seria y muy grande”.

Y, desde luego, no dejan de ser serios los asuntos que abordan Las niñas de Cádiz en su propuesta, aunque les haya quedado un Shakespeare, como ellas mismas apuntan, con ecos surrealistas “de Azcona y de Berlanga”. “Creo que, en definitiva, ‘La reina brava’ habla del alma humana; de la futilidad de nuestras ambiciones, y de cómo la corrupción de las clases gobernantes se relaciona con la corrupción del pueblo. Todo ello, como siempre ocurre con Las niñas, de una manera muy lúdica y muy divertida -concluye López Segovia-. Tampoco pretendemos descubrir la pólvora”.