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Teatro más allá de la barra

«Un bar bajo la arena», de Ernesto Caballero y José Ramón Fernández, reconvierte la Sala de la Princesa del María Guerrero en la cafetería que unió a los teatreros durante años para conmemorar el 40º aniversario del Centro Dramático Nacional.

Pepe Viyuela (en el centro) encabeza un reparto en el que trece actores interpretan a 50 personajes históricos del Teatro María Guerrero
Pepe Viyuela (en el centro) encabeza un reparto en el que trece actores interpretan a 50 personajes históricos del Teatro María Guerrerolarazon

«Un bar bajo la arena», de Ernesto Caballero y José Ramón Fernández, reconvierte la Sala de la Princesa del María Guerrero en la cafetería que unió a los teatreros durante años para conmemorar el 40º aniversario del Centro Dramático Nacional.

El bar del María Guerrero fue como esa cena de Navidad en la que el último en llegar a la empresa agarra del hombro al jefazo para zarandearle y hablarle de tú. Lo que era imposible sobre las tablas y en los ensayos, bajo la arena del escenario principal del teatro se convertía en realidad. Calentados por los licores y, sobre todo, por la humeante atmósfera presente, los temerosos actores miraban a los ojos al director y se atrevían a replicarle todo aquello que en cualquier otro lugar hubiera sonado a utopía. «¡Y hasta nos hacían caso!», recuerdan quienes lo vivieron. Allí mismo, un Ernesto Caballero «que estaba haciendo mis primeras armas», dice, se topó con el celebérrimo Francisco Nieva. Lo tenía delante, a apenas un metro. Lo podía tocar e interrumpir sin que nadie se molestara. Y como él, centenares de principiantes se toparon con sus entonces ídolos y luego maestros.

Todo aquel aroma es el que el ahora director del Centro Dramático Nacional (CDN), Caballero, ha querido reunir en «Un bar bajo la arena» –de mañana al 25 de noviembre– para conmemorar el 40º aniversario de la institución. Lo que en su día fue una cafetería, con el tiempo terminó convertida en la actual Sala Princesa, que vuelve a sus orígenes para ser lo que fue. Un habitáculo en el que las butacas se mezclan con la barra mediante una moqueta que unifica todo y por la que circularán los fantasmas de los personajes, intérpretes, directores, espectadores, acomodadores, técnicos, periodistas y etcétera que se dejaron –y siguen haciéndolo– el alma sobre unas tablas que no son otra cosa que el techo del remozado bar.

Pepe Viyuela encabeza un reparto de trece actores (Carmen Gutiérrez, Isabel Dimas, Juan Carlos Talavera, Juanfri Topera...) en el que interpreta a José María, «un señor que va a todos los teatros y que conoce el mundillo perfectamente, muy cerca de ser el espectador ideal», explica Viyuela del hilo conductor de la historia. Pero también es Buster Keaton, el Max Estrella de «Luces de Bohemia» al que dieron vida José María Rodero, en 1984, y Gonzalo de Castro, en 2012, y el Primo de «Doña Rosita la soltera» que encarnó Mario Gas en 1980. Porque «Un bar bajo la arena» es ese homenaje a casi todos.

Ametralladora de recuerdos

Cincuenta figuras que cobran vida de la mano de Caballero, como director, y de José Ramón Fernández, como autor: «Pero sin un comienzo, un desenlace y un final. Esto es una ametralladora de recuerdos que te llevan a un momento de tu vida, a la primera vez de cada uno con este teatro. Un lugar, el CDN, que hizo que el Lorca imposible empezara a respirar, igual que pasó con Valle-Inclán. Se puso en valor a los dos gigantes de la dramaturgia española del siglo XX», presenta un Fernández que aborda su tercer trabajo al lado de Caballero. Juntos forman un tándem que no necesita de «miradas para pasarse el balón», explican. «José Ramón hace las cosas tal y como yo las haría», defiende el director sobre la elección de un monólogo del Tiempo, como personaje, sacado de «Cuento de invierno», de Shakespeare.

Una pareja que va a una para «poner en valor el teatro y para hacer público, que no es lo mismo que amontonar espectadores», puntualiza el director «incitando a la lectura drámatica y escénica en un lugar de encuentro en el que pasó de todo y en el que se formó un diálogo humano y artístico excepcional». El mismo que quiere recuperar en una sala en la que transporta al auditorio a formar parte del propio teatro: «Porque son el otro pilar fundamental de esto», cierra Caballero.