Artistas

Un arranque modesto

Dmitry Korchak y Bruno de Simone, en plena acción
Dmitry Korchak y Bruno de Simone, en plena acciónlarazon

El Teatro Real tiene unas directrices, aprobadas en su Patronato en tiempos de Antonio Moral, según las cuales ha de abrirse cada temporada con una nueva producción.

El Teatro Real tiene unas directrices, aprobadas en su Patronato en tiempos de Antonio Moral, según las cuales ha de abrirse cada temporada con una nueva producción. Nadie de los actuales responsables del coliseo se ha molestado en conocer la historia y normas de su teatro y menos Mortier. Todo había que empezarlo de nuevo. Podríamos pasar por alto que se abre 2013/14 con la repesca de una producción de enero de 2005, pero es que además lo hace con un reparto netamente inferior al de entonces, donde compartían cartel Juan Diego Flórez, María Bayo, Pietro Spagnoli y Ruggero Raimondi. Total, nada. Desde luego no es la forma de comenzar temporada un teatro de «primera división». Bien es cierto que los sucesos que padece y padecemos lo alejan mucho de tal calificativo. Hubiera resultado más acertado empezar por «La conquista de Méjico», pero, sin duda, estas diez funciones de un título tan popular ayudarán a las maltrechas arcas del teatro, a pesar de que para esta representación quedaban doscientas entradas a la venta una hora antes de empezar la misma. Dicho lo cual hay que añadir que la producción de Emilio Sagi tiene sobrado nivel para cualquier teatro de auténtica primera división. Deja que la ópera sea ópera, se disfrute con la música de Rossini, está claro cuanto sucede en la escena; la estética es bellísima; se aprovecha todo el escenario del Real –curiosamente se han suprimido los dos escenarios superpuestos al final del primer acto– en la que realmente es una ópera casi de cámara; cada escena es como un videoclip que cobra sentido en sí misma tanto como en el contexto general –formidable la simulación de los efectos de la calumnia a través de los movimientos de una sábana– y abundan las acciones paralelas, se da margen a la sorpresa, etcétera. La estética de los muy atractivos decorados discurre en blanco y negro con vestuarios originales atemporales, apoyada por una cuidada iluminación, hasta desembocar en una sinfonía de colores en un final muy de Sagi. Todo ello logra, si no la carcajada, sí la sonrisa de principio a fin y que se disfrute como ha de disfrutarse con una ópera cómica tan genial como la de Rossini, llena de inteligente bondad y ausente de cualquier vulgaridad.

Gianluigi Gelmetti realizó entonces una lectura orquestal de transparente camerismo lejana a la actual de Tomas Hanus. El joven director checo lleva una carrera ascendente en la que Múnich ha sido un peldaño importante, pero le queda bastante para respirar Rossini y elevarlo con un sonido más ágil y menos plano. En el reparto funciona más la homogeneidad que el lucimiento individual. Al Fígaro de Mario Cassi le falta algo de fiato y sobra tosquedad. Serena Malfi aborda con suficiencia la Rosina en tesitura de mezzo. Dmitry Korchak logra salir airoso de la complicada traca final y cantar con poesía el «Se il mio Nome». Bruno de Simone compone un convincente Bartolo, el bajo habitual en la casa Dmitry Ulyanov luce su poderosa voz y Susana Cordón repite sólidamente como Berta. Algo más de seis minutos de aplausos no son muchos para una inauguración de temporada, pero al menos no hubo una sola muestra de discrepancia.

Un apunte final: ¿cómo puede ser que en los exteriores del teatro aún luzcan los cartelones de la temporada pasada?

Autor: Rossini. Dtor. de escena: Emilio Sagi. Dtor. musical: Tomas Hanus. Con Mario Cassi , Serena Malfi, Dmitry Korchak, Bruno de Simone. Coro y Orquesta del Teatro Real. Madrid, 14 -IX-2013.