Obituario

Murió Alfonso Ordóñez: el torero de plata que dejó huella de oro

El último hijo torero del Niño de la Palma fallece a los 86 años tras una vida dedicada al toreo, desde el ruedo hasta la Maestranza

Detalle del crespón negro que se han colocado esta tarde los diestros
Detalle del crespón negro que se han colocado esta tarde los diestroslarazon

El mundo del toreo se tiñe de luto tras la muerte en Sevilla de Alfonso Ordóñez Araujo a los 86 años, un nombre que, aunque siempre caminó detrás de los focos de las grandes figuras, fue en sí mismo sinónimo de categoría, profesionalidad y amor a la Tauromaquia.

Hijo del mítico Cayetano Ordóñez "Niño de la Palma" y hermano de Antonio, Cayetano, Juan y Pepe Ordóñez, Alfonso representaba el último eslabón de una de las sagas más legendarias del toreo. Debutó como becerrista en 1954 en un festival histórico en Colmenar de Oreja, compartiendo cartel con sus propios hermanos, y comenzó su andadura novilleril en Tudela dos años más tarde.

Aunque no llegó a tomar la alternativa como matador, su auténtica huella la dejó como banderillero, una profesión en la que brilló por su maestría y sobriedad. A partir de 1964, tras el regreso a los ruedos de su hermano Antonio, inició una carrera de cuarenta temporadas al servicio de primeras figuras como Antonio Ordóñez, Curro Romero, Paquirri o José Fuentes, toreando para más de un centenar de matadores y novilleros a lo largo de su vida.

Tras colgar el traje de luces en 1993, Alfonso siguió vinculado a su otra gran pasión: la plaza de toros de la Maestranza de Sevilla. Desde 1994 y durante tres décadas, ejerció como asesor artístico del palco presidencial, convirtiéndose en un referente silencioso de sabiduría taurina, discreción y señorío, hasta su jubilación al inicio de esta temporada.

Hombre de fe profunda y vinculado a la Virgen de la Soledad, Alfonso se había preparado para despedirse simbólicamente de su plaza el pasado Domingo de Resurrección, pero su delicado estado de salud no se lo permitió. Sevilla le rendirá homenaje con un minuto de silencio en su honor en la Real Maestranza, el escenario donde su figura fue siempre respetada y admirada.

La pérdida de Alfonso Ordóñez deja un vacío inmenso entre los aficionados, los profesionales y quienes tuvieron la suerte de compartir tendido o recuerdos con él. Nos queda su legado silencioso y firme: el del torero que entendía la lidia como un arte de orden, brevedad y servicio al matador, y el del hombre que hizo del toreo una forma de vida.