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Tragedia entrevista

«Wozzeck». De Berg. Voces: Simon Keenlyside, Nadja Michael, Gerhard Siegel, Franz Hawlata, Roder Padullés, Katarina Bradic, Scott Wilde, Tomeu Bibiloni, Francisco Vas, Antonio Magno, Enrique Lacárcel, Álvaro Vallejo, Lorenzo Bini Bicchierai (niño). Director musical: Sylvain Cambreling. Director de escena: Christoph Marthaler. Escenógrafa y figurinista: Anna Viebrock. Nueva producción de la Ópera de París. Teatro Real. Madrid, 3-VI-2013.
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  • Arturo Reverter

    Arturo Reverter

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La arquitectura musical de «Wozzeck» es de una destreza extraordinaria. Cada uno de los tres actos y cada una de las cinco escenas que los estructuran poseen una construcción propia que se inspira, en un dispositivo de endiablada perfección, en formas musicales antiguas. Las secuencias son casi siempre muy breves. Un mosaico envuelto en un ropaje de base atonal. Este planteamiento musical no ha tenido correspondencia con la escena. Y eso que la idea de Marthaler es realmente ingeniosa. Parte del empleo de un decorado único, una suerte de nave, de «tienda de juegos». Una cantina con mesas y sillas (este objeto obsesiona al artista desde hace años) y juegos infantiles. Niños, zapatos en el interior, donde Wozzeck trabaja sirviendo bebidas, limpiando, afeitando al capitán... El espacio es atractivo. Hay mucha luz, excepto en el tramo final.
La acción fluye aireada y progresiva, pero la atomización de la música, su toque expresionista, lo transparente de su estructura no acaban de engarzar con una narración teatral libre de aristas y con ancho campo para la fantasía del espectador. Un espacio tan amplio hace perder además intimidad y clima a la historia. Menos mal que el foso actuó muy disciplinadamente, contundente, algo rudo, con una excelente orquesta bajo el mando firme de Cambreling, un director al que le van bien este tipo de partituras, a las que de todos modos es incapaz de extraer el lirismo a veces oculto.
Un buen reparto
El monumental «crescendo» previo al suicidio fue ejecutado magistralmente. Magnífico el Coro en sus breves intervenciones, lo mismo que la orquestina sobre la escena del acto segundo y el Coro de niños de la JORCAM. Keenlyside fue un conturbado Wozzeck, aunque habría sido preferible marcar una evolución más paulatina hacia la locura. Con su bien proyectada voz de barítono lírico cantó con abundancia de reguladores y no se refugió en la fácil declamación. Nadja Michael posee metal y volumen, pero abusa del forte, evidenciando una estridencia poco agradable. Muy bien Siegel, un capitán que canta a plena voz, sin temores, en un «sprechgesang» que huye del falsete de otros. Correcto Hawlata, muy digno Padullés y adecuada Bradic. Bien los demás, con un Vas que, en su papelito de Loco, se pasa casi toda la obra haciendo gestos de retrasado mental. La obra se da de un tirón, sin entreactos. Buen éxito de público y algunas protestas para Marthaler.