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Atropello

Colombia desfigura su historia taurina: aprueban cambiar la Santamaría por un centro cultural

El proyecto avanza tras la prohibición de los festejos taurinos y busca convertir el recinto en un espacio ajeno a su legado cultural, con nuevo uso, nuevo nombre y una nueva narrativa

Plaza de toros Santamaría de Bogotá larazon

La tauromaquia en Colombia vuelve a ser arrollada por la maquinaria política. La plaza Santamaría de Bogotá, epicentro de la expresión cultural taurina en el país, tiene los días contados tal como la conocimos. Esta semana, la Comisión del Plan del Concejo aprobó el primer paso de un proyecto que no solo busca reconfigurar el espacio físico del coso, sino también borrar de raíz su significado histórico.

La propuesta, impulsada por la concejal Clara Lucía Sandoval, plantea convertir la plaza en un espacio “cultural, artístico, deportivo y comunitario”, como si estos usos no hubiesen convivido ya durante décadas con los festejos taurinos. Pero el plan va más allá: incluye el cambio de nombre del recinto y la creación de un Foro de Justicia Animal, que servirá como plataforma para difundir un discurso animalista institucionalizado.

Lo que se plantea no es una transformación, es una sustitución ideológica. Un intento de reescribir la historia a golpe de decreto y de consignas. Bajo el lema “¡Ida la tortura, bienvenida la cultura!”, se intenta sepultar casi un siglo de vida taurina en un espacio que fue inaugurado en 1931 y que ha sido símbolo de la tradición taurina de Bogotá y de toda Hispanoamérica.

El contexto no es nuevo. Desde que se aprobó la Ley 2385 de 2024 y la Corte Constitucional falló a favor de la prohibición de las corridas a partir de 2027, el país ha entrado en una fase de demolición simbólica. Primero fue la prohibición, ahora el desmontaje progresivo de los espacios. Una estrategia que va más allá de la protección animal y apunta directamente al desmantelamiento de una identidad cultural.

Más de 60 organizaciones animalistas han respaldado este proyecto. Pero ninguna ha propuesto una alternativa realista para conservar la memoria arquitectónica y cultural del espacio. El discurso de "vida, cultura y empatía" suena bien en los eslóganes, pero evita hablar del patrimonio, de la libertad cultural y de la imposición de una visión única.

Si se consuma esta transformación, Bogotá no solo perderá su plaza de toros. Perderá también un espacio de encuentro, de historia y de significado profundo para miles de colombianos que han visto en la Santamaría mucho más que una plaza. Lo que se está intentando borrar no es un espectáculo, es una expresión cultural legítima, con todo su peso simbólico y toda su riqueza social.