Antología y enfado de Morante y explosión de Filósofo y Emilio
Extraordinario toro de Olga Jiménez premiado con la vuelta al ruedo al que De Justo corta dos trofeos y una oreja para el de La Puebla en tarde para recordar
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Un desliz por dentro del sobrero de Olga Jiménez nos destrozó las ilusiones de las verónicas. Morante mecía las muñecas con la suavidad que se mece a un niño. El calor agolpaba las ideas, mientras a los de Matilla les fallaban las fuerzas. Iban dos y acabábamos de empezar. No era de justicia. El toro perdió las manos, Morante le reconstruyó por dentro como un orfebre que decide hacer la obra se den las circunstancias o no. Y poco a poco el toreo fue. Entre lo blandito se impuso la torería de su espectáculo que es natural y transgresor. Que lo has visto mil veces y no lo has hecho nunca. ¿Cómo? Pues eso, Morante. Cómo si no obviar el vestido mandarina e hilo blanco con el que hizo el paseo en Sevilla... Le brota el toreo aunque no quiera. Las nobles arrancadas del animal las convirtió en cadencia y belleza y una estocada cerró la obra. No sobraba nada. Delicadeza y torería. Metió la espada. Cayó el toro. El público pidió la oreja. Pero el trofeo no fue. Esa oreja es la manera de poder abrir la Puerta del Príncipe que tanto se resiste. No hubo manera. Tantas se regalan desprestigiando esta plaza muchas tardes que no se entiende. Morante se enfadó al ir a saludar y tiró la montera al callejón (por no hacerlo para otro lado...). Él es el toreo. Mayúsculo. El de verdad, el que no muere porque todavía hay tipos como él capaces de no venderse, de no tirar por la calle del medio, de ir a lo fácil.
Talavante quiso y por eso se fue de rodillas a comenzar la faena al segundo. Exposición y fuegos artificiales. Y en eso consistió la faena al buen segundo, que tuvo movilidad, repetición y puso la cara abajo. La labor de Talavante contó con la chispa del torero, que encandiló y nada que ver con el punto de partida del año pasado. Pero a la cantidad le faltó reposo y profundidad, pero la gente estaba feliz, hasta que tomó la espada y llegó la ruina.
El tercero de Olga Jiménez se llevó por delante a Emilio de Justo después de que hiciera un quite. Los recuerdos, después de su grave cogida, son aterradores. Siguió en el ruedo, como si nada. Es tan fascinante ver esto y que en otras actividades se exagere un golpe para sacar beneficio... Por esto, entre otras cosas, se habla de los valores de la Tauromaquia. El destino le premió con un "Filósofo" extraordinario. Qué manera de embestir por ambos pitones. Era una locura. Bravo, por abajo, repetidor, se iba hasta el final y más allá, una maravilla de la naturaleza, una genialidad del campo bravo ver a un animal embestir así. Todo tiene sentido por toros como este. Emilio lo vio pronto. Lo disfrutó por la derecha, aunque daba la sensación de que el animal era inabarcable, ilimitado. Cómo embestía por el zurdo era de otro planeta... por ahí De Justo estuvo lejos de exprimirlo. Apostó por el otro pitón. Su grandeza era tal que sencillo no era navegar a su altura. El toro era de indulto. Uno de los toros de la temporada. También que metiera la espada, caída, y le dieran dos trofeos. Un sueño. Emilio dejaba mucho sufrimiento atrás. La recompensa era infinita. Su cara de felicidad, también. Ese toro tenía que haber vuelto al campo.
Lo de Morante en el cuarto fue para paladares exquisitos. Cómo contarte. Cuántos toreros le caben a Morante con el medio toro que tuvo delante, de corta arrancada y fondo justo. Tan despacio, atornillado al suelo, convencido de que era su sitio, belleza descomunal los encuentros, verdad absoluta, tiempos anacrónicos para torear y para vivir. Ajustándose con el toro, sin aspavientos, una verdad tan sútil, tan poco vendida, que podría pasar desapercibida para una mayoría. Morante lo bordó. Inspiración, detalles, adornos, toreo fundamental. Si de normal las faenas se hacen largas, esta no queríamos que acabara con la constante incógnita a despejar de no saber qué iba a pasar. Divina improvisación. Una estocada arriba y el acompañamiento de la muerte del animal... ¿pero eso es posible? Qué maravilla.
Movilidad con menos entrega tuvo el quinto, como la faena de Talavante, acelerada y sin acabar de coger el ritmo al toro.
Emilio tenía la Puerta del Príncipe ahí, en la mano, pero el sexto no se movió. Y no quiso y no pudo ser. Lo intentó y lo mató en la rectitud. Cómo escapar la memoria de las garras de Morante y de la explosión de "Filósofo" para que se hiciera posible la justicia divina. Qué grande es el toreo. Esto no hay quién lo entienda, pero de pronto un día, en un instante, encajan todas las piezas.
LA FICHA:
Sevilla. Toros de Hermanos García Jiménez y uno,3, de Olga Jiménez. 1, sobrero de Olga Jiménez; 2, buen toro, noble y repetidor; 3, extraordinario; 4, de media arrancada y poco fondo; 5, movilidad con menos entrega pero bueno; deslucido. Lleno de «No hay billetes».
Morante, de mandarina e hilo blanco, estocada (gran ovación tras petición); estocada arriba (oreja).
Talavante, de blanco y oro, cuatro pinchazos, media, aviso (silencio); estocada defectuosa, descabello (silencio).
De Justo, de grosella y oro, estocada caída (dos orejas); estocada (silencio).