La música callada del toreo
Joselito el Gallo era Mozart, Juan Belmonte era Beethoven
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El título de esta obra del ilustre (e ilustrado) José Benjamín define, con polifonía, tan culta como intelectual, que el toreo es arte: sobre todo, música (callada), ya que nace del alma y del corazón: sentimiento, mas también, pensamiento.
Con su agudeza e ingenio, decía que, si Joselito el Gallo era Mozart, Juan Belmonte era Beethoven. Sinfonía del silencio que habla con las sílabas inspiradas de unas verónicas, para la eternidad, rematadas con una media, que vivifica el tiempo proustiano de la existencia, con la claridad de Pepe Luis Vázquez y el cante jondo de Gitanillo de Triana.
¡Paran los relojes y suena la partitura de un natural, citando de frente, con la verdad de la armonía y el temple! ¿No es, así, el toreo la mirada infinita de Ava Gardner, hasta convertir en metáfora inefable la muleta de Ordóñez: Goya y Picasso, en la soledad del prodigio orteguiano?
¿No es, al, fin, el toreo de Rafael de Paula música juanramoniana, original de José Bergamín, y sinestesia hermosa y espiritual? Recordemos que el escritor, preterido y marginado por la España oficial, definió un concepto, tan complejo, con la luminosidad de Alberti y la sinceridad expresiva de quien convierte la concisión en métrica: “El toreo es desengañar al toro, no engañarlo. Burlarlo, no burlarse de él”.
Tauromaquia y literatura, como si fueran los sonetos de amor de Francisco de Quevedo y la prosa de Ramón Gómez de la Serna: esculpidos y esculpida, con letra de la imprenta de Ibarra. Metáfora y greguería, viendo torear con la filosofía borgeana de un entendimiento sobrenatural a Joselito el Gallo: capote, muleta y espada.
El sol de la madrugada vuelve a brillar como en los poemas de Tagore y en una plaza de toros: el escenario narratológico de los tres tercios.
Música (callada): Mozart, Beethoven y MahlerL. LLY Bergamín, tocando el piano de Chopin, con el verso garcilasiano, que permanece. Para explicar por qué la inspiración de Joselito y Belmonte es lira o laúd, acordeón o saxo. Ahora, la sintaxis de los instantes y la semántica del recuerdo evocan, con los endecasílabos de un soneto gongorino, la corrida del siglo. Toros de Victorino Martín para Ruiz Miguel, Luis Francisco Esplá y José Luis Palomar. Una tarde, en la que el toreo fue, otra vez, sentimiento, música beethoviana y filosofía del entendimiento.