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Historia

¿Todavía podemos utilizar la palabra «Reconquista»?, ¿existió esa mentalidad entre los hombres y mujeres de la Edad Media?

Un libro coordinado por el historiador David Porrinas reúne a detractores y defensores de este término politizado tanto por la derecha como por la izquierda

¿Es apropiado hoy en día emplear el término «reconquista» para explicar el avance de los reinos cristianos en la Península Ibérica? ¿Existió esa mentalidad entre los hombres y mujeres de la Edad Media? ¿Hubo un fenómeno al que se pueda tildar, sin caer en la incorrección, de «reconquista» entre los siglos VIII y XV? Pocas palabras resultan tan controvertidas en la historiografía española. No solo porque esta voz todavía arrastre connotaciones políticas, que lejos de haber quedado obsoletas se mantienen vivas, sino porque, de telón de fondo también late otra cuestión principal, igual de polémica y también muy discutida: el origen de España.

«Esta cuestión está en el meollo de todo esto. Para algunos el reino visigodo era un territorio de Hispania, ya entendido como España. Otros han concluido que ya existe esa identidad cuando formaba parte de las provincias del imperio romano. En cambio, hay quienes sostienen que España no surge hasta el siglo XIX. Este punto es clave, porque, claro, si no hay España, no hay reconquista», comenta el historiador David Porrinas, autor de «El Cid» y coordinador de este primer volumen de la colección «Debates de la historia» de la editorial Desperta Ferro que está dedicado a esta cuestión y que reúne artículos de Carlos de Ayala, Javier Albarrán, Martín F. Ríos, Francisco García Fitz, Armando Besga, Ana Isabel Carrasco, Alejandro García Sanjuán y Francisco J. Moreno. «¿Es legítimo usarla? Eso dependerá de qué historiador leas. Los hay que la condenan y consideran que debería desaparecer del todo; los que explican que se puede usar, pero con ciertas restricciones, y, por último, los que afirman que no existe ningún problema en recurrir a ella».

A favor, en contra

David Porrinas, que admite que es una palabra muy contaminada por la política, adelanta de dónde provienen los motivos y recelos de sus detractores: «Consideran que es un invento contemporáneo, que es insuficiente para explicar el periodo y lo observan como un fenómeno propio del siglo XIX y el franquismo, pero no de la Edad Media. De hecho, una parte de la polémica proviene del abuso que se ha hecho de este término en las últimas centurias».

Unas argumentaciones a las que hay que sumar las de la otra parte, que el propio David Porrinas resume: «Para los que están a favor de su utilización dicen que la reacción negativa hacia este término se fundamenta en lo que ellos denominan una izquierda identitaria, que tienen en uno de sus puntales el odio a Occidente, una idealización del pasado andalusí, que contemplan como una arcadia feliz donde convivían las tres religiones, y el recelo hacia el sistema capitalista, que consideran corrupto y decrépito, a la vez que sostienen que nuestras sociedades han perdido sus valores».

«No se ha sabido limpiar esta palabra de sus connotaciones»

David Porrinas

David Porrinas reconoce que «reconquista» es un «término afectado». Durante la Transición parecía que se había descontaminado, pero solo fue una ilusión: «No se ha sabido limpiar esta palabra de las connotaciones heredadas del pasado. Esto es sustancial. Si no existe una revisión de las visiones del pasado en el sistema educativo, estamos educando a las generaciones futuras en ideologías que arrastramos por inercia».

Él mismo subraya algunos factores que han influido en esta polémica, que debería haberse templado con el transcurso del tiempo y haber quedado como una mera cuestión académica. Sin embargo, todavía está vigente en la conversación y despierta encendidas discusiones. David Porrinas apunta esos fenómenos que han permitido que la discusión permanezca viva. «Los atentados del 11-S y el 11-M no han ayudado. Han influido en la visión de Occidente del mundo musulmán y al revés. Era un contexto de guerra intercultural. Estados Unidos intervino en Afganistán e Irak. Se ahondó en un radicalismo que venía de la Guerra Fría y el Irán de los ayatolás. Muchos entendieron que el islam podía ser un problema».

Este contexto histórico influiría en España. «Todavía recuerdo a José María Aznar vestido de El Cid... Este presidente radicalizó su discurso tras los atentados de Madrid y volvió a la retórica de la reconquista. Luego, además, se alió con George Bush Jr. Después, José Luis Rodríguez Zapatero, con su ley de Memoria Histórica, generó controversia, porque supuso un revisionismo y muchos entendieron que esto suponía volver a abrir heridas cerradas. Todo esto produjo una polarización paulatina en nuestra sociedad. Esto hizo revivir antiguos fantasmas. Al final, por la radicalización de unos y de otros, se perdió el centro, o sea, una conveniente moderación».

