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Una llamada sin cobro revertido a los años 40

El edificio Telefónica, nacido como primer rascacielos de Europa y epicentro de las telecomunicaciones en España, ofrece visitas guiadas tematizadas y de época
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  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

  • M.Moleón

    Marta Moleón

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Para entender el pasado, el presente y el futuro de las telecomunicaciones, es necesario descubrir cómo respiran las ciudades. En el caso de Madrid, basta con mirar al cielo. Casi noventa metros de altura separan a los transeúntes cargados con bolsas navideñas y poseídos por el espíritu de la felicidad repentina, de las manecillas del llamativo y luminoso reloj que corona uno de los edificios más emblemáticos de la capital; el edificio de Telefónica. Este célebre espacio ubicado en pleno corazón de Gran Vía, abre sus puertas de forma periódica para todos aquellos clientes de la compañía que quieran conocer la historia que esconden sus paredes y tengan despierta la curiosidad de averiguar las anécdotas que albergan sus silencios. Una oportunidad única para acceder a experiencias como estas, que se puede conseguir entrando en www.movistarlikes.es.
Se trata de un trepidante recorrido cultural por los entresijos de la construcción del arquitecto Luis Ignacio de Cárdenas, cuyos pintorescos guías desvelan de forma cronológica la historia de su diseño, edificación y papel social como sede pionera en la comunicación, desde los años veinte hasta la actualidad. En torno al año 1940 no resultaba del todo difícil la tarea de divisar pequeños grupos de hombres perfectamente trajeados, esperando a las puertas del edificio, con la esperanza de cruzar miradas con el sexo opuesto o de provocar de manera fortuita la eclosión de algún que otro coqueteo. El motivo no era exclusivamente hormonal, sino que tenía un calado mucho más social y menos primario, puesto que el edificio Telefónica fue una de las primeras empresas españolas en apostar de manera real por la incorporación de la mujer al mundo laboral. Algo que favoreció de manera significativa a la proliferación de operadoras telefónicas.
De Nueva York a Madrid
Regresamos al tiempo presente y nos situamos de nuevo en la puerta de Telefónica, en el número dos de la calle Valverde, dónde esta vez también hay hombres, pero no esperan solos. Mujeres, jóvenes, niños y mayores se agolpan en la elegante recepción de aires barrocos y techos abovedados del imponente rascacielos madrileño, esperando ansiosos la llegada de unos simpáticos personajes encargados de orientarles durante toda la visita, recién sacados de los márgenes de la Historia. Leandro, un veterano operario de cables, sumerge al público en las tripas operativas de la comunicación interurbana. Es decir, en los túneles del edificio. Millones de ramificaciones gruesas de cableado se abren paso entre angostos pasillos que huelen a humedad y a tierra, mientras el ronquido de la maquinaria suena con una melodía ensordecedora y una señora apunta risueña; “si seguimos andando por aquí creo que podemos llegar hasta Sol”. La columna vertebral de todos los cables de la ciudad de Madrid se extiende bajo el subsuelo de un edificio que se inauguró oficialmente en 1930 y desde cuyo interior Alfonso XIII realizó la primera llamada telefónica transoceánica con el presidente de Estados Unidos, Calvin Coolidge, quien se encontraba en ese momento en la Cámara de Comercio de Washington.
Tras una primera inmersión en las entrañas de la urbe, se puede trastear por otra de las plantas del bloque, en donde está ubicado el museo del edificio y en donde se pueden encontrar auténticas joyas de la comunicación con aire retro, como las primeras cabinas telefónicas, infinidad de telégrafos, las clavijas de las máquinas de las telefonistas o incluso telegramas. Un sinfín de aparatología que es posible conocer y redescubrir a través de las anécdotas personales de Obdulia, una joven y pizpireta operaria que encarna el papel de una mujer de los años cuarenta y cuya condición de soltera resulta fundamental para que la permitan trabajar en el departamento. Este museo, además, se puede visitar en cualquier momento sin necesidad previa de concertar ningún tipo de cita, ya que se encuentra abierto de forma continua a lo largo de todo el año. Otro de los lugares especiales del trayecto lo protagoniza la conocida como Sala del Consejo. Un lugar con cierto aire presidencial que bien podría parecerse a los actuales maxi despachos de algunas empresas internacionales y en cuyo interior se celebraban las reuniones de los consejeros y se llevaba a cabo la toma de decisiones importantes concernientes a la compañía.
Comunicación desde las alturas
En su momento, este edificio fue reconocido como el primer rascacielos edificado en Europa y como el edificio más alto de todo el continente. La inspiración en la que se basó su arquitecto, estaba estratégicamente tomada de las construcciones de los grandes edificios neoyorquinos y de las premisas de la empresa americana involucrada en la creación de la propia Compañía Telefónica, ITT (International Telephone and Telegraph). Referencias que sirvieron para dotarle de solemnidad como estructura arquitectónica, pero también para acelerar el proceso de modernización de la ciudad y para captar la atención del enemigo durante el estallido la Guerra Civil española como consecuencia directa de su significativa altura. Ochenta y ocho son los escalones que dan acceso a la mirada panorámica de Madrid y que culminan el final del recorrido. Al subirlos todos, parece obligatorio mirar con respeto tanta belleza iluminada. Las arterias de la comunicación están por primera vez desde que dio comienzo el trayecto debajo de los pies de uno de los centros de comunicaciones más importantes del país. La oportunidad de poder disfrutarlo y de seguir conociendo nuestra historia como ciudad a través de este tipo iniciativas culturales, sigue estando al alcance de todos gracias a Telefónica y su apoyo directo como patrocinador cultural de instituciones de la talla del Museo del Prado, El Teatro Real, el Guggenheim o el Liceu entre otros. Un fomento que ayuda a estimular la curiosidad por conocer y mantiene vivas las ganas de seguir descubriéndonos.

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