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Enrique Ponce: «No me cortaré la coleta, pero espero estar más lejos del foco social»

El maestro valenciano toreará mañana su última corrida de toros en España

Enrique Ponce durante su encuentro con los medios en Las Ventas, a 23 de septiembre de 2024, en Madrid (España).
Imagen de archivo de Enrique PonceÁngel Díaz BriñasEuropa Press
La Razón

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Se cierra el círculo. Mañana, cuando Enrique Ponce haga el paseíllo en Valencia, y le ceda los trastos a Nek Romero para convertirlo en matador de toros, habrán pasado 34 años, 6 meses y 23 días desde que Joselito hizo lo propio con el torero de Chiva en este mismo ruedo. El mismo tiempo que ha sido figura indiscutible del toreo. Toda una vida. Será la última vez que en España se le vea vestido de luces. Le queda América, muy poco, para poner punto y final a una carrera en la que, sencillamente, ha hecho historia. Una página es poco para tanto, pero hablamos con él de lo que ahora está viviendo.
Cuando se dedica toda la vida a una vocación como la de ser torero y en la que ha hecho historia, ¿se puede dejar de verdad?
Claramente no. Es imposible que esté lejos de lo que ha sido mi vida, porque el toreo lo ha sido todo para mí, pero es el momento de dejarlo como matador en activo. Créeme que yo ya me sentía realmente fuera estos casi cuatro años que estuve retirado, no pasaba por mi cabeza en volver a vestirme de luces, pensaba y pienso que mi historia ya estaba escrita. Pero fue la empresa de Madrid la que vino a verme y me convenció de despedirme de la afición. Decir “hola, nuevamente, y adiós”. En principio se trataba solo de Las Ventas y Valencia, porque llevan ambas plazas, pero después fuimos sumando plazas que han sido importantes para mi y al final se ha confeccionado toda una temporada muy bonita. Sin embargo, después de América, se acabó. Seguiré unido al toreo con mi ganadería y seguiré la temporada como un aficionado más, pero ya está.
¿Cuál ha sido el sentimiento predominante durante estas sucesivas despedidas?
Creo que emoción… también algo de nostalgia y un puntito de alivio. La carga emocional ha sido muy fuerte todas estas tardes, cuando estás ahí en el patio de cuadrillas y sabes que no vas a volver a sentir el cariño de esa afición … y mira que ha sido una temporada con triunfos, con algunas dificultades, pero en la que he sentido por momento que he alcanzado esa plenitud que he vivido en los momentos más importantes de mi trayectoria. Entonces, claro, te entra esa nostalgia, ¿no? Pero, también es verdad que ese tiempo retirado me sirvió para sentir lo que es estar lejos, dejarlo. Ahí aparece el alivio, porque es toda una vida dedicada en cuerpo y alma a tu profesión, con los viajes, el día a día, la preparación y llega un momento en el que quieres parar y vivir un poco esas cosas que has dejado a un lado por el toreo.
Durante estás más de tres décadas como máxima figura usted ha vivido no solo una completa transformación en la tauromaquia, sino también un cambio social.
Es verdad, lo que pasa es que va ocurriendo casi sin que te des cuenta. Ahora que echo la vista atrás me doy cuenta de que he compartido con varias generaciones de toreros, ¿no? Y algunos los he sufrido (risas). Me acuerdo de aquellas tardes con César Rincón, por ejemplo, pero también con muchos más… no me puedo poner a mencionarlos a todos, pero la competencia ha sido muy difícil. Y hemos visto también el cambio en el toro y en el público. No ha sido fácil, pero ha sido un camino muy bonito, con cosas buenas y otras duras. Y en cuanto a lo social, es cierto que han sido épocas completamente diferentes. Cuando comencé el toreo estaba insertado en la sociedad con total normalidad, había un respeto y una admiración generalizada, se nos miraba sin ese recelo y ese señalamiento que una cultura importada parece imponer ahora en la sociedad. Sin embargo, creo que es un ciclo, es como esas modas pasajeras, o al menos confío que así sea porque ahora en esta temporada he visto cómo las plazas se van llenando cada vez más de gente joven. Noto un cambio en los tendidos, cada vez más llenos.
¿En qué más cambiado el público?
Bueno, también se nota cómo el tono que se vive fuera de la plaza, en lo social y en lo político, permea en los tendidos. Es decir, toda esa crispación, esa radicalización, esa polarización que parece que buscan algunos políticos también se lleva a la plaza. No está mal cuando notas que son las pasiones que pueden levantar un torero entre sus partidarios y sus detractores, porque esto ha hecho parte de la historia del toreo del siempre, ¿no? Pero creo que hay límites de respeto que no se deben sobrepasar y en ese aspecto el toreo no puede perder esa elegancia, esa capacidad para entender la diferencia y respetarla, aunque no estés de acuerdo o no te guste.
Es verdad que usted ha ocupado también un papel preponderante a nivel social.
Pero no ha sido buscado, ¿eh? Creo que era algo que venía con ser torero, teníamos ese calado social y lo asumí con naturalidad, aunque te confieso que no me gustaba mucho, prefiero estar tranquilo con los míos.
¿Se cortará también la coleta social?
(Risas) No me cortaré la coleta. Seré torero siempre. En lo otro, sí espero estar un poco más lejos de los focos.
¿Qué le quedó por hacer en el toreo?
Creo que no mucho, ¿no? He compartido y competido con todas las figuras del momento, he lidiado todas las ganaderías, he triunfado en todas o casi todas las plazas, he sufrido la cara amarga… Creo que no se me queda nada en el tintero.
Bueno, nunca le vimos pegar una manoletina.
(Risas) Es verdad, pero ¿sabes por qué?
Cuénteme.
Porque estaba mal visto. Cuando comencé, las manoletinas eran muy criticadas y entonces no las hacía y nunca lo hice. Pero, ahora que lo pienso, también hay otra cosa que no hice y fue por lo mismo.
¿Qué cosa?
Nunca me fui a portagayola de rodillas.
Bueno, le queda Valencia y América para saldar esa deuda.
(Risas) No va a pasar. No hace parte de mi tauromaquia.
Buena suerte.
Gracias. La he tenido.