A estos acontecimientos y decisiones hay que sumar las retóricas del presente, que han traído una «revival» de ideas que parecían haber quedado atrás. David Porrinas lo expresa con enorme preocupación: «Puedes ver en las calles banderas republicanas y anticonstitucionales. Para mí, tanto una como la otra, son anticonstitucionales. La legal es la bandera de nuestra democracia. Lo que sucede es que se están recuperando símbolos del pasado y existe un mal uso de identificación con el pasado».

Para el historiador, el crecimiento de la extrema derecha tampoco ha ayudado demasiado a la polémica: «También ha influido, por supuesto. Este auge es un síntoma de la crisis de un modelo de sociedad. Eso ya lo vimos con el auge de los fascismos. Existe un retroceso en Europa. Es evidente. Y si encima coincide con una inmigración de fuerte componente musulmán, es fácil alimentar el odio de algunos sectores de la población. En Occidente se están dando muestras de cansancio y algunos están aprovechando la tesitura para aprovecharse de este desencanto, de este desapego hacia los políticos, y hace que ahora se anhelen cirujanos de hierro que limpien la casa. Esto lo usa la ultraderecha, y de manera parecida, la extrema izquierda». El historiador explica las consecuencias: «El término del que hablamos se ve afectado, porque volvemos a una historia de buenos y malos».

Esto no es ajeno a la propia historia de la palabra. «El conflicto proviene de la intoxicación que sufre, que enseguida se vinculó con el nacionalismo español y el nacional catolicismo durante la época de Franco. Aparte de que ya arrastraba ciertas connotaciones negativas provenientes del siglo XIX, un momento marcado por el romanticismo y que, por esa misma razón, miró hacia el pasado para buscar referentes». Otro aspecto que influyó en la evolución de la palabra fue la creación de las comunidades autónomas. «Es algo que es independiente del gobierno que esté. No puede existir una autonomía sin una historia, porque es como si faltara algo, así que también se acudió al medievo, a la dichosa reconquista, de nuevo, bien para reivindicar a un rey o el pasado andalusí».

Sin sutituto

Pero la cuestión queda abierta. «Reconquista». ¿Tiene una palabra que la pueda reemplazar y que suscite acuerdo? Se han propuesto varias, pero ninguna de ellas goza de la popularidad ni cuenta por el momento con la aprobación de la comunidad científica. «Esta es la otra arista, que no hay una palabra que la pueda reemplazar. Ninguna sirve. Se ha hablado con “colonización”, pero no es apropiada; tampoco “feudalismo”, que es verdad en parte, pero tampoco del todo... Que no hayan salido hacia adelante ninguna de las distintas propuestas, y que ninguna haya cuajado, porque no tienen la potencia de “reconquista”, nos plantea la posibilidad de que estemos frente a un debate eterno».

David Porrinas reconoce que «la falta de un adecuado sustituto y que, por otro lado, las palabras que se han propuesto hasta hora no funcionen, no solo a nivel español, sino también a nivel internacional, es un asunto difícil de resolver. Hay que pensar que, en países como Estados Unidos, esta palabra les resulta útil porque inmediatamente saben situar el periodo en el espacio y en el tiempo. Llevas a quien lo escucha y a quien lo lee a un tiempo y a un momento muy preciso. Desde este punto de vista es pragmático. La realidad es que sigue siendo socorrido para los hispanistas franceses, ingleses y de otras nacionalidades, que, por otro lado, son ajenos al debate y no están contaminados ideológicamente. De hecho, ellos han publicado obras con esta palabra en el título, como Richard Fletcher».

Una palabra en la época de Al-Ándalus

► La palabra «reconquista» no existía en la Edad Media. Este es un argumento de sus detractores. Pero también es cierto que tampoco existía «feudalismo» ni «cruzada», y se emplean hoy. Lo que sí había, y se puede rastrear en las crónicas cristianas desde Alfonso III, es la idea que inspira, aunque no se use la palabra «reconquista». Los reyes cristianos del norte, de todos los reinos, tenían la idea de recuperar los territorios de Al-Ándalus, que, consideraban, les pertenecían y que les habían quitado. Una mentalidad que emergería en diferentes momentos con mayor o menor fuerza. Lo curioso es que también los textos musulmanes de esta época recogen esta mentalidad de sus enemigos. Ellos admiten que la idea de «reconquistar» sus territorios, aunque no usen esta palabra, existe en los monarcas de la cristiandad. De hecho, la perciben como una amenaza porque desde el siglo VIII, cada centuria que pasa, pierden territorios en favor de sus enemigos.