Pamplona

Esta es la multa que te pueden poner por toca al toro en San Fermín

Los encierros de Pamplona son muy multitudinarios y mundialmente conocidos

 Mozos perseguidos por los toros de Victoriano del Río en el tercer encierro de los Sanfermines este martes, en Pamplona.
Mozos perseguidos por los toros de Victoriano del Río en el tercer encierro de los Sanfermines este martes, en Pamplona. Jesús DigesAgencia EFE

Cada mañana, a las ocho en punto, se abren las puertas de los corrales del Gas. Seis toros bravos inician su carrera hacia la plaza de toros de Pamplona. A esa misma hora, miles de personas —algunas con devoción, otras con imprudencia— se alinean en el recorrido para correr junto a ellos. Es un rito vibrante, bello y peligroso. Pero no es un espectáculo aislado. El encierro tiene una razón de ser: que esos toros sean lidiados por la tarde.

Por eso importa cada norma, cada gesto y cada decisión. Porque no es lo mismo correr por correr que correr sabiendo lo que hay detrás. El toro bravo es un animal íntegro, valiente, sagrado. No se toca. No se golpea. No se juega con él. Cada recorte, cada contacto indebido, cada provocación aparentemente inofensiva puede tener consecuencias irreparables. Lo que hoy es una broma o una temeridad mal grabada con el móvil, mañana puede ser una cornada que altere el destino de un torero.

Porque el toro de Pamplona no es un toro cualquiera. Es serio, grande, astifino, imponente. El toro bravo aprende, y aprende rápido. Y ahí está la clave. El toro bravo no se puede torear dos veces, porque cuando ya ha aprendido, ya no entra al engaño, va al cuerpo. De ahí la brevedad de la lidia y la urgencia del arte: el toreo no solo es valentía, es también un duelo contra el tiempo, contra el instante en que la nobleza se transforma en peligro.

Por eso tocar al toro por la mañana es una traición a lo que ocurrirá por la tarde. Es quitarle al torero la posibilidad de expresarse, es jugar con la vida de alguien que más tarde lo esperará en la arena, sin otra protección que su muleta. Es, también, un atentado a la integridad de la propia fiesta.

Sanciones para proteger al toro, al corredor y al torero

Consciente de esto, el Ayuntamiento de Pamplona ha reforzado sus normativas, endureciendo las sanciones para quienes ponen en peligro el encierro y el ciclo completo de la Feria del Toro. Las multas por tocar, sujetar o citar al toro durante el encierro —ya sea en la cabeza, en los cuernos o en cualquier parte del cuerpo— pueden ascender hasta los 3.000 euros. Si se reincide, la sanción puede alcanzar los 4.000 euros.

Pero no es solo una cuestión económica. Es, sobre todo, de responsabilidad. También se sanciona correr bajo los efectos del alcohol o las drogas, algo que, además de imprudente, pone en riesgo a todos los que participan del encierro. Esa conducta puede acarrear una multa de hasta 1.500 euros, y en los casos más graves, incluso la expulsión inmediata del recorrido. Porque cuando se corre un encierro, no se está solo: se corre con miles y se comparte un animal de más de 500 kilos cuya embestida puede matar.

Lo dice claramente el reglamento oficial:

No tocar: en ningún caso ni en ningún punto del recorrido se ha de citar a los toros, llamar su atención o tocarlos”.
Al entrar en la Plaza de Toros se refugiará con la mayor rapidez tras el vallado, dejándolo libre para quienes vienen detrás. No citará a los toros y dejará despejado el ruedo para la intervención de pastores y dobladores”.

Pamplona tiene algo único. La vida y la muerte se rozan cada día al amanecer. Y vuelven a cruzarse por la tarde, en la arena. En ese hilo tan fino se sostiene la grandeza de la fiesta: un encierro impresionante que sirve de prólogo a una corrida donde solo queda el torero, el toro y la verdad más desnuda.

El encierro y la corrida no son dos fiestas. Son una sola, si se respeta.

Por eso el toro no se toca. Porque no se puede adulterar su pureza, ni exponer su bravura antes de tiempo. El toro es un símbolo. Es belleza, es peligro, es verdad. Es el centro de todo esto. Y merece respeto desde que sale del corral hasta que cae en la plaza.

Pamplona no se entiende sin su toro. Y el toro no se entiende sin su respeto.