Últimas noticias del No-do
El aniversario de uno de los órganos propagandísticos de la dictadura recupera un ensayo de referencia que examina cómo el régimen manipulaba la información.
El aniversario de uno de los órganos propagandísticos de la dictadura recupera un ensayo de referencia que examina cómo el régimen manipulaba la información.
Enero de 1943. La Segunda Guerra Mundial cambia de signo: los alemanes agonizan en Stalingrado, los soviéticos rompen el cerco de Leningrado; Rommel se defiende en Túnez; los japoneses agonizan en Guadalcanal y en Casablanca los dirigentes de EEUU, Gran Bretaña y la Francia Libre estudian como terminar la contienda. Y, entonces, el 4 de enero de 1943, en los cines de toda España se proyectó la primera edición de No-do (noticias y documentos). Cuando se iluminó la pantalla, en vez de aparecer Greta Garbo («Ninotchka») o John Wayne («Mando Siniestro») se pudo leer «Primer noticiario español», sobre una bandera que ondeaba al viento. Luego, la cámara sobrevoló a un jinete de la Guardia Mora, pasó la verja del palacio de El Pardo y avanzó por el patio hacia el edificio central, penetrando en el despacho del Jefe del Estado, donde éste se hallaba trabajando. El locutor, con voz campanuda, lee: «... donde se consagra a la tarea de regir y gobernar a nuestro pueblo. Siguiendo el ejemplo de Franco, todos los españoles tenemos el deber de imitarle, lo mismo que él dedica su inteligencia y su esfuerzo, su sabiduría y prudencia de gobernante...».
Pavos a la cazuela
Había nacido el No-do que, según uno de sus estudiosos, Rafael R. Tranche, «fue el cauce expresivo de la actividad institucional del Régimen». No podía decirse mejor y aquel primer No-do del lunes sería paradigmático. Cuando el mundo estaba pendiente de Stalingrado, Guadalcanal, Túnez o Casablanca, el noticiario presentaba el ambiente navideño de Madrid; cuando España ayunaba con el racionamiento, las imágenes presentaban tenderetes con docenas de pavos esperando la cazuela navideña; cuando Berlín y Hamburgo gemían bajo las bombas y las fortalezas volantes estadounidenses pulverizaban Wilhelmshaven, el No-Do ofrecía la «Gran demostración deportiva de las chicas alemanas de “Fuerza por la alegría” en Berlín».
La manipulación de la noticia era indisimulable. Mientras el Eje estaba replegándose, No-do ofrecía una noticia que ya tenía cuatro meses: escaladores de la 1ª División de Montaña de la Wehrmacht alcanzaban la cima del Elbrus, la más alta cumbre del Cáucaso y Europa. No-do aprovechó las tomas de los esquiadores alemanes descendiendo por la falda de una montaña para impresionar al público y mostrar sus habilidades para atajar victoriosamente el ataque soviético. Solo propaganda. Un mes después, soldados soviéticos escalaron el Elbrus y destruyeron las banderas nazis.
Durante la casi media hora de aquel primer No-do se repitieron imágenes de Franco animando la reconstrucción de la guerra y andamios donde cuadrillas de albañiles se afanan levantando edificios y, entre ellas se filtran retratos de Stalin y carteles sobre la cooperación republicano-soviética y comentarios sobre el peligro rojo, la perfidia comunista y los males que se achacaban al bolchevismo: ruinas, caos, miseria...
Por el contrario, la División Azul iba a recibir un estupendo aguinaldo: una cadena de mujeres de Falange preparaban paquetes navideños para «los heroicos voluntarios de la División Azul (...) los legendarios héroes que en las heladas tierras de Rusia conquistas nuevas glorias para la patria (...) Felicidades sin cuento y que celebremos pronto su regreso victorioso». Falta les hacía. En los combates de finales de 1942 y comienzos de 1943 la División azul sufrió 3.500 bajas, 1.473 de ellas, muertos. De esos combates desesperados únicamente se menciona que combaten en «heladas tierras». Esa edición de No-do también ofreció el regreso a Madrid de Agustín Muñoz Grandes, sustituido un mes ante en el mando de la División Azul, recibido por una gran multitud en la Estación del Norte. Franco le esperó en el Palacio de El Pardo y No-do recogió su salida, aparentemente con cara de pocos amigos, luciendo su Cruz de hierro con hojas de Roble impuesta por Hitler, que solo tuvieron tres extranjeros.
Pulso con Muñoz Grandes
La «Operación Torch», el desembarco aliado en el norte de África, que no recibió cobertura informativa, debió ser uno de los temas de conversación entre ambos generales: Muñoz Grandes deseaba la decidida intervención española al lado del III Reich; por el contrario, Franco no veía clara la victoria de Hitler y había adoptado medidas políticas para distanciarse.
Se han desarrollado hipótesis sobre el interés de Hitler por derrocar a Franco, al que no apreciaba e, incluso, se ha escrito que el plan nazi era mantener a Franco en la jefatura del Estado como figura representativa y convertir a Muñoz Grandes en primer ministro. ¿Hubo algo de esto?, ¿sospechó Franco que pudiera haber un complot? Se ignora. Lo que sí ocurrió es que Franco invitó a Muñoz Grandes a la cena de Nochevieja, le condecoró con la Gran Cruz de la Orden Imperial de las Flechas Rojas, le ascendió a Teniente General y le designó jefe de su Casa Militar. Honores, ascenso y mando irían apareciendo en el Noticiario, pero no hubo comentario que apuntara la astucia de Franco: el ascenso «tenía la ventaja de impedirle acceder al mando activo de cualquier otra división» (Stanley Payne).
No-do no estaba hecho para informar, sino para contagiar los intereses del Régimen, por lo que despide su primera edición con un desfile presidido por el emperador Hiro-Hito de las «tropas que regresan triunfantes de Borneo». Y es que No-do, según Rafael R. Tranche, fue «eficaz como vehículo ideológico de dicho bando (...) y no como medio informativo, papel que no estaba en condiciones de cumplir (...)».